Drones, cazas rusos y planes nucleares: la tensión escala en el Báltico y el corazón de Europa
Europa afronta un escenario de creciente inestabilidad con varios frentes abiertos. En las costas de Dinamarca, un buque de desembarco ruso, el Alexander Savalin, fue avistado tras permanecer días con su sistema de rastreo apagado en aguas cercanas a la frontera marítima danesa. El avistamiento coincidió con misteriosos vuelos de drones sobre aeropuertos daneses, incluido el cierre temporal del aeropuerto de Aalborg, y episodios similares en Copenhague y en Oslo, lo que ha disparado las alertas de seguridad aérea en la región nórdica.
En paralelo, el presidente ruso, Vladímir Putin, se reunió en Moscú con su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, en un encuentro que evidenció la solidez de la alianza entre ambos países. Putin destacó que Bielorrusia obtiene ya cerca del 40% de su electricidad de la planta nuclear construida con Rosatom y confirmó que especialistas bielorrusos participan en proyectos nucleares en terceros países. Lukashenko fue más allá y propuso construir una nueva central en el este de Bielorrusia, con la posibilidad de suministrar electricidad a territorios ocupados en Ucrania como Jersón, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk. El líder bielorruso subrayó que la demanda de electricidad crecerá por el auge de los vehículos eléctricos y de los centros de inteligencia artificial, y aseguró que la financiación “no será un problema” siempre que haya consumidores.
Mientras tanto, en el frente militar, la OTAN denunció que cinco cazas rusos violaron el espacio aéreo aliado sobre Lituania, lo que obligó a la intervención de dos aviones húngaros de la Misión de Policía Aérea del Báltico, apoyada por contingente español. La Alianza Atlántica precisó que se trataba de tres MIG-31, un SU-30 y un SU-35, interceptados antes de penetrar más en espacio aliado. Diplomáticos europeos advirtieron al Kremlin de que la OTAN está preparada para responder “con toda su fuerza” si se repiten estas violaciones, incluso con el derribo de aeronaves rusas, algo que marcaría una escalada sin precedentes. Moscú, sin embargo, negó las acusaciones.
Mark Rutte, secretario general de la OTAN, reconoció que Occidente afronta una asimetría de costes insostenible: “no podemos derribar drones de 1.000 dólares con misiles que cuestan medio millón”. Subrayó que la Alianza está aprendiendo de la experiencia ucraniana para desarrollar sistemas más baratos y efectivos, aunque admitió que a corto plazo “no se cuenta con el equipamiento adecuado”.
La tensión también se trasladó a Francia, donde drones desconocidos sobrevolaron la base militar de Murmelón-Legran, utilizada para entrenar soldados ucranianos y en la que funciona un centro de formación de drones. El Ejército francés calificó el incidente de “excepcional”, sin pruebas por ahora de injerencia extranjera. Al mismo tiempo, Polonia emitió una advertencia a sus ciudadanos para que abandonen Bielorrusia “lo antes posible”, tras denunciar detenciones arbitrarias y el riesgo creciente por la concentración de fuerzas militares rusas y bielorrusas en la zona fronteriza.
En un contexto de múltiples fricciones, la narrativa oficial de Moscú busca proyectar control y normalidad, mientras que las capitales europeas refuerzan sus mecanismos de alerta. Entre el despliegue naval encubierto, las incursiones aéreas y el refuerzo de la cooperación nuclear con Bielorrusia, la región se adentra en un equilibrio cada vez más inestable. La incógnita es si los canales diplomáticos lograrán contener una escalada que amenaza con trasladar el conflicto más allá de Ucrania.