Tensión al límite en el norte de Israel tras el impacto de un cambio estratégico en el sur del Líbano

El ataque al mando militar de Hezbollah impulsa al Israel Defense Forces hacia un nuevo frente de alerta geopolítica

La eliminación del jefe de Estado Mayor del grupo libanés Hezbollah, Haytham Ali Tabatabai, en Beirut, ha desencadenado una movilización preventiva de las fuerzas israelíes en la frontera norte. La operación, catalogada como un golpe estratégico al ala militar del movimiento iraní-respaldado, ha elevado el nivel de alerta sin que por el momento se modifiquen directamente las instrucciones para la población civil en la zona, lo que refleja una combinación de disuasión y prudencia diplomática.
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EPA/JACK GUEZ

El ataque sobre el barrio de Haret Hreik, en los suburbios del sur de Beirut, no es un bombardeo más en la crónica del conflicto entre Israel y Hezbollah. La figura de Haytam Ali Tabatabai, considerado jefe de Estado Mayor del grupo chií respaldado por Irán, lo sitúa en el núcleo duro de la estructura militar de la organización. Su muerte supone un golpe simbólico y operativo: descabeza parte del mando, altera cadenas de decisión y envía un mensaje directo tanto a Beirut como a Teherán.

Según la información difundida por corresponsales militares en la región, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) se preparan para un posible ataque desde territorio libanés tras la operación. La Fuerza Aérea ha reforzado los sistemas de defensa en el norte del país ante la eventualidad de lanzamientos de cohetes o misiles por parte de Hezbollah. Sin embargo, el ejército no ha emitido todavía un comunicado oficial detallado sobre el operativo, lo que encaja con la lógica de ambigüedad calculada que Israel suele aplicar en este tipo de acciones.

Un elemento clave para entender el momento es que, pese a la escalada latente, el Mando del Frente Interior no ha modificado sus instrucciones a los civiles. No se han ordenado evacuaciones masivas, ni cambios en la actividad económica ni restricciones extraordinarias más allá de las habituales en las zonas próximas a la frontera. Ese matiz indica que, por ahora, Israel busca una postura de máxima alerta militar sin disparar el pánico social ni enviar una señal inequívoca de guerra abierta.

Tabatabai estaba vinculado a las unidades de élite de Hezbollah y a la coordinación de operaciones externas. Para Israel, su figura encarnaba la capacidad del grupo para ejecutar ataques de alta intensidad en la frontera norte e incluso más allá. Desde la óptica israelí, neutralizar a un perfil de este nivel es una forma de limitar la proyección ofensiva del movimiento y, al mismo tiempo, de recordar que sus líderes no están a salvo ni siquiera en zonas consideradas “santuario” dentro de Beirut.

En el terreno político, la operación aumenta la presión sobre el Gobierno libanés, que apenas tiene control real sobre las decisiones militares de Hezbollah pero sufre las consecuencias económicas y sociales de cualquier escalada. El país arrastra una crisis financiera profunda, con una moneda debilitada, un sistema bancario frágil y una clara dependencia de la estabilidad regional para atraer inversión, turismo y ayuda internacional. Cualquier deterioro de la seguridad en el sur y en la capital encarece aún más ese escenario.

Para los mercados internacionales, la clave está en la capacidad del conflicto de desbordar el eje Israel-Líbano y arrastrar de forma más directa a Irán o a otros actores regionales. Una espiral de ataques y represalias sostenida en el tiempo podría presionar el precio del petróleo, afectar a rutas marítimas en el Mediterráneo oriental y aumentar las primas de riesgo en economías ya sensibles a la volatilidad geopolítica. Los inversores con exposición en infraestructuras energéticas, transporte y seguros en Oriente Medio seguirán de cerca cada movimiento.

El corto plazo se jugará en tres planos: la respuesta militar concreta de Hezbollah, la gestión de la narrativa por parte de Israel y la capacidad de los mediadores internacionales para evitar una escalada descontrolada. Una represalia limitada, contenida en el número y alcance de los ataques, podría mantener el conflicto en el terreno de la “guerra de baja intensidad”. Sin embargo, un error de cálculo, un impacto masivo sobre población civil o un ataque que afecte a infraestructuras críticas podrían desencadenar un ciclo mucho más difícil de frenar.

 

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