Iturralde advierte: EE.UU. podría atacar a Venezuela mientras la caída de Pokrovsk desestabiliza a Trump
Alberto Iturralde desvela en su análisis cómo Estados Unidos podría estar preparando un ataque a Venezuela mientras la caída de Pokrovsk aumenta la tensión sobre Donald Trump. La narrativa bélica se presenta como una maniobra para influir en los mercados financieros, con una amenaza nuclear que estaría orientada a China y no a Rusia. Este video explora además cómo los conflictos geopolíticos actuales impactan directamente en la economía global y en la bolsa estadounidense.
En medio de una creciente tensión internacional y una economía que muestra signos de agotamiento, el analista Alberto Iturralde plantea un escenario que está generando polémica en los círculos financieros y geopolíticos: Estados Unidos podría estar preparando una ofensiva militar contra Venezuela, en un movimiento con profundas implicaciones estratégicas y económicas.
Al mismo tiempo, la caída de Pokrovsk, clave en el frente ucraniano, ha desatado una ola de incertidumbre que sacude a la administración Trump, ya enfrentada a un cierre de Gobierno histórico y a un mercado bursátil que empieza a temer un punto de inflexión. Detrás de los titulares, según Iturralde, se estaría desplegando una operación de manipulación narrativa para mantener el control emocional de los inversores en un sistema que vive al borde de la saturación.
La narrativa del conflicto como instrumento financiero
El experto sostiene que Donald Trump está utilizando el discurso de la guerra como herramienta de gestión bursátil. Cada amenaza, cada mensaje ambiguo sobre un posible conflicto o una negociación secreta, funciona como un pulso dirigido a los mercados. “Trump maneja el relato bélico como si fuera un botón del Nasdaq”, afirma Iturralde. “Cuando necesita calma, habla de acuerdos y diplomacia. Cuando busca liquidez o cobertura política, introduce el miedo y el caos controlado”.
Esa alternancia entre tensión y alivio, cuidadosamente dosificada, ha mantenido la volatilidad bajo un umbral funcional para el sistema financiero. Los inversores, atrapados en ese vaivén emocional, se ven obligados a reaccionar ante percepciones más que ante realidades. En este sentido, la narrativa bélica se convierte en un activo financiero, una forma de manipulación psicológica que determina flujos de capital y posicionamientos estratégicos en sectores sensibles como la defensa o la energía.
La amenaza nuclear: un mensaje para Pekín, no para Moscú
Uno de los puntos más llamativos del análisis de Iturralde es su interpretación del reciente rearme nuclear estadounidense. Contrario a lo que sugieren los medios, el mensaje no estaría dirigido a Rusia, sino a China.
El motivo, explica, tiene raíces económicas: Pekín controla el suministro global de tierras raras, materiales esenciales para la producción de semiconductores y tecnología militar avanzada. Una eventual presión militar o diplomática sobre China —bajo la excusa de la disuasión nuclear— podría servir a Washington para garantizar su dominio tecnológico e industrial en un momento en el que la hegemonía global se disputa más por el control de recursos que por la fuerza bruta.
“No se trata de una guerra física, sino de una guerra de cadenas de suministro”, resume Iturralde. En ese contexto, la amenaza nuclear actúa como advertencia simbólica: Estados Unidos busca que China mida sus movimientos, sobre todo en el terreno económico, mientras consolida su propio bloque de poder con Europa y Latinoamérica.
Venezuela en el tablero: la pieza que podría romper el equilibrio
Pero la parte más inquietante del análisis llega al mencionar Venezuela. Según Iturralde, en los últimos meses se han detectado señales de movimientos tácticos en la zona del Caribe y la frontera colombo-venezolana que podrían anticipar una escalada militar.
El país sudamericano, con vastas reservas de petróleo y litio, representa un punto estratégico para Estados Unidos en la pugna energética global. Con un Gobierno debilitado y un entorno regional fracturado, Venezuela podría convertirse en el escenario perfecto para una intervención “limitada”, presentada al público como operación humanitaria o antiterrorista.
Este escenario, apunta Iturralde, no sería casual, sino funcional: serviría tanto para reafirmar el poder internacional de Washington como para distraer la atención de los problemas internos, desde el cierre de Gobierno hasta la caída de la confianza del consumidor. Además, el efecto sobre los mercados sería inmediato: el miedo geopolítico eleva los activos refugio y sostiene el dólar, justo cuando el Nasdaq comienza a resentirse.
Wall Street y el precio de la tensión
La estrategia, si es que existe, parece dar resultados a corto plazo. El Dow Jones se mantiene cerca de los 47.000 puntos, mientras que el Nasdaq acusa el golpe de la incertidumbre con descensos acumulados del 2 % semanal. Los sectores más afectados son los tecnológicos y energéticos, tradicionalmente sensibles a las crisis geopolíticas.
Sin embargo, Iturralde advierte que la tensión no puede sostenerse indefinidamente sin consecuencias. “Los mercados viven de la confianza, y la confianza no se manipula eternamente. Si los inversores perciben que la política exterior de Estados Unidos se convierte en un teatro de control financiero, la corrección puede ser abrupta.”
Este tipo de maniobras, según el analista, crean un “efecto burbuja” donde la volatilidad se normaliza y los movimientos del mercado responden más a impulsos narrativos que a datos económicos reales. En otras palabras, una financiarización del miedo.
El telón de fondo: una guerra silenciosa por el poder global
El análisis de Iturralde encaja en una visión más amplia: la de una guerra fría 2.0, donde los conflictos tradicionales son sustituidos por estrategias híbridas. Las potencias no buscan dominar territorios, sino controlar percepciones, datos y mercados.
Venezuela, en este tablero, es solo una pieza más. China, el objetivo silencioso. Europa, el espectador dividido. Y Wall Street, el escenario donde se reflejan las consecuencias.
“El miedo sigue siendo el activo más rentable del mundo”, concluye Iturralde. “Y mientras se siga comerciando con él, las guerras no se librarán solo con misiles, sino también con índices y gráficos.”
Epílogo: cuando los mercados se convierten en campo de batalla
En el fondo, el mensaje del analista es claro: la frontera entre la geopolítica y las finanzas se ha desdibujado por completo. Lo que sucede en los despachos de Washington repercute en los gráficos de Wall Street, y lo que se mueve en los mercados influye en las decisiones políticas.
Si Estados Unidos decide escalar en Venezuela, no será solo por razones militares, sino por la necesidad de sostener un relato de poder y estabilidad en medio del caos económico.
La historia demuestra que los mercados tienden a subir con los tambores de guerra… hasta que el ruido se vuelve insoportable. Y, según Iturralde, ese ruido ya ha empezado a escucharse.

