Venezuela

Alfonso Calero analiza la crisis geopolítica y la presión estratégica contra Maduro

Alfonso Calero ofrece un análisis profundo sobre la presión creciente de Estados Unidos sobre el régimen de Maduro en Venezuela y cuestiona la capacidad militar rusa en el conflicto de Ucrania, mientras advierte sobre las consecuencias para la Unión Europea tras la guerra.

Alfonso Calero, profesor experto en Relaciones Internacionales, analizando la geopolítica actual en entrevista para Negocios TV<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Alfonso Calero, profesor experto en Relaciones Internacionales, analizando la geopolítica actual en entrevista para Negocios TV

Para Alfonso Calero, profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, la salida de María Corina Machado de Venezuela no es solo una fuga dramática, sino un síntoma claro de debilitamiento interno del régimen. Si una de las figuras más vigiladas y perseguidas por el chavismo consigue abandonar el país, el mensaje es evidente: el control de Nicolás Maduro ya no es tan férreo como pretende mostrar.

Calero interpreta este episodio como una grieta simbólica y práctica en la arquitectura de poder de Caracas. El Estado venezolano, sostiene, ya no domina plenamente ni su territorio ni sus fronteras, y eso es letal para cualquier régimen que basa su legitimidad en la fuerza y la intimidación.

Trump y la “encerrona progresiva” a Maduro

Lejos de esperar un salvavidas de Moscú o Pekín, Calero centra la verdadera amenaza para Maduro en Estados Unidos, y en concreto en la figura de Donald Trump. No tanto por la vía clásica de una invasión militar —cada vez menos atractiva y más costosa—, sino por lo que define como una “encerrona progresiva”.

Esa estrategia se basa en tres pilares:

  • Sanciones económicas asfixiantes.

  • Congelación y control de activos estratégicos.

  • Cierre paulatino del espacio aéreo y de las rutas comerciales clave.

No es el cañón, sino la palanca financiera y logística. El objetivo no es un golpe espectacular, sino hacer inviable el mantenimiento del régimen hasta empujarlo a una rendición de facto o a una salida negociada “a la fuerza”, con la opción de un exilio cómodo como desenlace probable.

Rusia y China: aliados lejanos, no salvadores

Frente a la narrativa de un Maduro protegido por Moscú y Pekín, Calero enfría las expectativas: ni Rusia ni China están en posición —ni parecen tener el interés— de lanzarse a un rescate total del régimen venezolano.

Por un lado, Rusia está absorbida por su propio conflicto en Ucrania y necesita priorizar recursos militares, financieros y diplomáticos. Por otro, China actúa con un pragmatismo extremo: mide riesgos, retorno y estabilidad, y no suele apostar fuerte por causas perdidas o escenarios de alto coste político.

Resultado: Venezuela se queda cada vez más sola, atrapada entre su crisis interna y un cerco externo que estrecha el margen de maniobra de Maduro.

Ucrania: el espejo incómodo de Europa

La mirada de Calero se desplaza después a Ucrania y a la Unión Europea, donde lanza una crítica doble. Por un lado, cuestiona la imagen de Rusia como superpotencia militar imparable: el avance lento, las dificultades logísticas y la necesidad de buscar apoyo en tropas norcoreanas revelan fisuras importantes en su capacidad real.

Por otro lado, señala un aspecto mucho menos comentado: la guerra en Ucrania funciona, en cierto modo, como un salvavidas político para la UE. Mientras el conflicto siga activo, Bruselas puede justificar muchas decisiones —y muchas carencias— bajo el paraguas de la “amenaza externa”:

  • Inflación elevada.

  • Exceso regulatorio.

  • Falta de reformas estructurales.

Todo puede aparcarse o relativizarse si la prioridad oficial es “ganar” o resistir en un conflicto que monopoliza titulares y agendas.

El día después: el verdadero examen para Bruselas

Calero advierte que el verdadero momento crítico para la Unión Europea llegará cuando la guerra termine o pierda centralidad mediática. Sin el recurso constante a la urgencia bélica, los gobiernos europeos deberán mirar de frente sus problemas internos: déficits de competitividad, crecimiento anémico, tensiones sociales y agotamiento del modelo de bienestar tal y como lo conocemos.

Será entonces cuando se sabrá si la UE ha aprovechado la crisis para reformarse en serio o si solo ha ganado tiempo. Y en ese contexto, la comparación con Venezuela y otros escenarios de descomposición institucional deja una moraleja clara: ningún bloque, por consolidado que parezca, está a salvo de sus propias contradicciones.

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