Putin insinúa carrera nuclear: advierte que Rusia responderá si EE. UU. reactiva pruebas armamentísticas
En una reciente intervención durante la Cumbre de la CEI, Vladimir Putin afirmó que “ya está en marcha una cierta carrera armamentista”, aludiendo a movimientos de varios países hacia pruebas nucleares. Adelantó que, de ocurrir, Moscú replicará, y anunció nuevos desarrollos en armas de disuasión. Al mismo tiempo, aseguró que un entendimiento con Washington sobre el tratado nuclear START sería “útil” para la estabilidad global.
El tono de Vladimir Putin marcó un punto de inflexión: al declarar que algunos estados están “considerando e incluso preparándose” para realizar pruebas nucleares, y que Rusia respondería en ese escenario, el presidente ruso no solo plantea una amenaza simétrica, sino que busca recalcar la percepción de un orden global en desequilibrio.
Putin dejó claro que no acusaba directamente a Estados Unidos de preparar esas pruebas, pero enfatizó que si otros deciden transgredir esa línea, Moscú “hará lo mismo”. Esta lógica de mutua disuasión reaparece como eje en una narrativa en la que Rusia busca retener protagonismo frente al bloque occidental.
Entre sus declaraciones, Putin anunció que Rusia trabaja en nuevas armas de disuasión que serán presentadas “próximamente”, sin dar detalles específicos. Esa ambigüedad estratégica no es casual: permite mantener incertidumbre frente a adversarios y aliados.
Vinculado con ello, el mandatario reiteró que Rusia está dispuesta a observar los límites del tratado New START durante un año más después de su expiración en febrero de 2026, siempre que EE. UU. haga lo mismo. Ese gesto apunta a mantenerse en el terreno del control de armas mientras Moscú refuerza su capacidad tecnológica.
Cabe destacar que Rusia ya ha reivindicado modernizaciones significativas de su fuerza nuclear estratégica: sistemas ICBM, vehículos múltiples (MIRV) y sistemas hipersónicos como el Avangard. Dentro de su doctrina, el mantenimiento de una triada nuclear robusta sigue considerándose central para su soberanía.
Al advertir una posible carrera nuclear, Putin toca una fibra sensible: aunque los tratados de control de armas han perdido fuelle, la percepción de un vacío regulatorio estimula acciones unilaterales. En este contexto, si hay pruebas nucleares de facto, otros estados podrían sentirse legitimados para imitarlas.
Expertos en desarme han alertado que dejar expirar acuerdos como el New START sin reemplazo lógico puede inducir una “espiral de inseguridad”. Y eso se agrava si las potencias no construyen confianza mutua en inspecciones, monitoreo y mecanismos de verificación.
Además, Rusia ha señalado el desarrollo de armas duales (convencionales o nucleares) como un componente de su estrategia de asimetría frente a la superioridad convencional occidental.
La oferta de Putin de extender el límite estratégico del tratado nuclear por un año es interpretada por analistas como un movimiento táctico: concede tiempo para calibrar el escenario internacional sin abandonar la narrativa del equilibrio.
Desde EE. UU., el presidente Trump comentó recientemente que la oferta “suena como una buena idea”. Ese respaldo preliminar podría abrir una ventana de diálogo, aunque las grandes diferencias estratégicas —por ejemplo, el papel de China, sistemas de defensa antimisil o misiles tácticos— complican el consenso.
No obstante, una extensión unilateral sin negociaciones ambiciosas sería un parche frágil. Lo decisivo será si Rusia y EE. UU. acuerdan condiciones de seguimiento, transparencia y participación de terceros actores relevantes (China, Reino Unido, Francia) para lograr un pacto más inclusivo.
La insinuación de Vladimir Putin sobre una carrera armamentista nuclear coloca nuevamente sobre la mesa un escenario que muchos temían ver reaparecer: el retorno abierto del riesgo estratégico. La oferta de mantener límites nucleares —aunque sea por un año— parece una señal de que Moscú busca una pausa controlada más que una escalada total inmediata. Pero esa pausa solo podrá sostenerse si se traduce en mecanismos diplomáticos creíbles, reconocimiento mutuo de intereses y la firme participación de actores que hoy fijan nuevas decisiones en el tablero global.