Moscú y Teherán refuerzan su alianza energética en plena tensión internacional

Rusia e Irán sellan un acuerdo de 25.000 millones para levantar cuatro plantas nucleares

Rosatom y la Compañía Iraní Hormoz anunciaron en Teherán la firma de un contrato histórico que prevé la construcción de cuatro centrales nucleares de tercera generación en la provincia de Hormozgán. El proyecto, valorado en 25.000 millones de dólares, consolida la cooperación estratégica entre ambos países y se suma a los planes de pequeñas plantas nucleares acordados días atrás.
Rusia e Irán firman un acuerdo de 25.000 millones de dólares para construir cuatro plantas nuclearesn - E P A / A L E X A N D E R K A Z A K O V / S P U T N I K / K R E M L I N P O O L
Rusia e Irán firman un acuerdo de 25.000 millones de dólares para construir cuatro plantas nuclearesn - E P A / A L E X A N D E R K A Z A K O V / S P U T N I K / K R E M L I N P O O L

La alianza entre Rusia e Irán acaba de dar un salto de envergadura. El viernes, la Compañía Iraní Hormoz y Rosatom, el gigante estatal ruso de la energía nuclear, rubricaron un acuerdo para la construcción de cuatro centrales de tercera generación en la provincia iraní de Hormozgán, en el Golfo Pérsico. El contrato, valorado en 25.000 millones de dólares, se convierte en uno de los proyectos energéticos más ambiciosos de Oriente Medio en las últimas décadas.

El entendimiento llega apenas 48 horas después de que Moscú y Teherán firmaran un memorando que incluía el desarrollo de varias plantas nucleares de menor tamaño en territorio iraní, un movimiento que demuestra la voluntad de ambos gobiernos de reforzar su cooperación tecnológica y energética pese a las sanciones internacionales. Según medios iraníes y agencias rusas, las nuevas centrales estarán equipadas con reactores VVER-1200, los más modernos del catálogo de Rosatom, que cumplen con los estándares de seguridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Para Irán, el acuerdo supone un espaldarazo a su estrategia de diversificación energética. Aunque la República Islámica es un gran productor de petróleo y gas, el Ejecutivo de Ebrahim Raisi ha insistido en la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la capacidad de generación nuclear para abastecer a una población en crecimiento y a una industria cada vez más demandante de energía. Además, el proyecto busca mostrar que Teherán mantiene margen de maniobra económico pese a las sanciones occidentales.

Rusia, por su parte, afianza su papel como socio indispensable de Irán en el terreno nuclear civil, en un momento en que Moscú busca ampliar su presencia en los mercados energéticos no occidentales. Rosatom ya había participado en la construcción de la planta de Bushehr, inaugurada en 2011, y con este acuerdo multiplica su huella en uno de los países clave del eje asiático que le respalda frente al aislamiento internacional.

El pacto, sin embargo, no está exento de controversia. Estados Unidos y varios países europeos han expresado en el pasado su preocupación por la expansión nuclear iraní, aunque Teherán sostiene que todos sus programas tienen fines exclusivamente civiles y están bajo supervisión del OIEA. En este contexto, el acuerdo con Rusia puede tensar aún más el tablero geopolítico, ya que implica una inyección de tecnología sensible y una inversión de miles de millones en un sector estratégico.

La elección de Hormozgán como ubicación no es casual: situada junto al estrecho de Ormuz, la provincia tiene un alto valor geopolítico por ser paso obligado del 20% del crudo mundial. Instalar allí nuevas plantas nucleares envía un mensaje de poder y estabilidad tecnológica en una de las regiones más vigiladas del planeta.

Con este acuerdo, Irán aspira a convertirse en uno de los principales polos nucleares de Asia Occidental en las próximas dos décadas. Rusia, mientras tanto, consolida su papel como socio preferente en un terreno donde pocos actores internacionales están dispuestos a involucrarse. La combinación de intereses energéticos, estratégicos y políticos convierte al contrato en un hito que trasciende lo económico y marca un nuevo capítulo en la relación entre Moscú y Teherán.

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