Bajo la lupa del Ártico, Canadá reafirma su papel

Anand promete que Canadá vela por un Ártico pacífico ante crecientes tensiones

En la 80.ª Asamblea General de la ONU, la ministra canadiense de Asuntos Exteriores, Anita Anand, declaró que Canadá protegerá su soberanía, modernizará el mando NORAD en colaboración con EE. UU., reforzará su compromiso con la OTAN y trabajará de la mano con los pueblos indígenas para que el Ártico se mantenga como región de paz, cooperación y desarrollo sostenible. En un contexto global marcado por conflictos en Ucrania y Oriente Medio, Anand recalcó la urgencia de actuar con visión estratégica.

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Anand promete que Canadá vela por un Ártico pacífico ante crecientes tensiones - UNITED NATIONS ON YOUTUBE

Desde Nueva York, bajo los reflectores del foro multilateral más relevante, la voz de Canadá resonó con determinación. Consciente del renovado interés geoestratégico en el extremo norte del planeta, la ministra Anand trazó ante la Asamblea un discurso que puede perfilar el rumbo ártico canadiense de los próximos años: no solo como zona de recursos y frontera, sino como espacio de soberanía, seguridad y responsabilidad compartida.

El centro del mensaje fue claro: “Canadá salvaguardará su soberanía, modernizará NORAD con EE. UU., reforzará la OTAN con sus socios, y trabajará con los pueblos indígenas para que el Ártico siga siendo región de paz, cooperación y desarrollo sostenible”. Estas afirmaciones cobran especial relevancia en un momento en el que las tensiones geopolíticas en el Ártico crecen, impulsadas por la apertura de rutas marítimas, el interés por recursos naturales y la expansión del poder proyectado por potencias como Rusia y China.

La modernización del NORAD es un pilar clave para que esa visión no quede en discurso. Desde 2022, Canadá ha comprometido unos 38.600 millones de dólares a lo largo de dos décadas para modernizar el mando aeroespacial norteamericano (NORAD), con inversiones en radares que extiendan la vigilancia hacia latitudes más septentrionales, mejoras en sistemas de mando y control, y refuerzos en infraestructura en el norte del país. En ese sentido, Anand ya había anunciado en años previos que una “actualización generacional” de NORAD era necesaria frente a los nuevos desafíos: misiles hipersónicos, drones furtivos y rutas árticas inaccesibles para los sistemas tradicionales.

Asimismo, el compromiso con la OTAN adquiere una dimensión renovada. Desde Canadá se destaca que el Ártico no debe quedar al margen de la estrategia colectiva del bloque: amenazas en las latitudes norteñas pueden proyectarse hacia el espacio euroatlántico. En ese sentido, Anand ha enfatizado que Canadá contribuirá a la “conciencia del entorno” (awareness) del Ártico en cooperación aliada, además de profundizar su alineamiento con las estrategias de defensa euro-nórdicas.

No menos importante fue el llamado interno: la ministra reafirmó que cualquier estrategia ártica debe incluir la voz, las prioridades y la participación de los pueblos indígenas que habitan el Norte canadiense. En documentos de política canadiense, ese enfoque no es nuevo: se postula que las inversiones en infraestructura, defensa y desarrollo en el norte deben generar beneficios concretos para esas comunidades, en un marco de reconciliación y corresponsabilidad.

Al margen del Ártico, Anand también abordó otros conflictos urgentes. Señaló que la invasión rusa de Ucrania constituye “una violación grave de la Carta de la ONU”, y reiteró el respaldo canadiense a Kiev con ayuda a largo plazo. Sobre el conflicto en Gaza, calificó la crisis humanitaria de “catastrófica” y urgió a facilitar corredores humanitarios, exigir que Israel permita su funcionamiento, y avanzar hacia una solución de dos estados.

La propuesta de Anand no es meramente aspiracional: Canadá lleva años ajustando su política ártica. En 2025, la colaboración con países nórdicos (como Suecia y Finlandia) ha intensificado —no solo en gestión territorial, sino también en defensa, minería del Norte y diplomacia espacio-Ártica— como parte de una estrategia que apunta a reducir la dependencia exclusiva de EE. UU. en el extremo norte.

Queda por delante el desafío de convertir esos grandes compromisos en realidades técnicas, estratégicas y presupuestarias. En los próximos meses será clave observar cómo Ottawa avanza con los programas de modernización de NORAD, qué papel concretan los pueblos indígenas en la ejecución de proyectos árticos, y cómo Canadá articula su diplomacia polar en medio de un tablero internacional en tensión.

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