El debate sobre la defensa colectiva vuelve al centro de Europa

El artículo 5 de la OTAN bajo presión: ¿qué significa realmente ir a la guerra?

Las maniobras rusas y la tensión en la frontera polaca han reabierto la gran pregunta en Europa: ¿qué supone invocar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte? El principio de defensa colectiva es el eje de la Alianza, pero su aplicación práctica deja más dudas que certezas en un escenario de guerra híbrida y unidad europea en entredicho.

¿Cómo sería una aplicación del artículo 5 de la OTAN? ¿Estamos preparados para ir a la guerra?

La escalada de tensión en el este de Europa ha devuelto al primer plano una cuestión incómoda: ¿está la OTAN preparada para activar su artículo más sensible, el número 5? Mientras Alemania pone en alerta a todo su ejército y Polonia despliega 40.000 soldados en la frontera con Bielorrusia, Francia marca como fecha límite marzo de 2026 para tener listos todos sus hospitales “por si hay guerra”. La realidad es que los líderes europeos se ven obligados a enfrentarse a una pregunta que parecía lejana: ¿qué significa, en la práctica, ir a la guerra?

El artículo 5, corazón del Tratado del Atlántico Norte, establece el principio de defensa colectiva: un ataque armado contra uno de sus miembros se considera un ataque contra todos. Pero la letra pequeña abre la puerta a múltiples interpretaciones. Primero, el “umbral del ataque”. ¿Qué constituye realmente una agresión? ¿Un dron que cruza el espacio aéreo polaco por error? ¿Un ciberataque que paraliza infraestructuras críticas? ¿Un sabotaje energético? La guerra ya no se libra solo con tanques y aviones, y ahí surge la ambigüedad.

La segunda cuestión es la respuesta. El tratado habla de asistir al país atacado con las medidas que cada miembro considere necesarias: envío de tropas, apoyo logístico, ayuda económica o armamento. En otras palabras, no existe una obligación automática de desplegar soldados, sino un compromiso de ayuda que depende de la voluntad política de cada Estado. Un matiz fundamental que pone a prueba la unidad real de la Alianza.

La única vez que se aplicó el artículo 5 fue tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Desde entonces, nunca se ha vuelto a invocar. La diferencia ahora es que la amenaza no es un ataque terrorista externo, sino un pulso directo con Rusia en suelo europeo. La fotografía actual muestra un tablero delicado: maniobras militares rusas en marcha, Alemania en máxima alerta y la frontera oriental de la OTAN blindada.

El debate sobre el artículo 5 no es un ejercicio teórico. Es la línea roja que define la credibilidad de la Alianza. Pero también expone sus fisuras: ¿todos los países estarían dispuestos a responder con la misma intensidad? ¿Qué pasaría si la agresión se produce en territorios ambiguos como Svalbard o mediante ciberataques invisibles? La gran incógnita no es solo cómo reaccionaría Europa, sino si lo haría unida. Y esa es la carta que, según analistas, Vladimir Putin sigue poniendo sobre la mesa.

En última instancia, el artículo 5 fue concebido para restablecer la seguridad en el Atlántico Norte. Hoy, en un escenario donde la guerra híbrida y la desinformación difuminan las fronteras de lo que es un ataque armado, la verdadera batalla está en definir el umbral. Porque más allá de las maniobras, la pregunta que pesa sobre Bruselas, Berlín y Varsovia es tan simple como inquietante: ¿estamos preparados para ir a la guerra?

Comentarios