Trump ordena un giro industrial en EE.UU. y acusa a Biden de la 'estafa verde'

Donald Trump anuncia inversiones multimillonarias para el sector automotriz en EE.UU., critica las políticas verdes de Biden y ordena un giro industrial inmediato desde el Despacho Oval.

Donald Trump en el Despacho Oval anunciando inversiones industriales en EE.UU.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Donald Trump en el Despacho Oval anunciando inversiones industriales en EE.UU

En un giro que rompe con buena parte del legado regulatorio de Joe Biden, Donald Trump ha anunciado un paquete de medidas destinado a reactivar con fuerza el sector manufacturero estadounidense, con especial foco en la industria automotriz. En su intervención, el presidente cargó contra lo que denomina la “estafa verde” de la administración anterior y reivindicó su agenda arancelaria como motor de la “vuelta de las fábricas” a Estados Unidos.

Ford y Stellantis prometen 18.000 millones para fabricar más en casa

El anuncio llegó acompañado de cifras contundentes. Ford y Stellantis, dos de los gigantes del automóvil, planean invertir en conjunto unos 18.000 millones de dólares para expandir su producción dentro del país.

Ford destinará 5.000 millones a nuevas instalaciones y ampliaciones en Kentucky y Michigan, con el compromiso de crear alrededor de 4.000 empleos directos, principalmente en plantas vinculadas a nuevos modelos y plataformas de próxima generación. Stellantis, por su parte, se ha marcado como objetivo aumentar su capacidad productiva en más de un 50 % y levantar nuevas factorías en suelo estadounidense.

Trump no dudó en atribuir estos planes a sus políticas arancelarias y de presión sobre las importaciones: según su relato, los gravámenes a productos extranjeros habrían devuelto atractivo a la fabricación nacional, forzando a los fabricantes a “volver a casa” para mantener competitividad y acceso al mercado interno.

Reindustrialización como bandera política

Más allá de los números, el mensaje político fue claro: la Casa Blanca quiere presentar esta ola de inversiones como el inicio de una nueva etapa industrial. Trump insistió en que traer producción y empleo de vuelta no solo impulsa el PIB, sino que reduce la dependencia de cadenas de suministro globales frágiles y, en su visión, políticamente peligrosas.

El discurso enlaza con una narrativa de “soberanía económica” que ya ha utilizado en otros frentes, y que ahora se refuerza con anuncios concretos en un sector tan simbólico como el automotriz, ligado históricamente al cinturón industrial del país.

Adiós a los estándares CAFE: la “estafa verde” según Trump

El otro gran eje del anuncio fue regulatorio. Trump confirmó la eliminación de los estándares CAFE (Corporate Average Fuel Economy) endurecidos bajo Biden, unas normas que obligan a los fabricantes a mejorar la eficiencia de consumo de sus vehículos y a acelerar la electrificación de sus gamas.

El presidente calificó estos requisitos como una “nueva estafa verde” que habría disparado los costes de los vehículos eléctricos, ahogado a la industria con burocracia y encarecido el acceso de los consumidores a un coche nuevo. Su promesa: menos trabas regulatorias, más margen para que las empresas decidan su propia hoja de ruta tecnológica.

Según el relato del entorno de Trump, desmantelar estos estándares permitiría abaratar el desarrollo de nuevas tecnologías, incluidos vehículos más limpios, al reducir presión y costes regulatorios. Sus críticos, sin embargo, ven en la medida un claro paso atrás en materia climática.

Choque frontal con el frente climático y regulatorio

Las reacciones no se han hecho esperar. Expertos en cambio climático y organizaciones medioambientales alertan de que relajar los CAFE puede traducirse en más emisiones, menor eficiencia energética y un frenazo en la transición hacia una movilidad menos contaminante.

Desde las industrias verdes y parte del sector tecnológico se cuestiona que la estrategia esté alineada con los compromisos internacionales de reducción de emisiones, y se teme que Estados Unidos pierda terreno en la carrera global por el coche eléctrico y las soluciones de movilidad sostenible.

Un nuevo tablero para la industria automotriz

Trump habla de hasta 70.000 millones de dólares en inversiones vinculadas a su agenda industrial, una cifra que pretende convertir en símbolo de su “renacimiento manufacturero”. El efecto real de estas políticas se medirá en varios frentes a la vez: competitividad de las empresas, creación de empleo, impacto ambiental y equilibrio geopolítico.

Por ahora, lo que sí parece claro es que la industria automotriz estadounidense entra en una nueva fase marcada por menos regulación climática y más incentivos para producir en casa. El dilema será si esta apuesta logra conjugar crecimiento económico con sostenibilidad, o si el péndulo regulatorio terminará generando nuevas tensiones a nivel interno e internacional.

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