Europa se prepara psicológicamente para un riesgo de guerra cada vez más tangible

¿La guerra es un riesgo real? Las sirenas toman Berlín por primera vez en 30 años en un simulacro

La percepción ciudadana sobre la guerra ha cambiado drásticamente en los últimos tres años. En Alemania, un país marcado por su historia bélica, el sonido de sirenas y las alertas móviles en Berlín evidencian un giro cultural: la aceptación de que el riesgo de guerra es real. Este cambio refleja un esfuerzo deliberado de gobiernos y autoridades por preparar a la población para escenarios de crisis.
En un giro alarmante de los acontecimientos, las sirenas de emergencia han vuelto a sonar en Berlín, por primera vez en 30 años, como parte de un simulacro de guerra. Este hecho marca un cambio significativo en la percepción de la seguridad en Europa, donde el riesgo de un conflicto armado parece cada vez más cercano.

Europa atraviesa un momento de transformación silenciosa pero profunda: el cambio en la percepción social del riesgo de guerra. Lo que hace apenas unos años parecía impensable —que los europeos volvieran a escuchar sirenas de ataque aéreo o recibieran alertas de emergencia en sus teléfonos móviles— empieza a convertirse en parte de la rutina ciudadana. La guerra, que durante décadas se percibía como un episodio del pasado, vuelve a estar presente en la conversación pública y en la planificación institucional.

El orador del video analizado subraya un punto clave: en tiempos de guerra, no se consulta a la población sobre si quiere o no participar; se espera que lo haga. La legitimidad de un esfuerzo bélico, recuerda, se sostiene en una ciudadanía cohesionada, entusiasta y convencida de su papel, no en una población que se ve arrastrada de mala gana. De ahí la importancia de preparar psicológicamente a la sociedad para aceptar que la seguridad nacional no es un concepto abstracto, sino una necesidad tangible.

El caso de Alemania ilustra este cambio con claridad. Durante décadas, el país evitó cualquier aproximación a la militarización de la vida civil, condicionado por su pasado en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la guerra en Ucrania y la tensión creciente con Rusia han modificado ese paradigma. En Berlín, las sirenas de ataque aéreo sonaron en un simulacro por primera vez en 30 años, acompañadas de alertas móviles enviadas a millones de ciudadanos.

Este ejercicio, comparado con las alertas meteorológicas recibidas en España durante la tormenta Filomena, se interpreta como un paso calculado para normalizar la idea de que la población debe estar preparada para emergencias graves. No se trata únicamente de un entrenamiento técnico, sino de un proceso de aclimatación colectiva a un contexto donde el conflicto armado ya no es una hipótesis lejana.

El contraste con la percepción ciudadana de hace apenas una década es evidente. Durante los años posteriores a la caída del Muro de Berlín y la consolidación de la Unión Europea, se extendió la creencia de que la guerra había quedado atrás, que Europa se encontraba en una “zona de paz permanente”. Esa ilusión comenzó a resquebrajarse con la anexión rusa de Crimea en 2014 y terminó de romperse con la invasión de Ucrania en 2022. Desde entonces, los europeos han experimentado un proceso de ajuste cultural que incluye aceptar medidas de defensa civil, presupuestos militares crecientes y ejercicios de alerta que hasta hace poco eran impensables.

El orador concluye que estos últimos tres años han sido decisivos para este cambio de mentalidad. La guerra ya no se observa solo a través de las pantallas, sino que se percibe como un riesgo que afecta directamente a la vida cotidiana de los ciudadanos. Sirenas, alertas móviles, debates parlamentarios sobre el gasto en defensa o la presencia de tropas en países fronterizos de la OTAN son elementos que van configurando una narrativa común: Europa debe estar preparada.

En términos políticos, este giro también refleja un nuevo consenso. Gobiernos que antes mostraban resistencia a aumentar los presupuestos militares, como el alemán, hoy destinan miles de millones a modernizar sus ejércitos. En paralelo, la comunicación institucional trabaja para que la ciudadanía entienda que la defensa no es un gasto superfluo, sino un seguro colectivo.

Lo más relevante es que este cambio no ocurre de forma abrupta, sino gradual, a través de pequeñas acciones que buscan habituar a la población a un escenario en el que la guerra es un riesgo real. El sonido de una sirena en Berlín puede parecer un gesto menor, pero simboliza un cambio de era: el tránsito de una sociedad que veía el conflicto como historia a otra que lo asume como posibilidad presente.

La pregunta de fondo es cómo reaccionará la ciudadanía si la tensión escala aún más. De momento, lo que se observa es una sociedad que, entre la preocupación y la resignación, comienza a aceptar que la seguridad ya no es un hecho garantizado, sino un desafío compartido.

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