El borrador, diseñado en conversaciones discretas entre el entorno de Trump y un enviado ruso, margina a Kiev y a las capitales europeas

Trump aprueba un plan de paz secreto con Rusia sin involucrar a Zelensky ni a Europa

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha dado luz verde a un supuesto plan de paz de 28 puntos para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, elaborado al margen del presidente ucraniano Volodímir Zelensky y sin participación directa de los socios europeos. La iniciativa, gestada en un círculo reducido de confianza del mandatario republicano y con intervención de un enviado del Kremlin, aspira a ofrecer “garantías de seguridad” a ambas partes, pero mantiene en la oscuridad sus detalles concretos. El resultado es un escenario diplomático aún más enrevesado, donde un documento concebido como posible salida al conflicto corre el riesgo de convertirse en un nuevo foco de fricción internacional.

Imagen del vídeo de Negocios TV sobre el plan de paz secreto aprobado por Donald Trump con Rusia<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Trump aprueba un plan de paz secreto con Rusia sin involucrar a Zelensky ni a Europa

El plan irrumpe cuando la guerra supera ya los tres años y la guerra en Ucrania sigue reconfigurando la seguridad europea y el equilibrio de poder global. En este contexto, cualquier propuesta que salga de la Casa Blanca de Trump y de Moscú sin el protagonismo claro de Kiev y de las capitales europeas se percibe de entrada con suspicacia. La incógnita central es si este marco negociador puede convertirse en un punto de inflexión real o quedará archivado como otro intento fallido de encauzar el conflicto.

Origen del plan

Según las informaciones conocidas hasta ahora, el plan no es un documento improvisado, sino el resultado de semanas de trabajo entre un grupo reducido de figuras próximas a Donald Trump. Entre los nombres que se han filtrado se encuentran el empresario y enviado especial Steve Witkoff, el vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y el asesor Jared Kushner, todos ellos con línea directa con el despacho oval.

Este núcleo habría mantenido contactos discretos con Kirill Dmitriev, enviado ruso y pieza clave del lado del Kremlin en este proceso. El intercambio de mensajes y reuniones habría dado forma a un documento de 28 puntos que aspira a constituir la base de una futura negociación formal, aunque por ahora se presenta como un marco flexible y susceptible de cambios.

Exclusión de Kiev y Europa

Uno de los aspectos más controvertidos del plan es la forma en que se ha gestado: sin participación directa de Ucrania ni de las instituciones europeas. Fuentes citadas por medios estadounidenses apuntan a que Kiev solo habría sido informada de los trazos generales, sin haber estado sentada en la mesa de elaboración del documento.

Esta exclusión alimenta dudas de fondo sobre la legitimidad política de la iniciativa. En las capitales europeas, el hecho de que se esté discutiendo el futuro de la seguridad en el continente —y el destino de territorios ucranianos— sin una presencia clara de la Unión Europea puede interpretarse como un intento de relegar su papel a mero observador. Para Ucrania, quedar fuera del diseño de un plan que afecta directamente a su integridad territorial difícilmente será aceptable.

Garantías de seguridad bajo sospecha

El equipo de Trump ha presentado el plan como un esquema centrado en ofrecer garantías de seguridad para ambas partes, un concepto deliberadamente amplio que sirve de paraguas para múltiples fórmulas: desde límites a capacidades militares hasta compromisos de no ampliación de alianzas o mecanismos de verificación internacional. Sin embargo, por ahora no han trascendido detalles verificables sobre qué se propone exactamente a Moscú y qué se exige a Kiev.

Queda por aclarar si el documento funciona como un marco rígido —una especie de hoja de ruta cerrada— o como un borrador negociable, abierto a enmiendas en función de la respuesta de los actores implicados. Todo apunta a lo segundo: un texto que aún debe someterse al filtro de la política interna estadounidense, de la resistencia ucraniana a hacer concesiones y de la postura de las capitales europeas, especialmente aquellas más expuestas al conflicto, como Varsovia o los países bálticos.

Impacto simbólico y riesgos

Aunque su contenido completo siga bajo reserva, la mera existencia de este plan ya tiene un efecto simbólico en el tablero internacional. Muestra que Washington y Moscú continúan explorando vías para reconducir el conflicto, pero también proyecta la imagen de una negociación en la que los principales afectados —Ucrania y, en menor medida, Europa— quedan en segundo plano.

En términos diplomáticos, abrir un proceso paralelo sin Kiev puede ser percibido como un gesto de presión: se lanza el mensaje de que el tiempo juega en contra de Ucrania y que se está preparando un marco de paz que podría presentarse como un “tómalo o déjalo” más adelante. Al mismo tiempo, corre el riesgo de reforzar la narrativa de que los acuerdos se diseñan sobre la cabeza de los ucranianos, alimentando el rechazo interno a cualquier concesión.

Reacciones previsibles

La reacción de Ucrania, de los aliados europeos y de distintos sectores en Estados Unidos será determinante para el futuro del plan. En Kiev, es previsible que la exclusión del proceso de redacción y cualquier intención de formalizar concesiones territoriales sean recibidas con enorme recelo. El Gobierno ucraniano ha defendido reiteradamente que no aceptará soluciones que consoliden las ganancias territoriales de Rusia.

En Europa, la propuesta puede reavivar el debate sobre el grado de autonomía estratégica respecto a Washington y sobre el papel de la UE en cualquier negociación futura. Algunos gobiernos podrían ver el plan como una vía, aunque imperfecta, para frenar una guerra de desgaste que erosiona la economía y la seguridad del continente; otros, como un movimiento que sacrifica principios básicos del orden europeo surgido tras la Guerra Fría.

Un horizonte abierto

Por ahora, el plan de paz de 28 puntos avalado por Trump es, ante todo, un borrador rodeado de incógnitas: se desconoce su texto completo, no está claro el margen de maniobra que tienen los distintos actores para enmendarlo y no hay garantías de que Rusia, Ucrania y Europa vayan a aceptarlo siquiera como base de discusión. Lo que sí muestra es que la diplomacia sigue moviéndose, a menudo en canales paralelos y opacos, mientras la guerra continúa en el terreno.

En un conflicto que se ha convertido en una auténtica bomba de relojería para la seguridad europea y global, iniciativas como esta reflejan tanto la urgencia de encontrar una salida como la dificultad de lograr una paz que sea percibida como justa por todas las partes. El desenlace dependerá de si este plan secreto se transforma en un proceso inclusivo —con Kiev y Europa en el centro— o si acaba engrosando la larga lista de propuestas que nunca llegaron a materializarse en un alto el fuego duradero.

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