Rusia impone sus condiciones en el plan de paz para Ucrania
La batalla diplomática en torno a la guerra de Ucrania entra en una fase crítica mientras las conversaciones sobre un supuesto marco de paz de 28 puntos apenas se apartan de las demandas iniciales de Rusia. Diversas voces expertas apuntan a que Moscú se siente en posición de fuerza y presiona para lograr una capitulación total, en un escenario que incluye cesiones territoriales, fuertes restricciones militares y el rechazo definitivo de Kiev a la OTAN. Al mismo tiempo, Estados Unidos impulsa su propio diseño del acuerdo, con propuestas que podrían consolidar sobre el terreno los avances rusos y dejar a Ucrania atrapada en un conflicto congelado.
En este contexto, el análisis de expertos como Emiliano García Coso, Adrián Zelaia y José Luis Orella dibuja un panorama poco alentador. Las divergencias entre las potencias, la sensación de victoria en Moscú y la resistencia europea a asumir un posible desenlace adverso dificultan un consenso real y aumentan el riesgo de que el alto el fuego llegue a cambio de importantes renuncias políticas, territoriales y estratégicas por parte de Ucrania.
Marco de paz bloqueado
Las últimas reuniones en Ginebra han servido para que Estados Unidos y Ucrania se declaren dispuestos a trabajar en un «marco de paz refinado». Sin embargo, el contenido que se filtra de esas conversaciones revela que los 28 puntos en discusión se parecen demasiado a las exigencias que Rusia planteó desde el inicio del conflicto, lo que alimenta la impresión de una negociación en terreno claramente inclinado hacia Moscú.
Lejos de proponer un nuevo equilibrio, este borrador de acuerdo confirmaría la capacidad de Rusia para fijar las líneas maestras de la salida política de la guerra. La sensación de ventaja en el campo de batalla refuerza, según los analistas, la voluntad del Kremlin de mantener la presión hasta obtener un texto que se aproxime a una capitulación ucraniana más que a un compromiso equilibrado entre las partes.
Exigencias de Moscú
Entre los puntos centrales que condicionan la negociación figuran la cesión territorial, las restricciones severas al ejército ucraniano y la exigencia de que Kiev renuncie de forma explícita a entrar en la OTAN. A ello se suma el reconocimiento de los cambios ya impuestos sobre el terreno, consolidando de facto el control ruso sobre las zonas ocupadas desde el inicio de la invasión.
Estas condiciones son percibidas como inasumibles para una parte importante de la sociedad ucraniana y europea, pero también como difíciles de esquivar si se mantiene la actual correlación de fuerzas. El resultado es un juego diplomático de altísima tensión, en el que nadie quiere ceder demasiado sin una evidencia clara de derrota, pero en el que el margen de maniobra real de Kiev parece reducirse cada vez más.
El polémico plan Trump
En este escenario aparece el supuesto plan ligado a Donald Trump, duramente criticado por Emiliano García Coso. El analista considera que este esquema de paz prácticamente reproduce las demandas del Kremlin, con la particularidad de añadir una cláusula adicional: entregar la reconstrucción de Ucrania a empresas estadounidenses, convirtiendo la posguerra en un gran negocio corporativo.
Para García Coso, la propuesta no sólo implica una humillación para Ucrania, obligada a aceptar la pérdida de territorio y soberanía, sino que además alimenta la posibilidad de un conflicto congelado, sin garantías reales de estabilidad a largo plazo. Deja al país atrapado entre concesiones irreversibles y una dependencia económica aún mayor, un escenario que califica directamente de «completo despropósito».
Guerra de desgaste y capitulación
El economista Adrián Zelaia pone el foco en la naturaleza del conflicto, que define como una auténtica guerra de desgaste. En su análisis, Rusia se siente vencedora, avanza sobre el terreno y utiliza esa percepción de superioridad para endurecer su posición en la mesa de negociación, mientras muchas capitales europeas se resisten a admitir públicamente ese desequilibrio.
Zelaia sostiene que cualquier acuerdo realista se parecería más a una capitulación inevitable pero necesaria que a una victoria compartida. Este aspecto resulta especialmente delicado para la opinión pública ucraniana y europea, donde el discurso dominante ha enfatizado la posibilidad de revertir los avances rusos y recuperar el control de todo el territorio internacionalmente reconocido.
Estrategia de EE.UU. y modelo Corea
Por su parte, el historiador José Luis Orella centra su análisis en la estrategia de Estados Unidos. A su juicio, Washington buscaría una salida que permitiera congelar el conflicto, en términos similares a la división de Corea del Norte y Corea del Sur: una línea de separación estable, un frente militar controlado y la reintegración gradual de Rusia en el circuito económico internacional.
En este esquema, Ucrania quedaría debilitada, con parte de su territorio perdido y un futuro condicionado por acuerdos de seguridad ajenos, mientras Europa vería erosionado su liderazgo estratégico. El continente pasaría de aspirar a ser un actor con voz propia a asumir un papel más periférico en un diseño de seguridad marcado por decisiones tomadas en Washington y Moscú.
Un futuro incierto para Ucrania y Europa
Las recientes rupturas en las defensas ucranianas y los avances rusos en áreas clave como Zaporiyia intensifican la preocupación sobre un posible colapso si no se modifica la correlación de fuerzas. Cada kilómetro perdido en el frente se traduce en un incremento de la presión negociadora y en un mayor riesgo de que el eventual acuerdo consagre las ganancias territoriales de Moscú.
El diagnóstico que dejan los expertos es claro: el marco de paz que se perfila corre el riesgo de consolidar la sensación de victoria rusa, debilitar de forma estructural a Ucrania y relegar a Europa a un segundo plano geopolítico. En un escenario de guerras de desgaste y acuerdos condicionados, el desafío para las democracias europeas será explicar a sus sociedades por qué la «paz» puede llegar acompañada de concesiones profundas y de un equilibrio regional mucho más frágil.
