3I/ATLAS: El cometa interestelar que podría desvelar los secretos más antiguos del cosmos
La astrofísica Tessa Frinke detalla en Negocios TV los secretos del cometa interestelar 3I/ATLAS, destacando la relevancia científica de sus materiales y el futuro de las exploraciones espaciales.
En medio del vasto silencio del universo, un viajero de otro sistema solar se aproxima a nosotros. Se llama 3I/ATLAS, y su paso por nuestro vecindario cósmico podría ofrecer algo más que un espectáculo astronómico: la posibilidad de mirar, por un instante, hacia los orígenes mismos del cosmos. Según la astrofísica Tessa Frinke, investigadora de la Universidad de Michigan, este cometa representa “una oportunidad única para estudiar material que no nació bajo las condiciones del Sol”, una especie de testigo fósil de otro rincón del universo.
Lo que diferencia a 3I/ATLAS de los demás cometas es su naturaleza interestelar. Al igual que ʻOumuamua (2017) y Borisov (2019), proviene de fuera del sistema solar, pero con una particularidad: su actividad es mucho más intensa, y viaja a velocidades que superan los 60 km por segundo. En otras palabras, es un proyectil cósmico cargado de información que se aproxima lo suficiente como para ser analizado antes de desaparecer para siempre.
Un mensaje químico desde otro sol
Los cometas suelen ser cápsulas de tiempo que conservan los materiales primordiales con los que se formaron los sistemas planetarios. En este caso, 3I/ATLAS no guarda los secretos del nuestro, sino de otro sistema solar completamente diferente. Frinke explica que los primeros análisis espectroscópicos han detectado trazas de agua, dióxido de carbono y monóxido de carbono, elementos esenciales para la formación de planetas y, potencialmente, de vida.
“El estudio de sus gases podría ayudarnos a entender cómo se formaron las condiciones para la vida en otros lugares del universo”, comenta Frinke. Lo que para la vista humana parece una estela de polvo y luz es, en realidad, un compendio de datos sobre la química de mundos que quizás nunca conoceremos.
¿No resulta poético que algo tan fugaz traiga consigo los ladrillos originales de la existencia? Cada molécula liberada de su núcleo helado es una pista hacia el pasado remoto, un fragmento del mapa que conecta los sistemas estelares.
Entre la ciencia y la especulación
Como ocurrió con ʻOumuamua, no han faltado teorías que rozan lo fantástico. El profesor Avi Loeb, de Harvard, insinuó que el 3I/ATLAS podría tener un origen artificial, quizás un artefacto interestelar fabricado por una civilización avanzada. Pero la evidencia científica, hasta ahora, no respalda esa hipótesis.
“Los patrones de emisión y la formación de su cola al acercarse al Sol son perfectamente consistentes con los de un cometa natural”, señala Frinke. En otras palabras: no es una nave, sino una roca helada que sigue las leyes de la física con una elegancia abrumadora. Esta claridad es importante, no solo para desterrar la especulación, sino para reafirmar que los descubrimientos más extraordinarios no necesitan adornos de ciencia ficción.
La nueva frontera de la astronomía
El caso de 3I/ATLAS no es un evento aislado, sino la antesala de una era de descubrimientos. Con el próximo lanzamiento del telescopio Vera C. Rubin, los astrónomos esperan detectar uno o dos objetos interestelares cada año, algo impensable hace apenas una década. Esta nueva generación de observatorios promete ampliar los límites de lo que sabemos sobre los sistemas planetarios más allá del nuestro.
Y no se trata solo de observar. Se están diseñando misiones de intercepción interestelar: sondas capaces de alcanzar a estos objetos en pleno tránsito para analizar directamente su composición. Una de ellas, propuesta por la ESA, podría despegar en la próxima década. Si tiene éxito, sería la primera vez que la humanidad estudia de cerca un mensajero de otro sistema estelar.
El paso fugaz del viajero
El 3I/ATLAS alcanzará su punto más cercano a la Tierra el 19 de diciembre de 2025, antes de seguir su camino fuera del sistema solar. Durante noviembre y diciembre, los telescopios terrestres y espaciales centrarán su mirada en él, intentando observar su núcleo, hasta ahora oculto tras una densa coma de gas y polvo.
Frinke destaca que este periodo será “crucial para comprender su estructura interna y comparar sus propiedades con las de los cometas del sistema solar”. Lo que se obtenga en esos días podría alimentar modelos teóricos durante años.
El paso de 3I/ATLAS no solo representa un fenómeno astronómico: es un recordatorio de nuestra insignificancia y conexión cósmica. En una época donde las noticias miran hacia la Tierra y sus conflictos, este visitante silencioso nos obliga a levantar la vista.
Entre la eternidad y el asombro
Quizás, dentro de milenios, este cometa vuelva a cruzar otro sistema estelar, llevando consigo los residuos químicos de su encuentro con el nuestro. Para entonces, la humanidad habrá cambiado —si es que sigue existiendo—, pero su legado quedará inscrito en los datos y las imágenes que hoy comenzamos a registrar.
El 3I/ATLAS nos recuerda que, a veces, las respuestas más antiguas del universo llegan disfrazadas de polvo y luz, cruzando la oscuridad sin intención de quedarse. Y aunque su visita sea breve, lo que deja tras de sí es un espejo en el que podemos intuir de dónde venimos… y hacia dónde podríamos ir.