Claves del día de Jose Antonio Vizner
Cada día que pasa, la escena internacional se vuelve más tensa y difícil de descifrar. Donald Trump, con su estilo característico, vuelve a jugar con fuego en Oriente Medio. Ha lanzado una amenaza directa: si Hamás no libera a todos los rehenes antes del sábado, el alto el fuego en Gaza llegará a su fin. Pero no se detiene ahí. También ha advertido a Jordania y Egipto que podrían perder ayuda estadounidense si no aceptan a los palestinos desplazados. En otras palabras, el derecho de retorno para los gazatíes no está sobre la mesa.
Mientras Trump marca su territorio en el conflicto de Gaza, se prepara para viajar al Foro de Múnich, donde intentará posicionarse como mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania. Suena irónico, ¿verdad? Alguien que amenaza con más violencia en un conflicto quiere negociar la paz en otro. Pero así es Trump: impredecible, contundente y dispuesto a mover las fichas como mejor le convenga.
El oro brilla en tiempos de incertidumbre
En medio de este torbellino político, el mercado sigue reaccionando. El oro ha alcanzado máximos históricos, reflejando el miedo de los inversores ante la posibilidad de nuevas crisis. No es para menos. Bloomberg ha revelado que Europa está al borde de un nuevo colapso energético. Los precios del gas natural han escalado a niveles no vistos en dos años, y el fantasma de la crisis energética que siguió a la invasión rusa de Ucrania vuelve a acechar.
Si las reservas de gas siguen cayendo, los costos durante el verano se dispararán, alimentando aún más la inflación en Europa. Lo preocupante es que la situación todavía no ha incorporado el impacto de los aranceles firmados por Trump contra México y Canadá. El presidente, lejos de inmutarse, celebró la firma con su clásica actitud desafiante: “Lo del aluminio es sin excepciones. Traerá de vuelta nuestra industria. Veremos chips, coches, fármacos y un par de cosas más”.
El presidente argentino, Javier Milei, por su parte, ha intentado matizar la situación, argumentando que no vivimos en un entorno proteccionista, sino en una era de aranceles impulsados por la geopolítica. Trump, en su estilo, no ha tardado en tranquilizar a los consumidores preocupados por la subida de precios: “Los precios bajarán cuando empiecen a fabricar en EE.UU., y además se creará trabajo”. Suena bien en teoría, pero la historia nos ha demostrado que las guerras comerciales suelen traer más problemas que soluciones.
Elon Musk y la batalla por la IA
Mientras Trump juega con la economía mundial, otro titán se mueve en la sombra: Elon Musk. Junto con un grupo de inversores, ha lanzado una oferta para adquirir OpenAI por 97.400 millones de dólares. La respuesta de Sam Altman no se hizo esperar. Con una provocación directa, ofreció 9.740 millones de dólares para comprar X, la antigua Twitter. Su mensaje fue claro: “No, gracias, pero compraremos Twitter por 9.740 millones de dólares si quieres”. Musk, sin pelos en la lengua, le respondió con un “estafador”.
Más allá de los números, lo que está en juego aquí es el dominio de la inteligencia artificial y el control del relato en los medios digitales. Si Musk logra hacerse con OpenAI, sumándolo a Twitter, tendría un poder sin precedentes sobre la información y la tecnología. No se trata solo de dinero, sino de influencia cultural y política. Algo similar está ocurriendo en China con DeepSeek, lo que demuestra que la lucha por la supremacía en la IA no es solo un tema empresarial, sino también una cuestión geopolítica.
En este tablero global, todo está en juego: el poder, la economía, la tecnología y la narrativa. Trump, Musk, Altman, Europa, China… Todos se mueven estratégicamente en busca de ventaja. Y mientras tanto, el ciudadano de a pie solo puede observar, adaptarse y esperar a ver quién gana esta partida.