El presidente de EE. UU. eleva la presión sobre la UE

Trump aprieta a Europa en la ONU: “Dejen de comprar energía rusa”

Donald Trump aprovechó su regreso a la tribuna de Naciones Unidas para lanzar un mensaje directo a Europa: seguir comprando petróleo y gas a Rusia es “inexcusable” y “embarazoso” porque “financia la guerra contra ustedes mismos”.

Trump aprieta a Europa en la ONU: “Dejen de comprar energía rusa”

EPA/SARAH YENESEL
Trump aprieta a Europa en la ONU: “Dejen de comprar energía rusa” EPA/SARAH YENESEL

En su intervención ante la Asamblea General, el presidente estadounidense dijo que Washington está listo para una “ronda muy fuerte de aranceles” sobre Rusia y pidió a los socios europeos que acompañen ese endurecimiento. La idea no es nueva en su agenda de presión diplomática, pero el tono y el foro le dieron otra dimensión: lo dijo en Nueva York y con los líderes europeos escuchando, en una semana dominada por la seguridad energética y la guerra de Ucrania. Reuters había adelantado que la Casa Blanca llevaba días haciendo lobby para que Europa cortara de raíz las compras de crudo ruso; hoy Trump lo convirtió en titular global. 

El reproche sistémico de Washington llega cuando Bruselas mueve ficha. La Comisión Europea trabaja en el 19º paquete de sanciones e incluso ha planteado adelantar el calendario para dejar de importar GNL ruso al 1 de enero de 2027, un año antes de lo previsto, como parte de la estrategia para asfixiar los ingresos energéticos del Kremlin. En ese paquete, la señal es clara: menos grietas y más coherencia con el esfuerzo bélico de Ucrania. La discusión todavía requiere acuerdo político, pero el sentido de la marcha es inequívoco. 

Pese al giro, la foto de 2025 aún refleja una Europa en transición. La dependencia del gas ruso se ha desplomado desde los niveles previos a la invasión, con Noruega como primer suministrador del continente, pero el GNL de Moscú sigue entrando por puertos de España, Bélgica, Países Bajos y Francia, y el gasoducto TurkStream continúa enviando moléculas a Eslovaquia, Hungría y Bulgaria. Es decir, el cordón umbilical no está completamente cortado. 

Los números ayudan a entender la tensión política. En la primera mitad de 2025, Europa batió récord de importaciones de GNL y más de la mitad llegó desde Estados Unidos, mientras que Rusia representó alrededor del 14% del total. La aritmética es contundente: el hueco que deja Moscú lo está llenando, sobre todo, el gas licuado norteamericano. Esto explica por qué el discurso de Trump mezcla seguridad con comercio: es geopolítica, pero también es mercado. 

Al calor de la ONU, también afloraron las fisuras internas europeas. Hungría dejó claro que no piensa cortar el crudo ruso que le llega por la red Druzhba, invocando razones de seguridad de suministro y de infraestructura. Es la resistencia más visible a un corte total y rápido, y confirma que el consenso europeo sobre energía y sanciones sigue siendo imperfecto y sujeto a vetos nacionales. 

La Casa Blanca, por su parte, cuenta con vientos de cola en el corto plazo. Estados Unidos encadenó en agosto su mayor volumen de exportaciones de GNL y mantiene a Europa como su destino preferente, lo que reduce el riesgo de desabastecimiento durante el próximo invierno y da margen a Bruselas para acelerar el desenganche de Rusia sin disparar los precios. El equilibrio, no obstante, es delicado: cuanto más se abarata y abunda el GNL estadounidense, más fácil es cortar la dependencia rusa; pero a medio plazo, el propio éxito exportador de EE. UU. y la oleada global de nuevas plantas podrían tensionar de nuevo los precios si la demanda no acompaña. 

El capítulo geopolítico no se quedó en la energía. Trump dedicó un tramo de su discurso a Israel y Gaza, exigiendo la liberación de los rehenes de Hamás y criticando los recientes reconocimientos europeos al Estado palestino, a los que tildó de premio a la “atrocidad” del 7 de octubre. El presidente estadounidense se alinea así con la parte del bloque que quiere condicionar cualquier avance político en Gaza a la desaparición de Hamás de la ecuación de gobierno, un punto que previsiblemente tensará la relación con capitales como Madrid, Dublín o París. 

¿Qué cambia desde hoy para Europa? A corto plazo, el coste político de seguir importando energía rusa sube varios peldaños. Con Washington marcando el paso y un nuevo paquete de sanciones en cocina, el incentivo para acelerar la desconexión es mayor. El camino técnico —contratos, logística, terminales, precios y almacenamiento— está más despejado que hace dos años. Pero la unidad política será la clave: sin cohesión, el relato de Trump cala; con ella, el continente consolidaría al fin su “independencia estratégica” energética sin dispararse en el pie.

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