Plata

La plata rompe los 75 dólares y arrastra al oro a máximos históricos

La tensión geopolítica y el miedo a la inflación disparan los metales preciosos y obligan a los inversores a replantear sus carteras de cara a 2026

Los metales preciosos caen, la plata se desploma un 5% - UNSPLASH / SCOTT S DALEMINT
Plata UNSPLASH / SCOTT S DALEMINT

En un movimiento que pocos se atrevían a anticipar hace apenas unas semanas, la plata ha superado los 75 dólares por onza, un nivel inédito que reconfigura el mapa de los metales preciosos. Al mismo tiempo, el oro consolida máximos históricos por encima de los 4.500 dólares, con picos intradía en torno a los 4.520 dólares.
La combinación de guerra en Europa del Este, fricciones crecientes entre Estados Unidos y Venezuela y un clima general de desconfianza hacia los mercados de riesgo ha provocado una huida coordinada hacia activos refugio. En ese movimiento, la plata ha dejado de ser un metal “segundón” y se ha convertido en protagonista del rally.
Detrás de este repunte hay factores estructurales —inflación persistente, dudas sobre el crecimiento y bancos centrales más débiles— y elementos puramente tácticos, como coberturas especulativas y compras forzadas.
La consecuencia es clara: el mercado ha encendido todas las alarmas y la cuestión ya no es solo por qué suben oro y plata, sino qué está descontando realmente este movimiento sobre el mundo que viene.

Un rally histórico en la plata que pilla al mercado descolocado

El dato es contundente: la plata supera los 75 dólares por onza, con una subida diaria cercana al 4,6% y acumulando en pocas semanas revalorizaciones de doble dígito. Para un metal tradicionalmente más volátil que el oro, este movimiento no es solo un rally: es una ruptura de niveles psicológicos que llevaba años resistiéndose.
Muchos gestores habían infraponderado la plata, viéndola como un activo demasiado híbrido —a medio camino entre refugio y materia prima industrial— y con un historial de movimientos bruscos difíciles de gestionar. El resultado es que el posicionamiento inicial era relativamente ligero. Cuando el flujo hacia activos refugio se ha acelerado, una parte del mercado se ha visto obligada a comprar tarde y caro, alimentando la escalada.
Lo más significativo es que el movimiento se produce en un entorno de debilidad de algunas bolsas, de deuda soberana con rendimientos reales aún bajos y de dudas sobre el crecimiento global en 2026. La plata, en este contexto, ha pasado de ser un activo marginal a convertirse en uno de los termómetros más finos del miedo financiero.

Guerra, sanciones y bloqueos: la geopolítica como detonante

La escalada de los metales preciosos no se entiende sin el telón de fondo geopolítico. La guerra entre Rusia y Ucrania, lejos de encaminarse hacia una solución estable, mantiene a Europa en un estado de tensión permanente, con impactos directos en energía, comercio y presupuestos militares. Cada ataque, cada ruptura de negociación, se traduce en un pequeño impulso adicional hacia activos considerados “seguros”.
Al mismo tiempo, el recrudecimiento de las fricciones entre Estados Unidos y Venezuela, con sanciones, amenazas y movimientos navales en el Caribe, añade una capa extra de volatilidad al mercado energético y a las expectativas inflacionarias. Un shock en el suministro de crudo o un repunte de las primas de riesgo en emergentes actúan como gasolina para el oro y la plata.
Este hecho revela un patrón claro: cuanto más imprevisible es la política, más previsible se vuelve la reacción de los inversores, que repiten el mismo movimiento de manual: vender riesgo, comprar refugio. El problema es que cuando todos buscan refugio a la vez, los precios dejan de reflejar solo fundamentals y empiezan a incorporar miedo puro.

La plata deja de ser metal segundón y reclama papel protagonista

Durante años, la narrativa dominante colocó a la plata en un segundo plano. Se la presentaba como un metal principalmente industrial, ligado a sectores como la electrónica, la energía solar o la automoción, con un componente refugio menor frente al oro. El rally actual ha desmontado parcialmente ese relato.
Hoy la plata se beneficia de su doble naturaleza. Por un lado, su uso industrial le proporciona una demanda relativamente estable en un mundo que sigue electrificándose y digitalizándose. Por otro, en contextos de alta incertidumbre, el mercado la rescata como “oro del pequeño inversor”, al ofrecer un acceso más asequible por unidad y una volatilidad que, bien gestionada, multiplica el potencial de rentabilidad.
El salto por encima de los 75 dólares por onza coloca a la plata en una zona desconocida, donde la historia deja de ser guía fiable. Los modelos de riesgo construidos sobre series pasadas empiezan a fallar, y eso obliga a los gestores a revisar coberturas, márgenes y garantías. Lo más grave es que muchos solo están haciendo ese ejercicio ahora, cuando el precio ya ha descontado buena parte del miedo.

