Trump se alinea con Putin y deja a la UE al margen del plan de paz para Ucrania

El presidente de EEUU presume de tener “los mimbres de un acuerdo” mientras rechaza el alto el fuego europeo y aprieta a Kiev para decidir ya el futuro del Donbass
EP TRUMP Y ZELENSKY
EP TRUMP Y ZELENSKY

Donald Trump ha vuelto a colocarse en el centro del tablero ucraniano. Desde Mar-a-Lago, flanqueado por Volodímir Zelenski, el presidente de Estados Unidos aseguró que cree que “tenemos los mimbres de un acuerdo que será bueno para Ucrania, bueno para todos”. Minutos antes había hablado durante 75 minutos con Vladímir Putin y, según el Kremlin, ambos coinciden en algo clave: la propuesta de la Unión Europea para un alto el fuego temporal solo serviría para “prolongar la guerra”.
Trump insiste en que tanto Zelenski como Putin “quieren hacer un trato”, promete un acuerdo de seguridad “fuerte” para Ucrania y subraya que los países europeos “están muy implicados y muy en línea” con el proceso. Pero en paralelo, Moscú filtra que Washington y el Kremlin también comparten otra idea: Kiev debe tomar “sin demora” una decisión definitiva sobre el futuro del Donbass. La consecuencia es clara: el proceso negociador entra en una fase en la que el margen de maniobra de Ucrania se estrecha y el papel de la UE queda relegado a actor secundario.

Trump se ve como arquitecto del “gran deal” para Ucrania

En su comparecencia ante la prensa, Trump lo dejó claro: “Creo que tenemos los mimbres de un acuerdo que será muy bueno para Ucrania, muy bueno para todos”. Aseguró que la reunión con Zelenski en Mar-a-Lago será “muy buena” y anunció que llamará de nuevo a Putin justo después para seguir avanzando. Según el propio presidente, el líder ruso está “muy serio” respecto a la paz.

La escenografía no es casual. Trump busca presentarse como el único capaz de hablar de tú a tú con Moscú y Kiev y, al mismo tiempo, marcar distancias con el enfoque europeo, basado en un alto el fuego temporal, garantías multilaterales y respeto estricto al derecho internacional. Frente a ello, la Casa Blanca habla de un “acuerdo fuerte de seguridad” para Ucrania, pero sin detallar aún el precio territorial o político que podría implicar.

En términos de relato, la jugada es doble: en el frente interno, Trump intenta vender a su electorado que puede “terminar la guerra” sin “cheques en blanco” a Kiev; en el exterior, se coloca como mediador imprescindible en un conflicto que lleva casi tres años erosionando el crecimiento europeo y tensionando los mercados energéticos.

Un plan de 20 puntos con un nudo central: el Donbass

El encuentro en Florida gira en torno a una versión actualizada del plan de paz de 20 puntos que Washington y Kiev han ido puliendo en las últimas semanas. Según fuentes diplomáticas, el esquema incluye tres grandes bloques:

  • Un marco político sobre soberanía ucraniana, neutralidad efectiva y garantías de seguridad respaldadas por Estados Unidos y aliados.

  • Un capítulo económico y de reconstrucción, con un volumen potencial de ayudas cercano a los 800.000 millones de dólares a varios años vista.

  • Disposiciones militares sobre alto el fuego, retirada escalonada de tropas y estatus de las zonas ocupadas.

El verdadero bloqueo está en el Donbass y, en menor medida, en Crimea. Moscú exige consolidar sobre el papel buena parte de las ganancias territoriales de estos años; Zelenski, por su parte, solo ha abierto la puerta a fórmulas como zonas desmilitarizadas supervisadas internacionalmente y referendos bajo estándares occidentales, algo que Rusia rechaza de plano.

Que el asesor de política exterior del Kremlin subraye ahora que Trump y Putin coinciden en que Kiev debe decidir “sin retrasos” sobre el futuro del Donbass se lee en Kiev como una forma de trasladar la presión al lado ucraniano: si la guerra continúa, la responsabilidad pasaría a ser de quien “no acepta la paz”, no de quien invade.

Bruselas
Bruselas

La UE, relegada: de promotora del alto el fuego a figurante

La gran ausente en esta coreografía es la Unión Europea. Bruselas y varias capitales habían impulsado un plan de alto el fuego temporal orientado a frenar los bombardeos, abrir corredores humanitarios y ganar tiempo para una negociación más amplia. El mensaje que llega ahora desde Moscú es demoledor: tanto Putin como Trump consideran que esa propuesta solo “alargaría el conflicto”.

En términos geopolíticos, el contraste con el verano de 2022 y 2023 resulta elocuente. Entonces, la UE lideraba el frente de sanciones, el apoyo financiero y el suministro de armas, y aspiraba a ser actor central en cualquier salida negociada. Hoy, el protagonismo lo acaparan las llamadas telefónicas entre Washington y Moscú, con Kiev en medio y Europa en un papel de “acompañante” financiero y diplomático.

Lo más grave, señalan expertos en seguridad consultados por think tanks europeos, es el mensaje implícito: si el diseño final del acuerdo se cocina a tres bandas —EEUU, Rusia y Ucrania—, la UE corre el riesgo de pagar buena parte de la factura de la reconstrucción sin haber escrito las reglas del juego.

