Los mercados descartan una recesión inminente, pero la inflación estructural avanza sin freno mientras el oro y la plata vuelven a ser los únicos refugios ante un sistema financiero al borde del colapso

¿Nos enfrentamos a una era de gran inflación? El sistema está quebrado y lo vas a pagar tú

Mientras los gobiernos aseguran que lo peor ya ha pasado, los mercados globales envían otra señal: la era de la gran inflación ha comenzado. Los precios siguen subiendo, los salarios no acompañan y los activos tradicionales pierden valor frente al oro y la plata, los únicos refugios en medio de un sistema que parece haber agotado sus mecanismos de equilibrio.

¿Nos enfrentamos a una era de gran inflación? El sistema está quebrado y lo vas a pagar tú

La narrativa oficial insiste en la estabilidad, pero los datos cuentan otra historia. Los mercados financieros han dejado claro que no habrá recesión inmediata, aunque la inflación estructural continúa erosionando el poder adquisitivo de millones de personas. En los últimos tres años, los precios globales se han disparado un 30 % entre 2022 y 2025, y las previsiones apuntan a que podrían mantenerse con una media del 3 % anual hasta 2035.

Esto significa que, en apenas una década, el coste de la vida podría aumentar más de un 34 % adicional, consolidando una década perdida para los salarios y el ahorro. El sistema parece haber entrado en un punto de inflexión: los bancos centrales ya no logran controlar el dinero que imprimieron y las políticas de estímulo aplicadas durante la última década han dejado un mercado sobredimensionado y dependiente de liquidez artificial.

En este escenario, los activos refugio vuelven a brillar. El oro logró recuperarse tras una fuerte caída nocturna, mientras que la plata mantiene una volatilidad extrema, retrocediendo desde su reciente máximo de 53,51 dólares hasta los 51 dólares por onza. Los analistas señalan que estos movimientos reflejan el nerviosismo de los inversores ante la falta de dirección de las políticas monetarias y el deterioro de la confianza global en las divisas fiat.

El mercado americano tampoco logra escapar de la incertidumbre. Los principales índices —S&P 500, Nasdaq y Dow Jones— registran descensos, reflejo de una economía que sigue creciendo en apariencia, pero sin sostén real. En Asia, el Nikkei japonés cae con fuerza y las grandes compañías chinas cotizan en rojo, afectadas por el temor a una nueva escalada comercial entre Pekín y Washington.

El retroceso también alcanza a las materias primas y los criptoactivos. Tanto el petróleo como Bitcoin y Ethereum experimentan caídas notables, confirmando que el mercado atraviesa una fase de ajuste más profunda de lo que los gobiernos están dispuestos a reconocer.

El punto central del problema está en la inflación estructural, un fenómeno que los bancos centrales ya no pueden revertir sin arriesgarse a una recesión severa. La combinación de deuda pública récord, estímulos monetarios prolongados y envejecimiento poblacional está alterando las bases del crecimiento económico mundial.

A medida que la inflación se consolida como un rasgo permanente, el ciudadano común se convierte en el gran perdedor. Los precios de la vivienda, los alimentos y la energía continúan escalando, mientras los salarios reales permanecen estancados o crecen muy por debajo del ritmo inflacionario. Lo que antes se consideraba una crisis coyuntural se ha transformado en una nueva normalidad de empobrecimiento silencioso.

En paralelo, China sigue reforzando su posición como alternativa económica a Estados Unidos, consolidando acuerdos comerciales en Asia, África y América Latina. El gigante asiático está logrando mantener un crecimiento sostenido gracias a la diversificación de su modelo productivo y al control estatal sobre los precios estratégicos, lo que le otorga una ventaja en el nuevo orden económico global.

El sistema financiero mundial parece haberse desconectado de la realidad económica de los ciudadanos. Mientras las élites celebran la “resiliencia” de los mercados, la inflación actúa como un impuesto invisible que drena la riqueza de las familias. El oro y la plata resurgen como refugios de valor en un mundo donde el dinero pierde su sentido y la estabilidad se convierte en un lujo. Si la historia sirve de guía, los próximos años no serán de recesión… sino de resistencia.

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