China y Rusia se consolidan como potencias del oro mientras Europa pierde influencia financiera
El oro vuelve a ser protagonista en el tablero económico mundial. En las últimas dos décadas y media, el mapa de las reservas internacionales ha cambiado de forma radical. Mientras que Europa ha reducido de manera notable sus tenencias, países como China y Rusia han reforzado su posición hasta situarse entre las grandes potencias del metal precioso.
Hoy, los bancos centrales de todo el mundo almacenan más de 36.000 toneladas de oro. Moscú y Pekín han sumado casi 2.000 toneladas cada uno, un movimiento estratégico que les otorga una mayor independencia financiera frente a Occidente. Con estas compras, ya acumulan un volumen similar al de Alemania, el segundo mayor tenedor del mundo, y pisan los talones a los líderes históricos.
En contraste, Europa ha seguido una estrategia inversa. Países como Francia, España y Portugal han reducido de forma considerable sus reservas. En el caso español, las ventas superan las 250 toneladas, lo que a precios actuales representa una pérdida de más de 20.000 millones de dólares. Una decisión que, vista con la perspectiva de hoy, contrasta con la tendencia alcista del oro en los mercados.
La evolución del precio habla por sí sola: de menos de 300 dólares la onza hace 25 años, el metal se ha disparado hasta superar los 3.300 dólares, multiplicando su valor por más de diez. En la sesión actual, el oro cotiza en verde en torno a los 3.371 dólares la onza, reforzando su papel como activo refugio en tiempos de incertidumbre económica y geopolítica.
Estados Unidos mantiene el liderazgo mundial con más de 8.000 toneladas, pero el avance de Rusia y China es cada vez más evidente. Su estrategia de acumulación no solo tiene un trasfondo financiero, sino también geopolítico, en un momento en el que buscan consolidar su autonomía frente a las sanciones y tensiones con Occidente.
Los analistas coinciden en que la tendencia continuará y que la demanda de oro por parte de los bancos centrales seguirá creciendo en los próximos años. La incógnita está ahora en Europa, que se enfrenta a la disyuntiva de frenar su pérdida de influencia o continuar cediendo protagonismo en un mercado que ha vuelto al centro de la escena financiera internacional.
