Rusia extiende la prohibición sobre exportaciones de gasolina y limita el diésel
El Gobierno ruso decidió prolongar hasta diciembre de 2025 el veto a la exportación de gasolina, al tiempo que impone un embargo parcial al diésel para quienes no produzcan combustible. La medida pretende asegurar el abastecimiento interno en medio de interrupciones en la refinación y crecientes tensiones geopolíticas.
Rusia ha comunicado oficialmente su decisión de extender hasta fin de año la prohibición de exportar gasolina, una medida que hasta ahora se había programado solo para ciertos tramos temporales. Al mismo tiempo, impondrá restricciones al comercio de diésel para actores no productores, en un esfuerzo por reservar mayores volúmenes para el mercado doméstico.
Según declaraciones del viceprimer ministro Alexander Novak, la prohibición de exportaciones de gasolina afectará tanto a productores como a revendedores, salvo los acuerdos intergubernamentales que Rusia mantiene con países como Mongolia. Por su parte, la restricción sobre el diésel se limitará a los revendedores y no incluirá a las empresas que sí fabrican combustibles.
Esta decisión se enmarca en un contexto complejo: en varias regiones rusas ya comienzan a percibirse escaseces de ciertos grados de gasolina, especialmente el AI-92, debido a que los ataques con drones ucranianos han obligado al cierre temporal de refinerías críticas. Asimismo, elevados costos de financiamiento dificultan que estaciones privadas acumulen reservas.
Analistas del sector energético señalan que desde agosto, al menos 16 de las 38 refinerías rusas han sido atacadas o afectadas, lo que ha menguado su capacidad de procesamiento diario en más de 1 millón de barriles. En concreto, la planta de Ryazan, una de las más grandes del país, fue blanco frecuente de estas ofensivas.
El efecto de estos golpes ya se anticipa en los mercados internos: en varias zonas, las estaciones enfrentan faltantes del combustible AI-95, mientras que el AI-92 podría requerir hasta dos semanas para que su suministro se normalice.
Con esta extensión de la prohibición, Rusia busca fortalecer su control sobre el suministro interno en un momento de elevada vulnerabilidad energética. Novak justificó el movimiento al afirmar que permitirá “seguir abasteciendo el mercado con productos petrolíferos”.
No obstante, esta decisión también tendrá implicaciones internacionales. Al reducir su volumen exportable, Rusia cede espacio a otros proveedores globales de combustibles, alterando cadenas logísticas y precios. Al mismo tiempo, al mantener los acuerdos intergubernamentales exentos del veto, Moscú preserva herramientas diplomáticas para negociar en momentos fronterizos.
El anuncio subraya además un dilema creciente: en tiempos de conflicto y sanciones, los países productores de recursos estratégicos están cada vez más obligados a priorizar el consumo interno frente a las ganancias del mercado global. Rusia, dependiente en gran medida de sus ingresos petroleros, parece dispuesta a sacrificar temporalmente exportaciones ante la urgencia de proteger su estabilidad energética.
En el plano comercial, industrias rusas con alta demanda de combustible, como el transporte, la agricultura o la logística, estarán bajo mirada crítica. La medida podría elevar los costos operativos y reducir márgenes, forzando ajustes en cadena. Para los mercados internacionales, la restricción rusa refuerza la presión sobre países exportadores alternativos de gasolina y diésel.
Al mirar hacia adelante, el riesgo es claro: si Rusia no logra restaurar su capacidad de refinación de manera rápida, estas restricciones podrían prolongarse más allá de 2025. En cambio, si logra estabilizar su sistema interno —y conjurar la amenaza externa sobre sus plantas– podrá reivindicar su rol como actor energético confiable para sus socios.