El objeto interestelar 3I/Atlas «roza» a New Horizons en su viaje por el Sistema Solar
En 2021, poco antes de cruzar la órbita de Urano, el objeto interestelar 3I/Atlas habría pasado extremadamente cerca de la sonda New Horizons, con una separación teórica de apenas 638,3 kilómetros, según una reconstrucción de trayectoria compartida en la comunidad 'r/3I_ATLAS'. El mismo ejercicio de simulación apunta a que, unos años antes, el mismo cuerpo celeste habría cruzado también en las proximidades de Voyager 2 y de las sondas Pioneer, una sucesión de encuentros que muchos califican de «sorprendente coincidencia» en las profundidades del espacio.
Aunque estos cálculos proceden de entusiastas y no de un estudio oficial, el ejercicio ilustra hasta qué punto la trayectoria de un objeto procedente de fuera del Sistema Solar puede entrecruzarse con las rutas de las sondas que la humanidad lleva décadas enviando al exterior. Más allá de la anécdota, el caso reabre el interés por la dinámica de estos visitantes y por el papel que podría jugar la ciencia ciudadana en su seguimiento.
Un visitante de fuera del Sistema Solar
Los llamados objetos interestelares son cuerpos que no se formaron junto al Sol, sino que llegan desde otros sistemas estelares y atraviesan el nuestro siguiendo órbitas abiertas, que no los atan gravitacionalmente. Desde que se detectó ʻOumuamua en 2017 y el cometa 2I/Borisov en 2019, la comunidad científica ha intensificado la búsqueda de estos viajeros lejanos, que ofrecen una oportunidad única para estudiar material primigenio de otras estrellas.
3I/Atlas se encuadra en esa categoría: un objeto cuya trayectoria no cierra una elipse en torno al Sol y que se limita a cruzar el vecindario solar antes de regresar al espacio profundo. La reconstrucción de su órbita hacia atrás en el tiempo permite estimar por dónde pasó años antes de su detección, incluso cuando se encontraba todavía en las regiones exteriores del Sistema Solar, más allá de los gigantes gaseosos.
El encuentro con New Horizons
Según los cálculos difundidos por la comunidad 'r/3I_ATLAS', el momento más llamativo de esa reconstrucción orbital se habría producido en 2021, poco antes de que 3I/Atlas cruzara la órbita de Urano. En ese punto, el objeto habría pasado a apenas 638,3 kilómetros de New Horizons, la sonda de la NASA lanzada en 2006 y famosa por su sobrevuelo de Plutón en 2015.
A escala cósmica, una separación de cientos de kilómetros es prácticamente un «impacto rasante». En la práctica, sin embargo, se trata de un cálculo teórico basado en modelos simplificados de órbitas y efemérides, no de una medición directa. No hay constancia de que los instrumentos de New Horizons detectaran el paso de 3I/Atlas, pero la simple posibilidad geométrica del encuentro resulta suficiente para alimentar la fascinación de astrónomos profesionales y amateurs.
Voyager y Pioneer, en la misma ruta
La supuesta «cadena de encuentros» no se limitaría a New Horizons. De acuerdo con las mismas simulaciones, 3I/Atlas habría cruzado también relativamente cerca de Voyager 2 y de las sondas Pioneer unos años antes. Estas naves, lanzadas en las décadas de 1970, se encuentran desde hace tiempo en trayectoria de salida del Sistema Solar, alejándose del Sol a velocidades constantes tras completar sus misiones principales en los planetas exteriores.
Que un objeto interestelar pase en las cercanías de varias de estas sondas no implica ningún riesgo para las misiones, pero sí subraya un hecho fundamental de la mecánica celeste: en un espacio tridimensional en el que los cuerpos siguen rutas previsibles pero muy diversas, las alineaciones improbables acaban ocurriendo con el suficiente tiempo y el número adecuado de objetos en juego.
Coincidencia estadística o oportunidad científica
Para los especialistas, este tipo de alineamientos es, ante todo, una coincidencia estadística. Millones de trayectorias se cruzan y se solapan en el Sistema Solar, y la probabilidad de que alguna pase cerca de una sonda no es nula, aunque sea muy baja. Aun así, la posibilidad de que un objeto interestelar atraviese la «vecindad» de una nave operativa alimenta la imaginación: si se identificara un encuentro de este tipo con antelación suficiente, podría plantearse incluso una campaña de observación dedicada.
Hoy por hoy, la mayoría de las sondas en las regiones exteriores no están equipadas ni orientadas para realizar estudios detallados de un cometa interestelar que pase de forma fugaz. Sin embargo, el caso de 3I/Atlas refuerza la idea de que futuras misiones de exploración profunda podrían diseñarse con mayor flexibilidad para aprovechar estos encuentros fortuitos.


