Avi Loeb y el enigma de 3I/Atlas: ¿cometa extremo o artefacto tecnológico?
El astrónomo Avi Loeb analiza 12 anomalías detectadas en el objeto interestelar 3I/Atlas que podrían indicar una naturaleza tecnológica en lugar de ser un cometa natural. Entre los puntos clave están su trayectoria precisa, composición inusual y relación con la señal WOW.
¿Estamos ante un misterio cósmico sin precedentes o frente a una interpretación forzada de los datos? El astrofísico Avi Loeb, una de las voces más controvertidas de la disciplina, ha vuelto a situar en el centro del foco al objeto interestelar 3I/Atlas, al que atribuye una serie de irregularidades difíciles de encajar en los modelos clásicos de cometas. Entre ellas, una trayectoria inusualmente precisa, una masa descomunal respecto a otros visitantes extrasolares, un contenido anómalo de níquel y un comportamiento frente al Sol que, según su análisis, no encaja bien con la física cometaria estándar.
Más allá del impacto mediático de sus propuestas, Loeb plantea un conjunto de cuestiones que tensionan los límites de lo que la astrofísica da hoy por sentado y reavivan un debate que es tanto científico como filosófico: qué estamos viendo realmente cuando un objeto interestelar cruza nuestro Sistema Solar y hasta dónde estamos dispuestos a considerar hipótesis tecnológicas.
Un visitante interestelar bajo sospecha
3I/Atlas se ha ganado por derecho propio un lugar en la historia reciente de la astronomía: es el tercer objeto interestelar identificado tras ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Su órbita hiperbólica confirma que no está ligado gravitatoriamente al Sol: entra, atraviesa nuestro vecindario y se pierde hacia el espacio profundo.
Loeb sostiene que, en este caso, hay elementos que se alejan de lo esperable en un cuerpo natural expulsado del disco de otro sistema planetario. Según su descripción, la precisión de la trayectoria de 3I/Atlas no encaja con el carácter caótico que cabría esperar de un fragmento de roca o hielo interestelar: se comporta como si su recorrido estuviera “demasiado afinado”, casi dirigido o controlado, un matiz que para él merece atención especial.
Doce anomalías que incomodan a la ortodoxia
En su análisis, Loeb ha llegado a recopilar hasta 12 anomalías asociadas a 3I/Atlas. No todas se han detallado públicamente con el mismo grado de precisión, pero el mensaje general es claro: el objeto, tal como se observa hoy, “hace ruido” frente a las explicaciones estándar.
Entre los puntos que destaca se encuentran la mencionada trayectoria inusualmente precisa, el comportamiento de su masa antes y después del perihelio, la composición química inferida a partir de las observaciones y la posible coincidencia direccional con una señal histórica como la WOW. En conjunto, Loeb sugiere que, al menos como ejercicio intelectual, vale la pena considerar si no estaríamos ante algo distinto de un cometa convencional.
Masa y composición: el argumento “industrial”
Uno de los aspectos más llamativos del planteamiento de Loeb es la masa atribuida al núcleo de 3I/Atlas. Según su interpretación, el objeto tendría una masa aproximadamente un millón de veces superior a la de otros visitantes interestelares conocidos, una diferencia tan grande que descoloca a los investigadores acostumbrados a trabajar con escalas mucho más modestas.
A este dato se suma la cuestión de la composición. Loeb subraya un contenido de níquel mucho mayor que el de hierro, un patrón que, a su juicio, recuerda a ciertos procesos industriales más que a una simple mezcla de materiales primordiales. La conclusión que sugiere —siempre en clave hipotética— es que podríamos estar ante materia procesada artificialmente, lo que elevaría la posibilidad de un artefacto tecnológico y no solo de un cuerpo natural extraño.
Otro elemento que ha alimentado la discusión es el posible vínculo direccional con la célebre señal WOW, detectada en 1977 y aún sin explicación concluyente. Según Loeb, 3I/Atlas habría llegado desde la misma región del cielo desde la que se emitió aquella señal de radio anómala, que durante décadas ha sido objeto de especulación como posible indicio de actividad inteligente.
La hipótesis que se insinúa es evidente: si tanto una señal inexplicada como un objeto físicamente anómalo proceden de una dirección coincidente, quizá no estemos ante simples casualidades estadísticas, sino ante piezas de un mismo rompecabezas. Por el momento, sin embargo, se trata de una asociación sugerente, no de una prueba.
La masa que no se evapora
En el terreno puramente físico, uno de los argumentos que Loeb pone sobre la mesa tiene que ver con el paso de 3I/Atlas cerca del Sol. Un cometa convencional debería perder un porcentaje significativo de su masa por evaporación de hielos y liberación de polvo. En este caso, los cálculos apuntarían a una pérdida esperable del orden del 13 %, que no se habría observado.
Esa resistencia a la desintegración, según el astrofísico, debilitaría la hipótesis de un cometa natural “al uso” frente a explicaciones más exóticas. Si el objeto no se comporta térmicamente como un cometa típico, cabe preguntarse —plantea Loeb— si su estructura no estaría basada en materiales o diseños ajenos a los procesos naturales conocidos.
Ciencia, escepticismo y el vértigo de lo extraordinario
Las 12 anomalías señaladas por Loeb no solo abren un debate técnico dentro de la comunidad astronómica, sino también un interrogante más amplio: ¿estamos preparados para aceptar la posibilidad de tecnología extraterrestre cruzando nuestro Sistema Solar?
La prudencia científica aconseja mantener un escepticismo robusto ante cualquier afirmación extraordinaria, y la historia de la ciencia está llena de fenómenos “misteriosos” que acabaron encajando en marcos naturales una vez mejorados los datos. Pero también es cierto que casos como el de 3I/Atlas empujan los límites de lo que estamos dispuestos a considerar y obligan a refinar nuestras herramientas teóricas y observacionales.
Si algún día se confirmase que un objeto como 3I/Atlas es efectivamente un visitante artificial, el impacto sería difícil de exagerar: cambiaría nuestra comprensión de la vida inteligente en el universo, de la tecnología y del propio lugar de la humanidad en el cosmos. Por ahora, 3I/Atlas sigue en el terreno de lo enigmático, suspendido entre las explicaciones naturalistas y unas posibilidades más exóticas que, aunque lejanas, ya no se descartan de plano en el debate público.