España acelera: el crecimiento económico toma impulso

El PIB de España sube un 0,8 % en el segundo trimestre

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento del Producto Interior Bruto en el segundo trimestre de 2025, que se sitúa ya en un sólido 0,8 % frente al 0,6 % del trimestre anterior. En términos interanuales, la economía española crece un 3,1 %, impulsada por una demanda interna vigorosa aunque contrarrestada por un débil comportamiento exterior. Este dato redibuja las expectativas para el resto del año con nuevos matices y desafíos para empresas, inversores y responsables de política económica.

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El PIB de España sube un 0,8 % en el segundo trimestre EPA-EFE/ZIPI

El dato del último informe del INE capta de inmediato la atención: en el segundo trimestre de 2025, la economía española creció un 0,8 % respecto al trimestre anterior, dos décimas más de lo que se estimaba inicialmente. En la comparación interanual, el crecimiento se sitúa en un 3,1 %, ligeramente por debajo del 3,2 % del trimestre previo.

Detrás de estas cifras hay una lectura clara: la demanda interna continúa siendo el motor del crecimiento. El consumo de los hogares, la inversión empresarial y el impulso del gasto público explican una contribución neta de 3,5 puntos porcentuales al crecimiento. En cambio, el sector exterior ha restado medio punto, debido a una menor incidencia de las exportaciones frente a la debilidad en el comercio global.

Este marco de crecimiento interno robusto se ve acompañado por una evolución favorable del empleo. Si medimos el empleo en equivalentes a jornada completa, se registró un incremento del 0,8 % frente al trimestre anterior y del 3,5 % en términos interanuales. En paralelo, la tasa de desempleo se ha reducido hasta el 10,29 %, alcanzando niveles no vistos desde 2008.

Estas cifras tienen implicaciones múltiples para el entorno empresarial. En primer lugar, confirman que el consumo doméstico sigue siendo un pilar central de la recuperación, lo cual brinda oportunidades claras para empresas orientadas al mercado interno. También obligan a repensar la competitividad exterior: el freno del sector externo advierte que no puede ignorarse el reequilibrio de exportaciones, cadenas de valor y diversificación de mercados.

En el plano macroeconómico, los analistas y organismos internacionales han ajustado sus previsiones. La Comisión Europea proyecta que el crecimiento promedio para España en 2025 será del 2,6 %, con una ralentización hacia 2026 (2,0 %) como riesgo plausible si no se gestionan correctamente los desequilibrios. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha elevado sus estimaciones recientes para España a 2,6 % para 2025, destacando que este ajuste marca una posición de liderazgo entre las economías de la eurozona.

Es relevante observar que España aparece como una excepción en el panorama europeo. Mientras Alemania e Italia registran contracciones o crecimiento nulo, y Francia apenas crece, España lanza un mensaje de fortaleza. Este diferencial no sólo mejora la percepción internacional del país, sino que refuerza la posición de los agentes económicos nacionales ante decisiones de inversión, expansión o consolidación.

Sin embargo, el impulso no está exento de riesgos. La dependencia del crecimiento en la demanda interna implica una vulnerabilidad frente a choques en consumo, créditos o inflación. Además, el peso negativo del sector exterior advierte que España debe fortalecer su competitividad internacional y resistir la incertidumbre global del comercio. En estudios recientes sobre vulnerabilidad macroeconómica, se señala que incluso economías con buena evolución pueden sufrir un impacto mayor bajo escenarios de estrés, cuando factores financieros y sectoriales convergen negativamente.

Desde la óptica empresarial, esta coyuntura define dos prioridades claras: consolidar estrategias centradas en el cliente interno, pero activar planes de internacionalización con mayor inteligencia, innovación y diversificación. La planificación financiera debe incorporar escenarios adversos externos, así como preservar márgenes frente a posibles alzas de costes o ciclos económicos más volátiles. Para las pymes y las empresas medianas, la oportunidad está en fortalecer su resiliencia, adaptar su modelo productivo y aprovechar las cadenas de valor regionales para sortear flujos globales cambiantes.

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