Geopolítica | Petrodólar, China y el giro saudí

El acuerdo histórico entre Trump y Arabia Saudí que podría desestabilizar la influencia china

Donald Trump y Mohammed bin Salman acaban de sellar en Washington un acuerdo de defensa y de inversión sin precedentes que eleva a Arabia Saudí a la categoría de “aliado estratégico clave” de Estados Unidos, abre la puerta a ventas de F-35 y activa compromisos por hasta 1 billón de dólares en proyectos conjuntos. Un movimiento que, según el periodista económico Lorenzo Ramírez, refuerza el sistema del petrodólar y manda un mensaje directo a Pekín: Oriente Medio sigue siendo terreno de Washington.

Mohammed bin Salman durante su visita oficial a la Casa Blanca en un contexto de fortalecimiento de alianzas estratégicas con Estados Unidos.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
El acuerdo histórico entre Trump y Arabia Saudí que podría desestabilizar la influencia china

En un momento en el que la geopolítica se ha convertido en el auténtico motor de los mercados, el nuevo acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudí marca un antes y un después. Trump ha decidido elevar al reino a la categoría de “aliado importante no-OTAN”, firmar un pacto estratégico de defensa y respaldar un paquete de inversiones saudíes en suelo estadounidense que podría rozar el billón de dólares en la próxima década. No es solo diplomacia: es una señal al sistema financiero global.

Lorenzo Ramírez lo describe como el ejemplo perfecto de la “hipocresía estructural de Occidente”. Por un lado, Washington presenta a Arabia Saudí como su “socio imprescindible” frente a Irán y como pieza central de la seguridad energética mundial. Por otro, sigue pesando la sombra de los informes de inteligencia sobre el 11-S, las violaciones de derechos humanos y el asesinato de Jamal Khashoggi, que en su día llevó al Congreso a pedir sanciones contra Riad. La razón por la que todo eso se aparca es simple: petróleo, armas y equilibrio de poder frente a China.

El corazón del pacto no está solo en los gestos de la Casa Blanca, los desfiles militares o la foto en el Despacho Oval. Está en el refuerzo del viejo esquema del petrodólar: Arabia Saudí continúa vendiendo su petróleo en dólares, reciclando esos ingresos hacia deuda y activos estadounidenses, mientras recibe a cambio paraguas militar, acceso a tecnología de defensa y apoyo político. Cualquier paso de Riad hacia el petroyuán, como se ha insinuado en los últimos años en el marco de los BRICS, pondría en jaque este equilibrio. El mensaje del acuerdo es justo el contrario: el dólar sigue mandando en el Golfo.

Para China, la jugada es incómoda. Pekín lleva una década tejiendo influencia en Oriente Medio a golpe de grandes proyectos de infraestructuras, acuerdos energéticos y mediación diplomática —desde Irán hasta los Emiratos—, con el objetivo de erosionar la hegemonía del dólar e impulsar acuerdos de suministro en yuanes. Que Trump refuerce ahora el vínculo militar y económico con Riad significa que el principal exportador de petróleo del mundo se mantiene, al menos por el momento, dentro del perímetro estratégico de Washington.

La foto también revela hasta qué punto Estados Unidos está dispuesto a trazar una línea roja. Mientras Europa discute sobre autonomía estratégica y reparación de relaciones con el Golfo, la Casa Blanca apuesta por una alianza de máximos: defensa antimisiles, posible despliegue de material militar estadounidense en territorio saudí y un salto cualitativo en la cooperación en inteligencia. A cambio, el reino se compromete a canalizar cientos de miles de millones hacia proyectos de energía, tecnología e infraestructuras en territorio norteamericano.

Ramírez subraya otra paradoja: el acuerdo llega justo cuando crecían las presiones internas en Estados Unidos para “castigar” a Arabia Saudí por sus acercamientos a China y su coqueteo con el petroyuán. La respuesta de Trump ha sido justo la contraria: en lugar de sanciones, abrazo estratégico. La lógica es clara: mejor tener a Riad demasiado cerca —aunque incomode— que dejarle espacio para cerrar un eje energético alternativo con Pekín y Moscú.

¿Qué cambia a partir de ahora? Primero, el peso específico de Arabia Saudí como garante del modelo energético en dólares. Segundo, la percepción de riesgo para los inversores: el mensaje implícito es que Washington hará lo posible por proteger al régimen saudí frente a amenazas externas, lo que reduce el “riesgo político” de sus grandes proyectos, desde NEOM hasta sus fondos soberanos. Tercero, la señal a otros actores del Golfo: el premio para quien se alinee con la Casa Blanca puede ser enorme. 

La gran incógnita es cuánto tiempo podrá sostenerse este equilibrio entre valores e intereses. El acuerdo refuerza el petrodólar y frena el avance del petroyuán, pero también consolida un modelo en el que la estabilidad del sistema financiero global depende, en parte, de un régimen autoritario con profundas tensiones internas. Ramírez lo resume así: “Trump ha elegido la realpolitik en estado puro. El problema no es si el pacto funciona hoy, sino qué ocurrirá cuando el próximo giro geopolítico vuelva a colocar a Arabia Saudí en el centro de la tormenta”.

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