China pone freno al H200 de Nvidia: Pekín quiere decidir quién accede a los chips de IA
China estudia imponer restricciones al acceso a los chips H200 de Nvidia, su segunda generación más potente de procesadores para inteligencia artificial, a pesar del visto bueno de Washington para exportarlos al país. Según adelanta el Financial Times, las autoridades chinas barajan un sistema de licencias que obligaría a los compradores a justificar por qué no pueden recurrir a proveedores domésticos, en una nueva muestra de que Pekín prioriza la autosuficiencia en semiconductores sobre la dependencia de tecnología extranjera, incluso cuando llega con el sello de un acuerdo directo entre Donald Trump y Xi Jinping.
Pekín enfría el impacto del acuerdo Trump–Nvidia
China está considerando restringir el acceso a los chips H200 de Nvidia, la segunda generación más potente de procesadores de IA del fabricante estadounidense, según informó el Financial Times citando a dos personas familiarizadas con el plan. La medida llega apenas días después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunciara que permitirá la exportación de estos chips a “clientes aprobados” en China, aplicando una tasa del 25% sobre las ventas.
Lejos de celebrar el gesto como una simple victoria tecnológica, Pekín quiere mantener el control sobre quién puede acceder a esa capacidad de cómputo. La decisión encaja en la estrategia de fondo del país: avanzar hacia la autosuficiencia en semiconductores y reducir la dependencia de suministros críticos procedentes de Estados Unidos, incluso cuando se trata de productos clave para el desarrollo de modelos avanzados de inteligencia artificial.
Un sistema de licencias para justificar cada compra
Según las fuentes citadas por el diario británico, el Gobierno chino baraja imponer un proceso de aprobación regulatoria para cualquier empresa que quiera adquirir los H200. Los compradores tendrían que presentar solicitudes formales ante los reguladores, explicando para qué necesitan los chips y por qué sus demandas no pueden ser cubiertas por proveedores domésticos.
En la práctica, esto convertiría a los H200 en un recurso de acceso controlado, reservado probablemente para compañías y proyectos que las autoridades consideren estratégicos o imposibles de abordar con soluciones locales. Aún no hay una decisión definitiva, pero el mero hecho de que la medida esté sobre la mesa indica hasta qué punto Pekín está dispuesto a dosificar el acceso a tecnología estadounidense incluso cuando la necesita.
Soberanía tecnológica por encima de la comodidad
El movimiento se entiende mejor dentro de la ambición de China de lograr autosuficiencia en la industria de semiconductores. Desde que Estados Unidos empezara a imponer controles de exportación sobre chips avanzados y equipos de fabricación, Pekín ha acelerado inversiones masivas en fábricas, diseño de chips y ecosistema de IA local.
Permitir un acceso ilimitado a los H200 podría aliviar a corto plazo la escasez de capacidad de cómputo en algunas empresas chinas, pero iría en contra del objetivo mayor: forzar a la industria doméstica a ponerse al día. Un régimen de licencias y justificación obligaría a los grandes actores tecnológicos a evaluar seriamente cuándo y cómo recurren a Nvidia, y cuándo deben apostar por alternativas locales, incluso si son menos potentes.
Un acuerdo que ya nace condicionado
El anuncio de Trump desde Truth Social había sido presentado como un triunfo doble: por un lado, permitiría a Nvidia seguir haciendo negocio en el mercado chino con su H200; por otro, garantizaría que Estados Unidos se quedara con un 25% de cada venta, en forma de tasa, reforzando el discurso de apoyo al empleo y a los contribuyentes estadounidenses.
Además, Trump subrayó que los clientes estadounidenses ya migran a los chips Blackwell y Rubin, de gama más alta y fuera del acuerdo, de modo que el acceso chino quedaría limitado a una generación anterior. En teoría, el pacto equilibraba negocio y ventaja tecnológica. Sin embargo, la reacción de Pekín introduce un matiz esencial: no basta con que Washington autorice la exportación; China quiere decidir quién compra, cuánto y para qué.
Impacto para Nvidia y para el ecosistema de IA chino
Para Nvidia, las posibles restricciones chinas suponen un factor de incertidumbre adicional. Incluso si las ventas están formalmente permitidas por Estados Unidos, un sistema de licencias estricto en China podría limitar el volumen real de negocio, concentrando los pedidos en un puñado de grandes grupos estatales o compañías consideradas prioritarias por el Gobierno.
Para el ecosistema de IA chino, el mensaje es mixto. A corto plazo, tener acceso, aunque sea filtrado, a los H200 puede aliviar algunas carencias de capacidad de cómputo y permitir entrenar modelos más avanzados. A medio y largo plazo, la señal es clara: la prioridad es desarrollar alternativas propias y no depender de la voluntad —o de los vetos— de Washington.
Una nueva capa en la guerra de los chips
La posible decisión de Pekín añade una nueva capa de complejidad a la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. Incluso cuando ambos líderes, Trump y Xi, logran cerrar un marco de acuerdo sobre un producto concreto, cada parte introduce su propio sistema de controles y condiciones.
El resultado es un escenario en el que la circulación de hardware crítico para la IA está sometida a doble filtro: el de Washington, que decide qué se puede vender y con qué recargo, y el de Pekín, que define quién puede comprar y bajo qué justificación. En ese espacio estrecho, Nvidia y el resto de la industria de semiconductores intentan mantener su negocio global sin naufragar en la geopolítica.
