Israel da luz verde a su mayor exportación de gas: acuerdo con Egipto por 112.000 millones de shékels
Benjamin Netanyahu ha aprobado un pacto energético valorado en 112.000 millones de shékels (unos 35.000 millones de dólares) para exportar gas israelí a Egipto, un movimiento con impacto directo en ingresos públicos, seguridad energética regional y en la expansión del yacimiento Leviatán.
Un acuerdo récord con implicaciones económicas y estratégicas
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció la aprobación de un acuerdo de exportación de gas natural a Egipto valorado en 112.000 millones de shékels (unos 35.000 millones de dólares), al que calificó como “el mayor acuerdo de gas de la historia de Israel”. La operación consolida a Israel como proveedor energético regional en un momento en el que la seguridad de suministro y la política monetaria global vuelven a condicionar el apetito por riesgo y las decisiones de inversión en infraestructuras.
Leviatán como ancla: volumen, horizonte y empresas implicadas
El contrato se articulará a través del yacimiento marino Leviatán y contempla la venta de alrededor de 130.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas a Egipto hasta 2040 (o hasta alcanzar el valor contractual). En el acuerdo participan Chevron y los socios israelíes NewMed y Ratio, que han defendido la operación como palanca para sostener el crecimiento de producción y justificar nuevas inversiones vinculadas a capacidad exportadora.
Ingresos para el Estado y “precio justo” para el mercado doméstico
Según el Gobierno israelí, cerca de 58.000 millones de shékels irían directamente a las arcas públicas. El ministro de Energía, Eli Cohen, había demorado la aprobación hasta que se fijaran “precios justos” para el mercado israelí, una señal de que la operación no solo se negocia en términos de exportación, sino también de equilibrio entre rentabilidad externa y coste interno de la energía.
Por qué Egipto compra más gas israelí: crisis energética y LNG
Para Egipto, el acuerdo refuerza una vía de suministro clave en plena presión sobre su sistema eléctrico y en un contexto de menor producción doméstica desde 2022. El país ha tenido que apoyarse en importaciones de GNL para cubrir picos de demanda, y el gas por tubería desde Israel se ha convertido en un componente cada vez más estructural del mix. A nivel regional, el pacto también sostiene la lógica de Egipto como nodo energético gracias a su infraestructura de licuefacción y reexportación.
La pieza que falta: infraestructuras y expansión de Leviatán
El acuerdo está íntimamente ligado a la siguiente fase industrial: ampliación de Leviatán y refuerzo de la capacidad de evacuación hacia Egipto mediante mejoras de red y nuevas tuberías. Para los mercados, este punto es el “termómetro” real del pacto: sin inversión en expansión y transporte, el contrato pierde tracción; con ella, se transforma en un catalizador de capex de gran escala y de flujos de caja a largo plazo.
Geopolítica y estabilidad: un pacto con lectura diplomática
Más allá de la energía, el acuerdo funciona como un instrumento de interdependencia entre dos socios con relación estratégica, especialmente tras la tensión acumulada en la región. Netanyahu defendió que dio el visto bueno tras garantizar “intereses de seguridad” y otros intereses vitales. En paralelo, algunos informes apuntan a presión diplomática estadounidense para cerrar el acuerdo en el marco de una agenda de estabilización regional.
Qué puede vigilar el inversor: permisos, ejecución y riesgo país
La clave de mercado no es el titular, sino la ejecución: cronograma de inversiones, permisos operativos, capacidad de transporte y condiciones comerciales finales. Si el plan se despliega sin fricciones, Israel afianza ingresos fiscales y peso energético; si se ralentiza por política, seguridad o financiación, el riesgo se traslada a valoración de proyectos e infraestructuras asociadas. En un ciclo donde el coste del capital y la geopolítica vuelven a mandar, la energía deja de ser solo “sector” para volver a ser “macro”.
