China toma la delantera en taxis voladores: licencias comerciales, rutas reales y un Occidente atrapado en el freno regulatorio

China toma la delantera en TAXIS VOLADORES: licencias comerciales, rutas reales y un Occidente atrapado en el freno regulatorio

China ya opera taxis voladores autónomos con licencia comercial —EHang y su socio Hefei HeYi Aviation (AOC de la CAAC en 2025)— en rutas turísticas y de corta distancia en megaciudades como Shanghái y con infraestructura dedicada en Shenzhen. Europa y EE. UU. avanzan con más cautela, mientras Bank of America proyecta que el mercado UAM/drón podría alcanzar hasta 210.000 M$ en 2045. La seguridad complica el despegue occidental: Dinamarca denuncia una “guerra híbrida” con incursiones de drones que afectan aeropuertos.
ehang.com - Taxi Volador
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China está abriendo brecha en la carrera de los taxis voladores y los servicios avanzados con drones. El gigante asiático ha combinado volumen industrial, capital paciente y una vía regulatoria más expedita para llevar a la práctica lo que, en Occidente, aún se mueve entre prototipos, rutas demostrativas y usos limitados a agricultura, vigilancia o entregas puntuales. La diferencia no es solo de ritmo: es de diseño institucional. Mientras las autoridades chinas habilitan corredores aéreos y certificaciones aceleradas para operaciones en escenarios reales, Europa y Estados Unidos mantienen un enfoque incrementalista, con ciclos de prueba más largos y exigencias de interoperabilidad que buscan minimizar riesgos antes de escalar.

En términos de mercado, las cifras apuntan alto. Bank of America sitúa el potencial del sector de drones —incluyendo movilidad aérea avanzada y aplicaciones industriales— en hasta 210.000 millones de dólares para 2045. Es un horizonte que va más allá del “taxi volador”: abarca redes logísticas de última milla, inspección de infraestructuras críticas, respuesta a emergencias y, a medio plazo, transporte urbano y regional con aeronaves eVTOL. La cuestión no es si ese mercado llegará, sino dónde cristalizará primero el valor capturable. Por ahora, el terreno de juego favorece a China por su capacidad de ejecutar proyectos piloto a escala ciudad y por el alineamiento entre industria, inversores y regulador.

Europa y Estados Unidos no carecen de tecnología ni de talento; su freno es sistémico. Certificaciones, estándares de detect-and-avoid, integración con el tráfico aéreo convencional, ciberseguridad, privacidad y responsabilidad civil conforman una maraña de requisitos que obliga a avanzar paso a paso. Esta prudencia tiene sentido si se piensa en la convivencia diaria entre aeronaves no tripuladas y entornos urbanos densos, pero también conlleva un coste de oportunidad: cada año de retraso es cuota de mercado que se consolida fuera. El mensaje que llega desde el sector es claro: si Occidente no acelera marcos regulatorios “pro-sandbox” y no compromete inversión pública en infraestructuras (vertipuertos, comunicaciones, gestión U-space), quedará estructuralmente por detrás en la curva de adopción.

La seguridad añade otra capa de complejidad. Dinamarca ha acusado a Rusia de librar una guerra híbrida tras incursiones con drones que interrumpieron operaciones en aeropuertos civiles y militares. Episodios así refuerzan el sesgo precautorio de los reguladores europeos y norteamericanos y priorizan la implantación de soluciones anti–UAS, protocolos de geofencing y capacidades de identificación remota antes de abrir la puerta a operaciones comerciales masivas. El resultado práctico es un doble carril: China acumula horas de vuelo y datos operativos —clave para abaratar certificaciones y seguros—, mientras Europa y Estados Unidos invierten en seguridad, resiliencia y gobernanza antes de soltar lastre.

