Putin lo admite: Rusia derribó por error un avión civil mientras cazaba drones ucranianos
En una inesperada declaración durante la cumbre de la CEI en Dushanbé, Vladimir Putin reconoció que el accidente del vuelo 8243 de Azerbaijan Airlines en diciembre de 2024 se produjo mientras las defensas aéreas rusas perseguían drones ucranianos. El Kremlin asume por primera vez una “responsabilidad técnica” en el siniestro que costó decenas de vidas.
Vladimir Putin sorprendió este jueves con una confesión que sacude la narrativa oficial rusa. En conversación con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, el mandatario ruso admitió que el vuelo 8243 de Azerbaijan Airlines (AZAL) se estrelló como consecuencia indirecta de una operación de defensa aérea rusa. Según sus propias palabras, “cuando las defensas alcanzaron a los drones ucranianos, los restos impactaron contra el avión comercial, provocando su caída”.
El siniestro, ocurrido el 25 de diciembre de 2024, había sido un misterio desde el primer momento. El Boeing de AZAL desapareció de los radares poco después de entrar en el espacio aéreo ruso, y las autoridades de Moscú se limitaron entonces a calificar el hecho de “tragedia aérea en investigación”. Hasta hoy, el Kremlin no había ofrecido explicación alguna sobre la causa real del accidente.
Putin reconoció que hubo “fallos técnicos” en el sistema de defensa aérea durante la operación, que terminó con el derribo de dos drones ucranianos que supuestamente habían ingresado al territorio ruso. El presidente añadió que “la parte rusa hará todo lo necesario en materia de compensación”, una frase que en lenguaje diplomático equivale a aceptar la responsabilidad de los hechos.
Las palabras de Putin llegan en un momento de alta tensión militar entre Moscú y Kiev, con ataques cruzados casi diarios en las regiones fronterizas. Pero el caso del vuelo 8243 va mucho más allá: abre un frente diplomático con Azerbaiyán, un país que ha mantenido hasta ahora una posición de equilibrio entre Rusia y Occidente.
Fuentes cercanas al Gobierno azerí confirmaron que Bakú exige una investigación internacional independiente para esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades. “La seguridad aérea no puede ser víctima de errores militares”, declararon fuentes diplomáticas a medios locales.
El reconocimiento de Putin también genera inquietud entre los aliados de Rusia en la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Algunos líderes, presentes en la cumbre de Dushanbé, mostraron incomodidad por la admisión pública de un error que podría poner en cuestión la fiabilidad del sistema de defensa ruso, considerado hasta ahora uno de los más avanzados del mundo.
La tragedia del vuelo 8243 dejó decenas de víctimas mortales y marcó uno de los episodios más oscuros del tráfico aéreo civil en la región. Los restos del avión fueron hallados en una zona rural al sur de Astracán, en medio de condiciones meteorológicas estables, lo que desde el principio descartó causas climáticas.
Con esta revelación, el Kremlin rompe meses de silencio y se enfrenta a una ola de críticas internas y externas. Para muchos observadores, la admisión es una jugada política calculada para contener la presión diplomática y mostrar una imagen de “transparencia controlada”. Sin embargo, el costo reputacional puede ser alto: reconocer un fallo militar que provocó una catástrofe civil golpea directamente la narrativa de control absoluto que el gobierno ruso ha tratado de mantener desde el inicio de la guerra en Ucrania.
La promesa de compensación a las familias, aunque significativa, no borra las preguntas que quedan en el aire: ¿por qué un avión comercial sobrevolaba una zona activa de defensa? ¿Hubo una falta de coordinación entre aviación civil y militar? ¿Y cuántos episodios similares podrían haberse ocultado en el último año?
Por primera vez, Putin admite que una operación militar rusa provocó víctimas civiles fuera del frente de guerra. Un reconocimiento que, más allá de lo político, revela el coste humano de una escalada que ya no conoce fronteras.