El ataque de EEUU en Nigeria reabre el tablero geopolítico de África, Ucrania y Venezuela

La ofensiva con misiles Tomahawk en Nigeria, interpretada por el analista Christian López como un giro estratégico de Washington, se inserta en un contexto de vacío europeo en África, presión sobre Rusia en Ucrania y un bloqueo financiero que estrecha el cerco sobre Venezuela.

Cartel miniatura del vídeo de Negocios TV que muestra el lanzamiento de misiles Tomahawk en un mapa de Nigeria en contexto geopolítico.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
El ataque de EEUU en Nigeria reabre el tablero geopolítico de África, Ucrania y Venezuela

En un escenario internacional marcado por múltiples focos de tensión, el reciente uso de misiles Tomahawk por parte de Estados Unidos en Nigeria ha sido leído por el director de estudios geopolíticos Christian López como algo más que un simple bombardeo. Según el analista, esta operación forma parte de una reconfiguración de la política exterior norteamericana orientada a proteger comunidades vulnerables, frenar la expansión del yihadismo en África y ocupar el vacío dejado por Francia y otras potencias europeas. Al mismo tiempo, Washington recalibra su papel en conflictos clave como Ucrania y refuerza el cerco económico sobre el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, en un tablero donde también pesan las posiciones de Rusia y China.

El mensaje, de acuerdo con López, va más allá del plano militar para convertirse en una declaración de intenciones sobre cómo la Casa Blanca pretende gestionar su influencia global. En paralelo, el conflicto ucraniano abre tímidas posibilidades de negociación, mientras el bloqueo financiero contra Caracas se acelera en un marco de pactos implícitos entre grandes potencias sobre sus respectivas áreas de influencia.

Mensaje en Nigeria

El ataque de EEUU en Nigeria se produce en un país castigado por ofensivas terroristas que afectan de forma particular a comunidades cristianas y otras minorías vulnerables. Para Christian López, la contundencia de la respuesta norteamericana no puede interpretarse como una acción aislada, sino como parte de una estrategia que busca frenar la expansión del yihadismo en una región donde la presencia europea se ha debilitado de manera evidente.

Tras la retirada paulatina de Francia y el repliegue de otros actores europeos, Washington estaría decidido a llenar ese vacío de poder, enviando un mensaje tanto a sus aliados como a sus adversarios. Según el analista, la operación en Nigeria funciona como una “declaración de principios” de la Casa Blanca, que pretende distanciarse de una actitud pasiva ante episodios que califica de «genocidios visibles», frente a la aparente inacción de organismos como el Vaticano o la ONU.

Rusia y el vacío europeo

La disputa por África, señala López, no se limita al terreno militar. La salida progresiva de Francia y la escasa implicación de otras potencias europeas han facilitado la entrada de grupos mercenarios vinculados a Rusia, que aprovechan la desprotección de ciertos territorios para ampliar su influencia mediante contratistas y estructuras paramilitares. Esta presencia se interpreta como un mensaje indirecto a Occidente sobre la voluntad del Kremlin de consolidar posiciones en el continente.

En este contexto, la actuación de EEUU en Nigeria se entiende también como una respuesta a esa expansión rusa en el continente africano. De acuerdo con el analista, la disputa en África no es sólo por el control del terreno, sino por esferas de influencia globales que se redefinen a gran velocidad y en las que entran en juego factores ideológicos, económicos y geoestratégicos.

Giro en la política exterior estadounidense

La iniciativa de EEUU en Nigeria subraya, según López, un giro hacia una política exterior más agresiva y simbólica, en la que la defensa de ciertos valores se entrelaza con la seguridad nacional. El empleo de armamento de precisión como los Tomahawk se utiliza no solo para neutralizar objetivos, sino también para enviar un mensaje de capacidad y determinación a socios y rivales.

