Trump amplía el plazo para definir el futuro de la popular red social china.
La disputa entre Estados Unidos y China en torno a TikTok suma un nuevo capítulo. La Casa Blanca confirmó que la prohibición de la aplicación, inicialmente prevista para el 17 de septiembre, se extenderá hasta el 16 de diciembre, lo que otorga cerca de tres meses adicionales para que ambas partes puedan cerrar un acuerdo.
La medida, que afecta a una de las redes sociales más populares entre los jóvenes estadounidenses, se enmarca en el debate sobre la seguridad nacional y el control de los datos que maneja la plataforma, propiedad de la empresa china ByteDance. Desde hace más de un año, Washington sostiene que TikTok representa un riesgo al permitir el acceso de Pekín a información sensible de millones de usuarios.
El anuncio del retraso se interpreta como un gesto pragmático. Según un reporte de CNBC, las delegaciones de ambos países necesitan entre 30 y 45 días adicionales para lograr un pacto viable. En ese plazo se definirían las condiciones de funcionamiento de TikTok en territorio estadounidense, con el objetivo de garantizar que la aplicación pueda seguir operando sin comprometer la seguridad nacional, pero también sin romper con los intereses económicos de una plataforma que genera miles de empleos y millones en publicidad digital.
El dilema al que se enfrenta Washington es evidente. Por un lado, existe una presión política y social para demostrar firmeza frente a China, evitando que empresas tecnológicas de ese país acumulen datos estratégicos en suelo estadounidense. Por otro, TikTok se ha convertido en un actor central del ecosistema digital en Estados Unidos, con más de 150 millones de usuarios activos mensuales y una fuerte presencia entre anunciantes, creadores de contenido y consumidores.
El retraso hasta diciembre refleja la complejidad de la negociación. No se trata únicamente de prohibir o permitir la aplicación, sino de establecer un marco legal y tecnológico que garantice un mayor control estadounidense sobre los datos. Entre las opciones que se han puesto sobre la mesa está la venta parcial de las operaciones de TikTok en Estados Unidos a una empresa local, o la implementación de sistemas de auditoría tecnológica que supervisen de forma continua cómo se almacenan y procesan los datos de los usuarios.
Desde la perspectiva china, la presión sobre ByteDance se interpreta como parte de la guerra tecnológica que enfrenta a ambas potencias. Pekín ha defendido públicamente a la empresa y considera que las medidas estadounidenses buscan debilitar la competitividad de sus compañías digitales en el exterior. Para China, el caso TikTok se suma a una serie de restricciones más amplias que incluyen el veto a Huawei y otras empresas vinculadas al sector tecnológico y de telecomunicaciones.
En este contexto, el nuevo plazo hasta el 16 de diciembre se convierte en una cuenta atrás cargada de incertidumbre. Si no se logra un acuerdo, Estados Unidos podría ejecutar la prohibición definitiva de la aplicación, lo que supondría un terremoto digital y económico. Por un lado, millones de usuarios perderían acceso a una de sus plataformas favoritas. Por otro, los creadores de contenido y las marcas que dependen de TikTok como canal de marketing verían comprometida una parte importante de su actividad.
De momento, la estrategia de la Casa Blanca es clara: ganar tiempo para asegurar que cualquier decisión cuente con respaldo legal, técnico y político. Para la administración estadounidense, el desafío no es menor: debe equilibrar las exigencias de seguridad nacional con las implicaciones económicas y sociales de restringir una aplicación profundamente integrada en la vida digital de millones de ciudadanos.
El desenlace, que se espera antes de finales de año, marcará un precedente clave en la relación entre Estados Unidos y China y en la regulación de las grandes plataformas digitales globales. Lo que ocurra con TikTok en los próximos meses no solo afectará a una red social, sino que podría redefinir los límites de la soberanía digital en la era de la competencia tecnológica entre potencias.