La Fed decide el rally de Dow Jones y Nasdaq: bajadas de tipos, relevo y volatilidad en 2026
Eduardo Vicho analiza el optimismo del mercado ante posibles bajadas de tipos por la Fed y un relevo afín a Trump; advierte sobre la volatilidad y los riesgos de sobrevaloración en sectores clave.
La escena es conocida y, sin embargo, cada vez más peligrosa: Wall Street se acerca a máximos mientras el mercado descuenta bajadas de tipos y una Reserva Federal más complaciente. En ese optimismo, advierte Eduardo Vicho, hay un elemento que lo condiciona todo: la Fed no solo marca el precio del dinero, marca el ánimo del sistema. Y si a ese guion se suma la posibilidad de un relevo en la institución con un perfil más afín a Donald Trump, el cóctel se vuelve aún más explosivo.
Los inversores dan por hecho que el ciclo de recortes está en marcha y que podría acumular entre 75 y 100 puntos básicos en los próximos trimestres. Pero el mercado, cuando está lanzado, no solo anticipa: se adelanta. Y ese adelanto suele cobrarse su factura cuando la realidad no llega a tiempo.
Vicho pone el foco en dos riesgos que se están infravalorando: valoraciones altas —en algunos sectores ya en modo sobreprecio— y bajísima liquidez en diciembre, capaz de amplificar cualquier titular en movimientos bruscos. La consecuencia es clara: el rally puede prolongarse, sí, pero el margen de error se estrecha y 2026 asoma como el año en que habrá que pagar la cuenta si los beneficios no acompañan.
El optimismo que todo lo explica y casi todo lo tapa
El mercado vive instalado en una premisa cómoda: si los tipos bajan, los múltiplos aguantan; si los múltiplos aguantan, los índices suben; y si los índices suben, la confianza se retroalimenta. En ese marco, no extraña que muchos inversores estén actuando como si la prosperidad fuese un carril asegurado. Pero Vicho introduce un matiz que lo cambia todo: la prosperidad no se descuenta, se demuestra trimestre a trimestre.
Hoy una parte relevante del mercado opera con valoraciones exigentes, con PER implícitos en torno a 20-22 veces en segmentos de crecimiento y primas de riesgo comprimidas. Eso no es necesariamente irracional si la desinflación continúa y la Fed acompaña, pero sí es frágil: cualquier decepción de resultados o un repunte de inflación puede golpear donde más duele, en el precio que se paga por cada euro de beneficio futuro.
El problema no es solo el nivel. Es el consenso. Cuando demasiados participantes apuestan por el mismo guion —“tipos a la baja, bolsa al alza”— el mercado pierde capacidad de sorpresa positiva y gana sensibilidad al susto. La consecuencia es clara: cuanto más uniforme es el optimismo, más violento puede ser el ajuste cuando llega la primera contradicción.
Bajadas de tipos: el espejismo de la certeza
Las expectativas de recortes actúan como gasolina. El mercado tiende a poner fecha, ritmo y magnitud a las decisiones de la Fed incluso antes de que la Fed se comprometa. En la narrativa dominante, el banco central podría ejecutar tres o cuatro recortes en un horizonte de 12 meses, con un total aproximado de 0,75-1,00 puntos porcentuales. Eso abarata el descuento de flujos y hace que las valoraciones parezcan “razonables” incluso cuando son elevadas.
Pero Vicho insiste en una idea incómoda: no hay nada más caro que un recorte que el mercado ya ha pagado. Si la Fed recorta menos de lo esperado, o lo hace más tarde, el ajuste no llega porque suba el tipo, sino porque cambia el relato. Y cuando cambia el relato, cambia la prima que el inversor está dispuesto a pagar.
Además, el ciclo de tipos no es una autopista. Puede haber pausas, mensajes contradictorios y un elemento que el mercado suele ignorar: la Fed no recorta para “hacer felices” a las bolsas, recorta si su mandato lo permite. Vicho lo resume en una advertencia que debería estar en negrita en cualquier pantalla: las expectativas son un activo; y como todo activo, pueden caer.
La baja liquidez navideña: cuando una chispa provoca un incendio
Diciembre es el mes de los espejos deformantes. Menos volumen, menos contrapartida, menos profundidad de mercado. Eso significa que movimientos que en abril serían anecdóticos, en Navidad pueden convertirse en una sacudida. Vicho alerta de este punto con especial énfasis: la volatilidad no necesita malas noticias; le basta con poca liquidez.