Este enfoque pretende diferenciarse de épocas recientes más marcadas por la contención o el retraimiento selectivo. Para el analista, el compromiso estadounidense en África indica que la Administración está dispuesta a asumir un rol más activo en zonas donde Europa ha optado por retirarse, aprovechando la oportunidad para reforzar alianzas, recuperar influencia y limitar la proyección de actores como Rusia o China.

Ucrania: vías de negociación

En paralelo, el conflicto en Ucrania presenta un escenario distinto, aunque igualmente complejo. López apunta que Kiev estaría dispuesta a renunciar a su aspiración de incorporarse a la OTAN y a someter a referéndum territorial ciertas concesiones con el objetivo de desbloquear negociaciones que llevan años estancadas. Esta disposición podría abrir una ventana diplomática que, de materializarse, modificaría de manera importante el equilibrio de fuerzas en Europa del Este.

Sin embargo, el analista advierte de un escollo central: la continuidad territorial que Rusia mantiene entre el Donbás y Crimea, un corredor estratégico que el Kremlin se resiste a fragmentar. La preservación de esa franja de control condiciona qué concesiones está realmente dispuesto a aceptar Moscú, limitando el margen de maniobra de cualquier acuerdo y reduciendo las probabilidades de una paz inmediata, aunque no descartando escenarios de alto el fuego o congelación del conflicto.

Vuelos rusos y relato europeo

Otro foco de tensión se encuentra en el aumento de vuelos de bombarderos rusos en espacio aéreo neutral cerca del Reino Unido, maniobras que Londres y la OTAN califican de provocaciones. López interpreta estas operaciones como parte de un juego de presión y comunicación estratégica, habitual en periodos de tensión entre bloques.

El analista va un paso más allá y describe parte de la reacción política europea como una «estrategia de comunicación perversa», orientada a alimentar el miedo en la opinión pública y justificar incrementos sostenidos en el gasto militar. A su juicio, aunque estas maniobras generan ruido mediático y tensión diplomática, no deberían bloquear un diálogo entre Washington y Moscú que podría ser clave en los próximos meses para estabilizar distintos frentes de conflicto.

Venezuela y el peso del bloqueo

En el hemisferio occidental, Venezuela continúa atrapada en una crisis prolongada. López sostiene que el bloqueo económico impulsado por la Administración de Donald Trump empezará a tener efectos irreversibles sobre el régimen de Nicolás Maduro. El cierre progresivo de rutas asociadas al petróleo y al narcotráfico, que el analista identifica como motores esenciales de financiación del chavismo, incrementa la presión sobre el Gobierno venezolano.

Según esta lectura, no se trata únicamente de sanciones visibles. Detrás existirían negociaciones internas y acuerdos tácitos entre grandes potencias, donde China y Rusia habrían aceptado respetar ciertas áreas de influencia. En este marco, Estados Unidos mantendría su control en el Caribe a cambio de concesiones clave en espacios como Taiwán o Ucrania, en un delicado equilibrio que condiciona el futuro de Caracas y su margen de maniobra internacional.

Escenarios finales y caída de Maduro

Las especulaciones sobre una posible intervención militar rusa o china en apoyo de Maduro son descartadas por López, que considera improbable que estas potencias arriesguen un enfrentamiento directo en el llamado «patio trasero» de Estados Unidos. Su estrategia, apunta, pasa más por la negociación discreta y las maniobras diplomáticas que por la confrontación abierta en el terreno.

En este contexto, el analista concluye que la caída de Maduro sería sólo cuestión de tiempo, impulsada por la combinación de presión económica, aislamiento internacional y pactos silenciosos entre grandes actores que terminan por erosionar la resistencia del régimen. Mientras tanto, el debate público se alimenta de imágenes como el cartel del vídeo de Negocios TV, donde se representa el lanzamiento de misiles Tomahawk sobre un mapa de Nigeria, símbolo visual de un momento geopolítico en el que África, Europa del Este y América Latina quedan entrelazadas en el mismo tablero de poder global.

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