Localizan asteroide “fantasma” entre Mercurio y Venus, el segundo más rápido detectado jamás

Astrónomos detectan un asteroide oculto entre Venus y Mercurio, visible gracias a la Dark Energy Camera desde Chile. Este objeto, que se mueve a gran velocidad, pone en evidencia que aún existen cuerpos celestes desconocidos cerca del Sol, abriendo nuevas puertas para la investigación astronómica.

Imagen del asteroide detectado entre Venus y Mercurio, capturada por la Dark Energy Camera, mostrando el brillante entorno solar que lo oculta durante años.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Imagen del asteroide detectado entre Venus y Mercurio, capturada por la Dark Energy Camera, mostrando el brillante entorno solar que lo oculta durante años

En un momento en que pareciera que la cartografía celestial se encuentra casi completa, un nuevo descubrimiento recuerda que nuestro conocimiento del sistema solar aún es incompleto. Un asteroide, provisionalmente apodado “fantasma”, ha sido detectado orbitando en un punto inusual: entre Venus y Mercurio, muy cerca del Sol, una región tradicionalmente esquiva para la observación astronómica debido al deslumbrante resplandor solar.

Su identificación ha sido posible gracias al trabajo del astrónomo Scott Scheffer, quien utilizó la Dark Energy Camera (DECam), instalada en el Observatorio Interamericano de Cerro Tololo, en Chile. Este instrumento fue diseñado para estudiar la energía oscura y el universo profundo, pero su potencia y sensibilidad lo han convertido en una herramienta excepcional para rastrear objetos cercanos al Sol que normalmente pasan desapercibidos.

El resultado no es menor: este nuevo asteroide es el segundo más rápido jamás registrado. Su velocidad, combinada con su cercanía a la estrella, lo convierte en un ejemplo clave para comprender mejor la física que gobierna los cuerpos sometidos a niveles extremos de radiación solar y temperaturas elevadas.

Una región del sistema solar menos vacía de lo que se pensaba

Pese a su órbita interior, el asteroide no representa una amenaza para la Tierra, ya que su trayectoria permanece confinada cerca del Sol. No obstante, su existencia abre una cuestión relevante: ¿cuántos objetos más podrían estar ocultos en esa misma franja orbital?

Durante décadas, se asumió que el espacio entre Mercurio y Venus no albergaba cuerpos significativos. Sin embargo, este hallazgo sugiere un escenario distinto: es posible que haya una población completa de asteroides interiores aún sin detectar. La dificultad para observarlos radica en que solo pueden rastrearse durante cortos intervalos, al amanecer o al atardecer, cuando el Sol aún no inunda el cielo con toda su luminosidad.

La presencia de estos objetos plantea implicaciones importantes para la modelización dinámica del sistema solar. Podrían ser remanentes primitivos de su formación, fragmentos capturados por resonancias orbitales o incluso restos de colisiones antiguas que aún no han sido expulsados o desintegrados.

Más que un descubrimiento aislado

El hallazgo también pone de relieve el valor de reutilizar instrumentos científicos para propósitos no previstos originalmente. La DECam, diseñada para estudiar la expansión cósmica, se ha convertido en una herramienta clave para rastrear cuerpos menores en el sistema solar interior.

Este enfoque flexible ya ha demostrado ser fundamental en otros avances recientes: telescopios destinados a buscar exoplanetas, por ejemplo, han facilitado mediciones sobre actividad solar; satélites meteorológicos han permitido rastrear movimientos en el cinturón de radiación terrestre.

En ciencia, mirar de forma distinta lo que ya existe puede generar descubrimientos mayores que construir algo nuevo.

Mirando hacia adelante

El asteroide “fantasma” es un recordatorio de que el sistema solar sigue siendo un entorno dinámico, complejo y en gran medida inexplorado, especialmente en las zonas más cercanas a nuestra estrella.

Para los astrónomos, el próximo paso será confirmar su composición, su tamaño exacto y su trayectoria a largo plazo, además de identificar posibles compañeros en su misma franja orbital. Para la comunidad científica, el hallazgo reafirma un mensaje claro: todavía hay mucho por ver, incluso bajo la luz más intensa.

Comentarios