Carrera armamentística | Poder naval y disuasión nuclear

Rusia muestra los dientes al mundo: el submarino “Khabarovsk” abre una nueva era en la guerra bajo el mar

Moscú ha sacado a la luz el “Khabarovsk”, un submarino nuclear diseñado para portar los torpedos estratégicos Poseidón, capaces de generar tsunamis radiactivos. El lanzamiento, encabezado por el ministro de Defensa Andrei Belousov, refuerza la apuesta del Kremlin por su poder naval y eleva la tensión en la geopolítica del Ártico y del Pacífico.

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EPA/ALEXANDER KAZAKOV / SPUTNIK / KREMLIN POOL

Rusia ha vuelto a demostrar que la disuasión no solo se mide en misiles, sino también en lo que se oculta bajo las aguas. Este sábado, el Ministerio de Defensa presentó oficialmente el “Khabarovsk”, un nuevo submarino nuclear construido en los astilleros Sevmash y considerado una de las piezas más secretas del arsenal ruso. El acto, presidido por el ministro Andrei Belousov, marcó el inicio de las pruebas marítimas de un navío descrito por Moscú como un “crucero de misiles estratégicos pesado” dotado de armamento submarino y sistemas robóticos de última generación.

Aunque el discurso oficial evitó mencionar abiertamente su capacidad, todo apunta a que el Khabarovsk está diseñado para lanzar los torpedos Poseidón, una de las armas más temidas del planeta. Este dispositivo —de propulsión nuclear y alcance prácticamente ilimitado— podría portar una cabeza nuclear y desplazarse de manera autónoma durante miles de kilómetros bajo el agua, con la capacidad teórica de generar olas radiactivas capaces de devastar costas enteras. La existencia del Poseidón fue reconocida por el propio Vladimir Putin en 2018, y su despliegue ha sido interpretado por analistas occidentales como el regreso de la disuasión total al siglo XXI.

Belousov definió el lanzamiento como “un momento histórico que demuestra la fuerza tecnológica y defensiva de la Federación Rusa”. En la ceremonia participaron altos mandos de la Marina, como el almirante Alexander Moiseyev, y representantes del Rubin Central Design Bureau, la oficina de diseño responsable del proyecto. El ministro también aprovechó su visita a los astilleros para inspeccionar avances en buques de patrulla y submarinos de clase ártica, entre ellos el Ivan Papanin, pieza clave para las operaciones de Moscú en el norte polar.

La presentación del Khabarovsk no es un gesto aislado. Llega en un momento en que Rusia acelera la modernización de su flota y refuerza su presencia en el Ártico, donde la competencia por los recursos y las rutas marítimas se ha intensificado tras la invasión de Ucrania. El Kremlin considera ese territorio una frontera estratégica y ha reactivado bases militares congeladas desde la Guerra Fría. Mientras tanto, la OTAN incrementa su vigilancia y ejercicios conjuntos en el norte de Noruega y Finlandia, lo que convierte al Ártico en el nuevo tablero silencioso del poder global.

Para los expertos, la botadura del Khabarovsk envía un mensaje político en un lenguaje inequívoco: Moscú sigue ampliando su arsenal de segunda respuesta, incluso cuando las negociaciones sobre control de armas nucleares están prácticamente rotas. Con este submarino, Rusia no solo amplía su capacidad de disuasión, sino que introduce una variable impredecible en la ecuación estratégica: la guerra submarina autónoma, donde inteligencia artificial, energía nuclear y movilidad ilimitada podrían borrar los límites entre defensa y amenaza.

El mundo observa con inquietud. En un contexto de tensiones crecientes y diplomacia congelada, la aparición del Khabarovsk podría marcar un punto de inflexión. Bajo las aguas heladas del norte, una nueva carrera armamentística ya ha comenzado.

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