Zelenski entre la presión militar, el desgaste interno y la foto con Trump

Para Volodímir Zelenski, la visita a Mar-a-Lago es una apuesta de alto riesgo. Llega a Florida tras nuevas oleadas de ataques rusos sobre infraestructuras energéticas y ciudades ucranianas, con una opinión pública agotada tras años de guerra y con aliados europeos que empiezan a mostrar señales claras de fatiga.

En paralelo, el presidente ucraniano sabe que una fotografía de entendimiento con Trump puede reforzar su posición frente a Moscú —al menos a corto plazo—, pero también abrir grietas con sectores de su propia población si el precio percibido es una cesión territorial demasiado amplia. Buena parte de su legitimidad política se ha construido sobre la promesa de que no habrá “paz a cualquier precio”.

Entre bastidores, la administración ucraniana intenta vender el plan de 20 puntos como una vía para lograr una “paz justa y duradera”, con garantías reales de seguridad y acceso pleno al mercado europeo. Pero los hechos son tozudos: el margen de maniobra de Kiev depende, en gran medida, de que Washington mantenga el flujo de ayuda militar y económica. Y esa ayuda, bajo la actual Casa Blanca, está cada vez más condicionada a “avances concretos” en la negociación.

Putin, la ventana de oportunidad y el cálculo del Kremlin

Que el Kremlin subraye que la conversación entre Trump y Putin fue “amistosa” y de más de una hora no es un detalle menor. Moscú busca proyectar la imagen de un canal privilegiado con Washington, al tiempo que presenta el plan europeo como un obstáculo más que como una solución.

Desde la óptica rusa, el momento puede ser visto como una ventana de oportunidad:

  • El frente militar avanza lentamente, pero la infraestructura ucraniana está cada vez más dañada.

  • Europa afronta un 2026 de crecimiento débil, con la industria castigada por años de energía cara.

  • Estados Unidos quiere reducir costes y riesgos asociados a un conflicto prolongado en plena campaña política interna permanente.

En ese contexto, un acuerdo que congele las líneas actuales —o algo cercano— y fuerce a Kiev a tomar decisiones rápidas sobre Donbass puede leerse en Moscú como una victoria estratégica parcial: no logra todos sus objetivos iniciales, pero consolida un área de influencia y reduce la presión de nuevas sanciones “catastróficas”.

Lo que se juega la economía europea y los mercados energéticos

Más allá del tablero militar, el desenlace de estas conversaciones tendrá efectos directos sobre la economía europea y los mercados energéticos. Desde el inicio de la invasión a gran escala, la UE ha gastado cientos de miles de millones en subvencionar la energía, reconfigurar su matriz de importaciones de gas y petróleo y sostener a empresas y hogares.

Un acuerdo que rebaje la intensidad del conflicto —aunque no resuelva todas las cuestiones territoriales— podría:

  • Reducir la prima de riesgo geopolítico sobre el gas natural y el crudo, estabilizando precios.

  • Dar oxígeno a la industria intensiva en energía (química, metalúrgica, papel, cemento), que compite en clara desventaja con Estados Unidos y Asia.

  • Permitir a los gobiernos relajar medidas de apoyo fiscal extraordinarias, en un momento en que los déficits siguen elevados.

Pero si el pacto se percibe como una “paz incierta”, con líneas de frente congeladas y alto riesgo de reanudación de hostilidades, el mercado puede seguir descontando un escenario de inestabilidad residual, en el que ni las inversiones en Ucrania ni los grandes proyectos de infraestructura energética terminan de despegar.

EP TRUMP PUTIN
EP TRUMP PUTIN

Tres escenarios: alto el fuego rápido, guerra congelada o ruptura

Los analistas manejan ya al menos tres grandes escenarios a partir de la secuencia Trump–Zelenski–Putin y del rechazo explícito al alto el fuego europeo:

  1. Alto el fuego rápido con concesiones dolorosas

    • Kiev acepta una fórmula que, de facto, consolida parte de las ganancias territoriales rusas en el Donbass a cambio de garantías de seguridad reforzadas y un paquete financiero masivo.

    • Europa celebra la reducción inmediata de la violencia, pero afronta el debate interno sobre la legitimidad de un acuerdo que premia la ocupación por la fuerza.

  2. Guerra congelada al estilo “nuevo Minsk”

    • Se pacta una reducción significativa de ataques y una línea de separación vigilada internacionalmente, pero sin acuerdo final sobre fronteras ni estatus político.

    • Ucrania queda atrapada en una situación de no guerra/no paz, que dificulta su adhesión plena a la UE y su reconstrucción a gran escala.

  3. Ruptura de las conversaciones y escalada controlada

    • Las diferencias sobre Donbass y Crimea resultan insalvables y el Kremlin utiliza el fracaso para justificar nuevas ofensivas.

    • La Casa Blanca presiona a Zelenski para mostrar más flexibilidad, mientras la UE intenta reactivar su propio plan de alto el fuego con menos margen de maniobra.

En todos los casos, el papel de Trump será determinante. Si el presidente logra presentar un acuerdo como “victoria” ante su base, el incentivo para empujar a Kiev hacia concesiones aumentará; si, por el contrario, percibe que cualquier pacto se le puede volver en contra en casa, el riesgo de una negociación cronificada y errática crecerá.

Lo único seguro, de momento, es que la frase “tenemos los mimbres de un acuerdo” llega acompañada de condiciones que van mucho más allá del plano militar. Y que, una vez más, el futuro de la seguridad europea se dirime a puerta cerrada entre Washington, Moscú y Kiev… con una Unión Europea que mira de reojo, asumiendo la factura económica pero sin controlar del todo el texto final.

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