En estas semanas, el volumen negociado puede caer fácilmente un 25%-35% respecto a semanas normales, y los libros de órdenes se adelgazan. En ese contexto, un dato macro algo peor, una frase ambigua de un miembro de la Fed o un profit warning aislado pueden desencadenar caídas rápidas… o subidas igualmente irracionales.
El inversor minorista suele confundir “mercado tranquilo” con “mercado seguro”. Y ahí está el error: el mercado de baja liquidez es un mercado en el que la amplitud real de movimiento se multiplica.
“En Navidad, el mercado puede subir con una facilidad sospechosa y caer con una violencia injusta”, viene a decir Vicho. Y esa dualidad se convierte en una trampa para quien opera sin disciplina: perseguir velas verdes y asustarse con velas rojas, justo cuando el precio es menos fiable que nunca.
Relevo en la Fed: el riesgo político que el mercado intenta ignorar
El elemento más delicado del análisis es el que se suele comentar en voz baja: la posibilidad de un relevo o una reorientación de la Fed hacia una línea más procrecimiento y políticamente más cercana al ideario de Trump. No hace falta que la independencia formal se rompa; basta con que el mercado perciba que el próximo liderazgo será menos restrictivo o más sensible a la presión política para que cambie la curva de expectativas.
Para los índices, ese relato puede ser música: tipos más bajos, condiciones financieras más relajadas, rally sostenido. Pero Vicho apunta al reverso: si el mercado llega a creer que la Fed se politiza, sube el riesgo de desanclaje de expectativas de inflación y, con ello, el riesgo de que los bonos exijan más rentabilidad. Y si los bonos exigen más, el “rally de descuento” se vuelve menos sostenible.
Este hecho revela una paradoja peligrosa: una Fed percibida como más blanda puede impulsar acciones a corto plazo, pero también elevar el coste de capital si la credibilidad se erosiona. En ese caso, el impulso inicial se convierte en factura futura. El mercado puede celebrar el giro… hasta que empiece a temerlo.
2026: el año en que los beneficios tendrán que justificar el precio
Vicho mira más allá del titular inmediato y pone el foco en 2026 como año de rendición de cuentas. Si hoy las valoraciones descuentan crecimiento fuerte y tipos bajando, el futuro exige una prueba: beneficios consistentes. Si las empresas no entregan resultados a la altura del entusiasmo, la reacción puede ser implacable.
En escenarios de euforia, el mercado tolera fallos puntuales. Pero cuando la narrativa se estira, la tolerancia cae. Y ahí entra un riesgo estructural: una parte del crecimiento esperado descansa en inversiones masivas —tecnología, automatización, IA— que prometen productividad, pero que también elevan costes y exigen retornos. Si esos retornos no se materializan, el mercado ajusta no solo el precio de una empresa, sino el precio de todo un sector.
Vicho advierte de un patrón clásico: “subida por expansión de múltiplos” primero, “subida por beneficios” después. Si el segundo tramo falla, el primero se deshace. No hace falta un crack: basta con una normalización. Una compresión de múltiplos del 10%-15% puede borrar meses de rentabilidad.
La consecuencia es clara: 2026 no será un año de relatos; será un año de cifras.
Cómo leer a la Fed sin caer en el ruido
La Fed, insiste Vicho, es el gran catalizador porque no solo fija el tipo oficial: condiciona el crédito, las hipotecas, el apetito por riesgo y el precio de todo lo que se valora en dólares. Por eso, más que adivinar, conviene observar. ¿Qué mirar?
Primero, la coherencia entre inflación y mensaje: si la inflación persiste, el tono dovish tiene límites. Segundo, el mercado laboral: una economía demasiado fuerte puede frenar recortes. Tercero, el comportamiento del bono a 10 años: si se instala por encima del 4% de forma sostenida, el mercado empieza a descontar que el dinero no será tan barato como sueña.
Y, sobre todo, disciplina. Vicho no pide salir corriendo, pide evitar decisiones impulsivas. “Las burbujas no se pinchan el día que las detectas; se pinchan el día que falta liquidez o sobra miedo”, podría resumirse su enfoque. Por eso su recomendación no es el pánico, sino el ajuste: calibrar exposición, asumir que la volatilidad navideña puede engañar y entender que, en un mercado caro, el margen de seguridad es más estrecho.
La consecuencia final es tan simple como incómoda: si la Fed cambia el tono, cambia el mercado. Y si la política entra en la ecuación, cambia el tipo de riesgo.