El desafío para Occidente no es replicar el modelo chino, sino encontrar su propio equilibrio entre ambición y control. Hay señales de avance: marcos de espacio aéreo gestionado para drones, rutas piloto interurbanas, consorcios público–privados y hojas de ruta nacionales para la movilidad aérea avanzada. Pero para que la industria escale harán falta tres palancas coordinadas: certificar aeronaves y operaciones en plazos competitivos; financiar infraestructuras críticas con estándares comunes; y crear demanda tractora —desde servicios públicos hasta sanidad y logística— que dé visibilidad de ingresos a fabricantes y operadores.

China, mientras tanto, consolida ventaja estratégica. Liderar esta ola no es solo cuestión de prestigio tecnológico: define cadenas de suministro, fija estándares de facto y desplaza epicentros de inversión. Si Europa y Estados Unidos quieren competir por el valor de 2045, necesitan convertir sus pilotos en servicios regulares y sus normas en habilitadores, no en frenos. La ventana está abierta, pero no lo estará eternamente.

Características: autonomía total, electricidad y silencio
Los modelos pioneros —como el EH216-S— son eléctricos, autónomos (sin piloto a bordo) y se monitorizan desde tierra. Su diseño multirrotor (16 hélices en el EH216-S) ofrece un vuelo estable y silencioso, con capacidad inicial para dos pasajeros y turnarounds muy rápidos (preparación en <1 minuto en perfil operativo). La autonomía típica para estos primeros servicios es del orden de 30–35 km y velocidades de crucero cercanas a 100 km/h, adecuadas para saltos urbanos/turísticos.

Por qué Occidente va más lento
Europa y Estados Unidos no carecen de tecnología (Joby, Archer, Lilium…), pero su hoja de ruta prioriza certificación exhaustiva, integración U-space/UTM, detect-and-avoid, ciberseguridad, privacidad y responsabilidad civil antes de escalar. Este enfoque reduce riesgos, pero ralentiza la adopción frente al modelo chino, donde marcos de la “economía de baja altitud” permiten pilotos comerciales tempranos y acumular datos operativos que abaratan seguros y certificaciones futuras. Bank of America estima que la UAM (pasajeros y carga) puede crecer hasta 210.000 M$ en 2045, con 250.000 eVTOL en servicio global para esa fecha: la ventaja de horas reales de vuelo que China atesora puede traducirse en estándar de facto. Bank of America Institute+1

Seguridad y geopolítica: el lastre adicional
La seguridad del espacio aéreo pesa en la agenda occidental. Dinamarca y otros países europeos han denunciado incursiones de drones que interrumpieron aeropuertos civiles y bases militares, en el marco de tácticas de “guerra híbrida” atribuidas a Rusia. Estos episodios refuerzan un sesgo regulatorio precautorio y priorizan capacidades anti-UAS e identificación remota antes de abrir masivamente la operación comercial de taxis voladores en ciudades europeas y estadounidenses.

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Qué viene ahora: del turismo a la utilidad pública
China ya perfila nuevos usos: logística ligera, emergencias médicas y, más adelante, servicios urbanos/airport shuttles cuando la normativa permita vuelos punto-a-punto entre vertipuertos. EHang avanza incluso en variantes de mayor alcance (como el proyecto VT35) y en expansión internacional (primeros demos en África), mientras la presión competitiva empuja a Occidente a acelerar sandboxes y cofinanciar infraestructura (vertipuertos, comunicaciones, gestión U-space). La curva de costes debería caer con escala industrial, acercando precios por asiento-km a franjas comparables (o inferiores) a las de helicóptero.

La foto de hoy, en cinco claves

  1. Licencias comerciales: China otorgó los primeros AOC para eVTOL autónomos de pago (EHang y su operador asociado).

  2. Operación real: rutas turísticas y de corta distancia ya en servicio (Guangzhou/Hefei) y trials en Shanghái; infra dedicada en Shenzhen.

  3. Tecnología: eléctricos, silenciosos, biplaza hoy; más capacidad a medio plazo; 30–35 km de alcance típico.

  4. Mercado: la UAM podría alcanzar 210.000 M$ en 2045; quien acumule operaciones fijará estándares.

  5. Riesgo: la seguridad y la geopolítica (incursiones de drones) ralentizan a Europa y EE. UU.

 

 

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