El visitante interestelar 3I/ATLAS se aleja del sol en un giro que desconcierta a los científicos
El misterio en torno al cometa interestelar 3I/ATLAS se ha intensificado tras una nueva observación que ha sorprendido a la comunidad científica. Según mediciones del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, el objeto mostró una “aceleración no gravitacional” durante su paso más cercano al Sol el pasado 29 de octubre. En términos simples, el cometa parece haber sido impulsado por una fuerza distinta a la gravedad, desviándose levemente de la trayectoria esperada.
Este comportamiento, registrado por los telescopios del JPL, incluye dos fases diferenciadas: un empuje que lo alejó del Sol y otro movimiento lateral que lo desplazó fuera de su órbita calculada. Aunque muchos astrónomos consideran que se trata de un cometa convencional procedente de otro sistema estelar, otros investigadores apuntan a un fenómeno más complejo.
El físico de Harvard Avi Loeb, conocido por su estudio del objeto interestelar ’Oumuamua’, señaló que el movimiento de 3I/ATLAS “supera el empuje habitual causado por la evaporación de hielo” —efecto que normalmente explica pequeñas desviaciones en los cometas cuando el gas se libera como un chorro al acercarse al Sol—. Sin embargo, en este caso, la aceleración registrada es muy superior a la esperada, lo que ha alimentado especulaciones sobre un posible origen artificial o tecnológico.
El comportamiento del cometa no es el único elemento extraño. Según los datos de la NASA, 3I/ATLAS ha incrementado su brillo unas 7,5 veces más rápido que un cometa común, y su superficie se ha vuelto de un tono azulado, en lugar del característico color rojizo que adoptan la mayoría al calentarse. Este cambio cromático podría deberse, según Loeb, a una intensa pérdida de masa provocada por la evaporación del hielo o, en una hipótesis más atrevida, a la presencia de “una fuente de luz o energía artificial”.
“El color azul podría deberse al monóxido de carbono ionizado o a un motor caliente”, explicó el profesor Loeb al Daily Mail. “La aceleración no gravitacional podría tener un origen natural, como la evaporación cometaria, o tecnológico, si existiera algún tipo de propulsión interna”.
3I/ATLAS, que alcanzará su punto más cercano a la Tierra el próximo 19 de diciembre, se ha convertido en el tercer objeto interestelar conocido en atravesar nuestro sistema solar, tras ’Oumuamua’ (2017) y el cometa Borisov (2019). No obstante, sus características físicas y su comportamiento dinámico lo sitúan en una categoría aparte.
Entre las anomalías detectadas, los científicos han observado que el cometa desarrolló una “anti-cola” orientada hacia el Sol —algo inusual, ya que las colas suelen apuntar en sentido opuesto—, antes de revertirse repentinamente y adoptar una forma convencional. Algunos astrónomos sugieren que esta inversión podría interpretarse como una maniobra similar a la inversión de impulso de una nave espacial.
Además, su trayectoria cercana a tres planetas y su composición atípica de níquel y dióxido de carbono han incrementado las dudas sobre su naturaleza. Según los cálculos de Loeb, la probabilidad de que todas estas anomalías se produzcan simultáneamente por causas naturales es de una entre diez cuatrillones.
Aunque la mayoría de la comunidad científica sigue defendiendo explicaciones naturales, Loeb advierte que los científicos deben mantener la mente abierta ante “la posibilidad de fenómenos que podrían tener un impacto trascendental para la humanidad”. “En lugar de ser conservadores por miedo a equivocarse, deberíamos considerar que podríamos estar observando una tecnología no humana”, añadió.
El profesor insistió en que tanto 3I/ATLAS como ’Oumuamua’ representan oportunidades únicas para estudiar materiales interestelares y entender la diversidad de objetos que viajan entre sistemas estelares, pero también podrían “marcar el inicio de una nueva era en la exploración científica del cosmos”.
Por el momento, los astrónomos seguirán observando a 3I/ATLAS durante su aproximación a la Tierra en diciembre, cuando los telescopios espaciales podrán confirmar si las variaciones en su brillo y dirección responden a procesos naturales o a algo mucho más extraordinario.
