Trump defiende sus aranceles: ¿beneficio económico o riesgo oculto?
El presidente Donald Trump afirmó que la política arancelaria actual de Estados Unidos "ha sido increíble" para la economía.
Donald Trump lleva su mensaje favorito al escenario más diplomático: tras la firma de un acuerdo tecnológico con el Reino Unido, insistió en que su política arancelaria ha sido “increíble” para la economía estadounidense. “La inflación es prácticamente inexistente, como saben ustedes. Y estamos recaudando trillones de dólares con los aranceles; han sido tan increíbles para nuestro país. Mantenemos satisfechas a nuestras empresas, están encantadas con lo que ha pasado”, declaró en Chequers, en un acto que, además, celebró los sólidos lazos — “preciosos vínculos”, los llamó él — entre Washington y Londres.
Con ese telón de fondo, el mandatario presentó este acuerdo tecnológico como una extensión lógica de su estrategia comercial: usar los aranceles como plataforma de negociación, reforzar la industria doméstica y atraer inversión extranjera bajo condiciones “favorables”. Sin embargo, desde diversas esferas, especialmente organismos económicos internacionales, se elevan voces de alerta.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejemplo, ha advertido que aunque la inflación parece dirigirse hacia la meta del 2 % establecida por la Reserva Federal, los aranceles imponen riesgos inflacionarios adicionales. Los flujos de importaciones adelantadas ante las tarifas previstas ya han generado volatilidad, y algunos sectores podrían empezar a sentir un encarecimiento sostenido.
Por su parte, instituciones como el Banco de Inglaterra, así como analistas del Reino Unido, señalan que la imprevisibilidad de las políticas comerciales estadounidenses tiene un efecto “chillón” (o sea inquietante) para las empresas británicas, quienes enfrentan costes mayores, posibles represalias arancelarias, o barreras para el comercio con los EE.UU. que antes no existían.
El acuerdo tecnológico con Reino Unido es sin duda significativo: incluye inversiones millonarias en inteligencia artificial, infraestructuras tecnológicas y cooperación en investigación. Pero también muestra los límites de la reivindicación presidencial de que todo está funcionando “increíblemente” bien. Expertos como los del Brookings Institution señalan que el pacto, aunque positivo para ciertos sectores, no revierte todas las tensiones generadas por la escalada arancelaria. Algunas concesiones, como la reducción temporal de tasas para autos británicos o la eliminación de aranceles para ciertos productos —como acero y aluminio en algunos casos— tienen condiciones específicas, cuotas, o estarán sujetas a negociaciones adicionales.
Además, la estrategia arancelaria de Trump tiende a basarse en la idea de “America First”: privilegiar la producción local, frenar los déficits comerciales, y usar los gravámenes como herramientas de presión diplomática. Eso ha provocado reacciones encontradas: mientras algunos fabricantes y sectores agrícolas ven oportunidades de abrir nuevos mercados, los consumidores ya advierten aumentos en precios de productos importados. Y los socios comerciales cuestionan la sostenibilidad de una política que, según ellos, puede caer en proteccionismo, generar represalias, y socavar la confianza necesaria para flujos estables de comercio e inversión.