Bélgica, Luxemburgo y Malta anuncian el reconocimiento del Estado palestino y empujan la agenda de la “solución de dos Estados”
En el arranque de la Asamblea General de la ONU en Nueva York (22–23 de septiembre de 2025), Bélgica, Luxemburgo y Malta se sumaron —cada una con sus matices— a la oleada de países que han reconocido al Estado palestino. La decisión llega en un contexto de crisis humanitaria en Gaza y de creciente presión diplomática para reactivar la vía de los dos Estados.
El tablero diplomático se movió en Nueva York. En sus intervenciones al inicio de la Asamblea General de las Naciones Unidas, los primeros ministros de Bélgica, Luxemburgo y Malta anunciaron el reconocimiento del Estado palestino, alineándose con la apuesta por la “única vía viable” —en palabras de varios líderes europeos— para una paz duradera entre israelíes y palestinos. En el caso maltés, el reconocimiento quedó formalizado desde la propia tribuna de la ONU; Robert Abela lo definió como una “demostración de compromiso concreto” con una solución de dos Estados que garantice el futuro de ambas poblaciones y subrayó que ese reconocimiento “no puede interpretarse como una victoria de Hamás”.
Luxemburgo dio el paso “a partir de hoy”, según recalcó su primer ministro, Luc Frieden, presentándolo como una contribución directa a la viabilidad política de la solución de dos Estados. El mensaje luxemburgués insistió en que el reconocimiento no es un punto de llegada, sino un instrumento para reencauzar el proceso político.
Bélgica enmarcó su movimiento como una señal “política y diplomática fuerte” en un momento en que el avance de los asentamientos y la guerra en Gaza han puesto contra las cuerdas la perspectiva de dos Estados. Bart De Wever vinculó el paso belga con la urgencia humanitaria: el país ha participado activamente en los lanzamientos aéreos de ayuda y, solo en agosto, completó doce vuelos y dejó caer 190 toneladas de alimentos y agua sobre la franja dentro de una operación multinacional coordinada desde Jordania. Distintos mensajes oficiales y coberturas periodísticas matizaron, no obstante, que la efectividad jurídica final del reconocimiento belga quedaría supeditada a la liberación de rehenes y a que Hamás no forme parte del gobierno palestino.
El paso de estos tres socios europeos llega tras un fin de semana en el que potencias occidentales como Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal oficializaron también el reconocimiento, y en paralelo al anuncio de Francia, que cristalizó su giro en el mismo foro internacional. La foto de conjunto es elocuente: más de tres cuartas partes de los miembros de la ONU han reconocido ya a Palestina, mientras Estados Unidos e Israel mantienen su rechazo y advierten de que las decisiones unilaterales “premian” a Hamás. Con todo, el mensaje que crece en Nueva York es otro: sin horizonte político, la guerra y la emergencia humanitaria no harán sino cronificarse.
La dimensión humanitaria es, de hecho, la trastienda de estas decisiones. La comunidad internacional ha intensificado los lanzamientos aéreos por la dificultad de acceso por tierra, y los principales organismos y monitores alertan de condiciones de hambruna en Gaza si no se restablece un flujo sostenido de ayuda. Desde Bruselas hasta París y Ottawa, los gobiernos han combinado el reconocimiento político con llamamientos a que Israel permita “acceso pleno” a la ayuda y a un alto el fuego que frene una crisis que, casi dos años después del 7 de octubre de 2023, sigue desbordada.
En términos prácticos, la nueva ola de reconocimientos no resuelve por sí sola la desconexión entre diplomacia y terreno. Malta y Luxemburgo han puesto el foco en reactivar el proceso político, mientras Bélgica ha querido que su gesto vaya acompañado de presión humanitaria y de un marco de condiciones para su despliegue jurídico. El denominador común es el regreso de la solución de dos Estados al centro del debate europeo, con la vista puesta en detener la espiral de violencia, liberar a los rehenes, reformar la Autoridad Palestina y crear garantías de seguridad para Israel. La pregunta —que sobrevuela cada intervención en la ONU— es si esta acumulación de reconocimientos se traducirá en incentivos reales para negociar. Por ahora, el efecto inmediato es diplomático: más países anclan su política a la fórmula de dos Estados y a la exigencia de acceso humanitario sin trabas.