El oro en zona de récord: qué está descontando el mercado

El comportamiento del oro confirma que no estamos ante un episodio aislado. Con la onza por encima de los 4.500 dólares y máximos intradía en torno a los 4.520 dólares, el metal rey envía un mensaje inequívoco: el mercado no se cree del todo la narrativa de estabilidad que intentan vender algunos bancos centrales.
El oro es, en esencia, una apuesta contra tres cosas: la inflación persistente, la pérdida de poder adquisitivo de las divisas y la incertidumbre política. Cuando los tres factores se alinean, la demanda se dispara. Y hoy se alinean. Pese a la retórica de control, la inflación subyacente se resiste a volver de manera clara al entorno del 2%; la deuda pública global supera el 100% del PIB mundial en términos agregados; y las tensiones geopolíticas se acumulan.
La consecuencia es clara: el oro no solo refleja miedo coyuntural, sino dudas de calado sobre la sostenibilidad del modelo de tipos bajos con deuda alta. El mercado empieza a sospechar que, por debajo de los discursos oficiales, se está imponiendo la lógica de la “represión financiera”: mantener tipos reales bajos para licuar deudas a costa del ahorrador. Y el ahorrador responde comprando onzas.

Riesgos ocultos: volatilidad extrema y tentación de burbuja

El rally de la plata y el oro no está exento de riesgos. La volatilidad intradía en la plata supera ya el 5%-6% en algunas sesiones, y los movimientos de 20 dólares en cuestión de días empiezan a ser relativamente frecuentes. En estas condiciones, el metal pasa de refugio a arma de doble filo: protege frente a shocks, pero puede generar pérdidas significativas si se entra tarde o con apalancamiento.
El riesgo de comportamientos tipo burbuja no puede descartarse. Cuando los precios se mueven más por flujos especulativos —fondos indexados, productos apalancados, coberturas cruzadas— que por compra física industrial o de bancos centrales, el mercado se vuelve frágil. Una simple toma de beneficios coordinada o un mensaje más agresivo de la Reserva Federal podría desencadenar correcciones del 10%-15% sin necesidad de un cambio radical en los fundamentales.
Este hecho revela otro problema: muchos inversores que ven en los metales un “refugio” los están comprando como si fueran activos de riesgo —con horizonte corto, expectativa de subida rápida y tolerancia limitada a la caída—. Esa mezcla de objetivos incompatibles suele terminar mal.

Quién gana y quién pierde con la plata a 75 dólares

El rally de los metales tiene ganadores claros. Las mineras de oro y plata, especialmente las de menor coste de extracción, ven cómo sus márgenes se expanden de forma acelerada. Los ETFs respaldados por metal físico captan entradas millonarias y consolidan su papel como vehículos preferentes para el inversor minorista y parte del institucional.
En el lado perdedor están los sectores intensivos en consumo de plata, desde la industria fotovoltaica, que utiliza plata en células solares, hasta fabricantes de componentes electrónicos y automoción. Un aumento sostenido de costes puede obligar a repercutir precios o a acelerar la búsqueda de sustitutos, con impacto directo en márgenes y capacidad de inversión.
Además, los países importadores netos de metales preciosos sufren un doble impacto: deterioro de la balanza comercial y presión adicional sobre sus monedas. Para economías emergentes ya tensionadas por tipos altos y deuda en dólares, el bloque oro-plata caro actúa como un impuesto silencioso.

¿Es tarde para entrar? Tres preguntas clave para el inversor

La pregunta inevitable es si aún tiene sentido subirse al tren de los metales preciosos con la plata por encima de 75 dólares y el oro en récord histórico. No hay respuesta única, pero sí tres preguntas clave:
Primero, horizonte temporal. Quien busca protección a largo plazo frente a inflación y crisis puede asumir mejor las correcciones que quien entra buscando un rally de semanas.
Segundo, peso en cartera. Incluso para perfiles conservadores, concentrar más de un 10%-15% del patrimonio en metales físicos o financieros puede generar una volatilidad indeseada.
Tercero, vehículo elegido. No es lo mismo comprar metal físico con costes de custodia que entrar en ETFs líquidos o en mineras con riesgo operativo y político. Cada opción tiene su propio “precio oculto”.
En cualquier caso, Vicho y otros analistas coinciden en un punto: la decisión debe estar respaldada por asesoría profesional, no por titulares. El peor escenario no es no tener oro o plata, sino tenerlos por las razones equivocadas y sin planificación.

Lo que este rally dice del mundo que viene

Más allá del gráfico, el rally simultáneo de oro y plata lanza un mensaje inquietante sobre el estado del sistema. No estamos ante un simple ajuste técnico, sino ante una pérdida de confianza gradual en la capacidad de las grandes potencias para gestionar un entorno de deuda récord, tensiones geopolíticas crónicas y transición energética costosa.
Los metales preciosos se revalorizan cuando el mercado sospecha que las promesas de estabilidad son más retóricas que reales. El hecho de que tanto oro como plata estén en máximos, al mismo tiempo que se normalizan conceptos como guerra de bloques, sanciones tecnológicas y bloqueos logísticos, sugiere que los inversores empiezan a prepararse para un escenario de largo plazo más inestable.
La consecuencia es clara: la subida de la plata por encima de los 75 dólares no es solo una curiosidad de mercado. Es un síntoma. De inflación percibida, de miedo político y de dudas estructurales. Y, como todo síntoma, no desaparecerá porque se deje de mirar el precio en pantalla.

Comentarios