Irán acusa a EE.UU. de «terrorismo económico» y condiciona cualquier negociación a un respeto mutuo real

En un nuevo capítulo de la larga confrontación entre Teherán y Washington, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, Ismail Baghaei, ha reiterado que las sanciones estadounidenses constituyen un acto de «terrorismo económico», al que califica de ilegal y hostil. Al mismo tiempo, asegura que Irán está dispuesto a negociar, pero solo en un marco de «seriedad» y «respeto», en un contexto marcado por tensiones regionales, la relación con Venezuela y la amenaza de nuevos ataques contra Israel.

Portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Ismail Baghaei, durante una rueda de prensa reciente<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Ismail Baghaei, durante una rueda de prensa reciente

Baghaei cargó contra unas sanciones que, según Irán, no solo castigan a su economía, sino que vulneran la legalidad internacional y afectan de manera directa a la población. Desde esta óptica, Teherán defiende que no renunciará a su demanda central —el levantamiento inmediato de las medidas punitivas—, aunque mantiene abierta la puerta a la vía diplomática, incluso a través de mediadores como Irak. La condición es clara: nada de diálogos de fachada ni imposiciones unilaterales.

La visión iraní: sanciones como «terrorismo económico»

En su comparecencia, Ismail Baghaei no escatimó críticas a Estados Unidos. Calificó las sanciones de coerción ilegítima, diseñadas —en su interpretación— para asfixiar económicamente a Irán y forzar concesiones políticas. Para Teherán, el impacto se traduce en dificultades severas: presión sobre la moneda, restricciones de acceso a mercados y obstáculos para importar bienes esenciales, con repercusiones directas en el nivel de vida y la estabilidad interna.

Al usar el término «terrorismo económico», el régimen persa pretende elevar la disputa al terreno de los principios internacionales, presentando las sanciones no solo como una herramienta geopolítica, sino como una forma de violencia estructural contra la población civil. El objetivo es ganar terreno en la batalla de narrativas y colocar a Washington en el papel de actor que vulnera normas básicas del orden global.

Diplomacia abierta, pero con condiciones

Pese al tono duro, Baghaei insistió en que Irán no renuncia al diálogo. Subrayó que las negociaciones son posibles, siempre que sean «serias y respetuosas», y reconoció el papel de terceros países, como Irak, en facilitar contactos indirectos. Esa disposición se presenta como prueba de que Teherán no busca el aislamiento, sino un marco en el que pueda hablar de tú a tú con Washington.

Sin embargo, el portavoz marcó líneas rojas: no aceptará procesos que funcionen como mera fachada diplomática, ni conversaciones condicionadas por “imposiciones unilaterales”. La lectura desde Teherán es que, si Estados Unidos no muestra voluntad real de revisar su postura sobre las sanciones, cualquier mesa de negociación estaría condenada a ser vista como un ejercicio cosmético, útil solo para ganar tiempo o mejorar la imagen internacional.

¿Negociar o imponer? El dilema para Washington y Teherán

Las palabras de Baghaei reavivan una pregunta central: ¿existe voluntad política en Washington para ajustar su estrategia de presión? Si la respuesta es negativa, Irán se enfrenta al dilema de seguir soportando un régimen de sanciones que considera intolerable o escalar su respuesta en otros frentes, ya sea diplomáticos, económicos o incluso militares.

Para Teherán, retroceder sin contrapartidas supondría un coste interno elevado, alimentando la percepción de debilidad. Para Estados Unidos, ceder sin garantías supondría un mensaje complejo hacia sus aliados en la región y hacia otros países bajo sanciones. El resultado es un tira y afloja en el que cada gesto es leído como síntoma de fuerza o vulnerabilidad.

Venezuela, el Caribe y la batalla por los aliados

En el terreno regional, Baghaei aprovechó para desmentir rumores sobre un posible repliegue diplomático iraní en Caracas. Aseguró que la embajada en Venezuela sigue operando con normalidad, un mensaje que pretende disipar cualquier percepción de distanciamiento en una relación considerada estratégica por ambos gobiernos. Una retirada, admiten en Teherán, podría ser interpretada como una señal de debilidad o de reacomodo forzado por la presión externa.

El portavoz también acusó a Estados Unidos de violar el derecho internacional en el Caribe, al señalar que las sanciones y presiones sobre países aliados de Irán —como la propia Venezuela— forman parte de una escalada de dominación, más que de una defensa neutral de normas globales. De este modo, Teherán conecta su propia situación con la de otros Estados sancionados, intentando construir la imagen de un bloque de países bajo presión por parte de Washington.

Escalada regional: Israel en el horizonte

Las declaraciones sobre “terrorismo económico” se insertan, además, en un contexto de tensión militar en Oriente Medio. Teherán ha deslizado la amenaza de proseguir con sus ataques contra Israel, una advertencia que añade un componente explosivo al cuadro general.

En un escenario donde se superponen sanciones económicas, conflictos por delegación y enfrentamientos directos o indirectos con Israel, cualquier declaración iraní se interpreta en clave de posible escalada. La combinación de presión económica y tensión militar multiplica los riesgos de errores de cálculo que puedan desencadenar episodios de gran impacto en toda la región.

Un pulso de alto riesgo en el tablero internacional

La acusación de «terrorismo económico» contra Estados Unidos no es solo una etiqueta retórica: es una herramienta de posicionamiento en un orden internacional fragmentado, donde el uso de sanciones se ha convertido en uno de los instrumentos centrales de presión geopolítica.

A corto plazo, el discurso de Baghaei apunta a reforzar la cohesión interna en Irán y consolidar el relato de resistencia frente a una agresión externa. A medio y largo plazo, el desenlace dependerá de si ambas partes encuentran algún espacio de convergencia o si el pulso se mantiene en términos absolutos, con el riesgo de arrastrar a terceros países y de encadenar nuevas crisis.

La imagen del portavoz Ismail Baghaei en rueda de prensa, denunciando el “terrorismo económico” y defendiendo a la vez la vía diplomática, resume el equilibrio delicado en el que se mueve Teherán: proyectar firmeza, mantener abiertas algunas puertas y, al mismo tiempo, preparar a su población y a sus aliados para un conflicto político y económico que está lejos de resolverse.

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