"No vendas"

Dow Jones, Nasdaq : Ray Dalio advierte sobre la mayor burbuja desde 1929: “No vendas todavía”

Ray Dalio avisa: al 80% de una burbuja histórica

Ray Dalio en una entrevista reciente, explicando las señales de una posible burbuja financiera en el mercado actual.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
"No vendas"

El fundador de Bridgewater ve un mercado inflado que recuerda a 1929 y 1999, pero advierte: aún no ha sonado el gatillo final del desplome. Ray Dalio no habla de “volatilidad” ni de “excesos puntuales”. Habla de burbuja. Y no de cualquiera, sino de una que, según su propio termómetro, estaría ya en torno al 80% de su desarrollo, con parecidos inquietantes con 1929 o la burbuja puntocom de 1999.
Su modelo, construido con datos desde 1900, señala un mercado cargado de apalancamiento, valoraciones difíciles de justificar y una proporción de riqueza financiera muy superior al efectivo disponible para sostenerla.
Sin embargo, el mensaje no es “salga corriendo”: Dalio insiste en que el gatillo final del pánico aún no ha sido activado y que la fase de euforia puede prolongarse más tiempo del que la lógica sugeriría.
En el centro del fenómeno, un protagonista indiscutible: la explosión de la inteligencia artificial, convertida en narrativa dominante para justificar precios de activos en órbita.
La consecuencia es clara: no se trata de adivinar el día del desplome, sino de gestionar el riesgo en un entorno donde la historia dice que los excesos se pagan… pero casi nunca de inmediato.

Un termómetro de burbujas con 120 años de datos

Dalio no habla desde la intuición, sino desde un indicador propio de burbuja construido con más de un siglo de datos, desde comienzos del 1900. Ese termómetro combina, entre otras, tres variables clave:

  • El apalancamiento del sistema (cuánto se compra con deuda).

  • La relación entre la riqueza financiera total y el efectivo disponible para sostenerla.

  • El grado en que los precios se han separado de los fundamentales económicos razonables.

Cuando esos factores se alinean, la aguja del indicador sube. Hoy, según Dalio, estaría en torno al 80% del recorrido típico de una burbuja, muy por encima de los niveles habituales de mercado “caro” y peligrosamente cerca de episodios históricos previos a colapsos monumentales.

La lógica detrás del modelo es sencilla, pero implacable: cuando demasiada riqueza depende de expectativas de revalorización futuras, y demasiado poco está respaldado por flujos de caja reales, cualquier shock de liquidez o de confianza puede desencadenar un ajuste violento.
La buena y mala noticia a la vez es que ese 80% no implica inminencia. Como recuerda Dalio, hay fases finales en las que la burbuja se infla aún más deprisa, precisamente antes de estallar.

Paralelismos inquietantes con 1929 y las puntocom

El propio Dalio subraya que las cifras actuales “se parecen mucho —demasiado—” a las de los años previos a 1929 o al estallido de las puntocom en 1999–2000. En ambos casos, el patrón se repitió con una precisión incómoda:

  1. Compra frenética alimentada por narrativas de cambio tecnológico o de “nueva era”.

  2. Valoraciones extremas que se justifican con el argumento de que “esta vez es diferente”.

  3. Una fase final de ventas forzadas y estrangulamiento de liquidez que transforma las dudas en pánico.

Hoy el guion es familiar. Los múltiplos de muchas compañías ligadas a la IA o a la disrupción digital se sitúan en bandas que, históricamente, solo se han visto antes de grandes correcciones. Una parte relevante del mercado está comprando crecimiento a cualquier precio, asumiendo que el futuro será tan perfecto como promete la narrativa dominante.

Lo más grave es que el estado de ánimo se parece tanto como los números. En 1929 y en 1999 abundaban las voces que decían que las reglas clásicas de valoración habían quedado obsoletas. Escuchar hoy argumentos similares alrededor de la inteligencia artificial debería ser, por sí mismo, una señal de alerta.

La fiebre de la inteligencia artificial como catalizador

Dalio no señala a un único culpable, pero es imposible ignorar el papel de la inteligencia artificial como gran catalizador del ciclo actual. La IA se ha convertido en la historia perfecta: promete ganancias de productividad, nuevos modelos de negocio y una revolución en la forma de producir y consumir información.

Esa promesa ha disparado la cotización de los gigantes tecnológicos y ha dado vida a decenas de proyectos cuyo valor depende más de lo que podrían ser dentro de diez años que de lo que facturan hoy. La consecuencia es una concentración extrema: una porción desproporcionada de las subidas recientes en índices como el S&P 500 o el Nasdaq procede de un puñado de valores ligados a la IA.

En paralelo, las empresas están levantando centros de datos multimillonarios, financiados en parte con estructuras de deuda compleja y fuera de balance. El mercado aplaude el Capex porque lo interpreta como señal de liderazgo tecnológico, pero no siempre valora adecuadamente el riesgo de que los retornos no lleguen al ritmo esperado.

La historia de las grandes burbujas tecnológicas es clara: la tecnología de fondo suele sobrevivir y cambiar el mundo, pero muchos de los vehículos de inversión que se montan encima desaparecen por el camino.

Lo que aún falta: el gatillo del pánico

Para que la burbuja sea completa, falta un elemento crucial: la venta masiva forzada. Dalio lo explica con una secuencia de tres pasos:

  • Primero, compras excesivas sin respaldo fundamental sólido.

  • Después, valoraciones extremas sostenidas por la euforia y el crédito barato.

  • Por último, el momento en que alguien tiene que vender —porque se le acaba el margen, la liquidez o la paciencia— y arrastra al resto.

Según su análisis, nos encontramos claramente en las dos primeras fases, pero la tercera no se ha desencadenado aún. No han empezado, al menos de forma sistemática, los margin calls masivos, las liquidaciones forzosas de posiciones apalancadas o las ventas en cascada de fondos que necesitan cumplir con reembolsos urgentes.

Eso explica por qué, pese a la sensación de “burbuja avanzada”, los índices siguen marcando máximos o cerca de ellos. El mercado está en esa fase en la que todo el mundo intuye que hay demasiada espuma, pero pocos quieren ser los primeros en dejar de brindar.

La experiencia histórica demuestra, además, que las últimas etapas pueden ser las más rentables y las más peligrosas: en 1929, recuerda Dalio, el mercado subió todavía cerca de un 90% después de que algunos expertos comenzasen a advertir de la burbuja.

Por qué Dalio dice: no vendas todavía (pero piensa distinto)

La parte más contraintuitiva del mensaje de Dalio es su recomendación de no salir corriendo a venderlo todo. El inversor veterano sabe que el riesgo no está solo en perder dinero cuando el mercado cae, sino también en quedarse fuera demasiado pronto mientras la burbuja sigue inflándose.

Su propuesta no es apretar el botón del pánico, sino ajustar expectativas y estrategia:

  • Asumir que las rentabilidades futuras, a largo plazo, serán previsiblemente más bajas desde niveles de valoración tan altos.

  • Reducir el exceso de concentración en activos claramente eufóricos (IA extrema, temáticas de moda), sin renunciar por completo a ellos.

  • Fortalecer la diversificación real: activos defensivos, liquidez estratégica, geografías y sectores disociados de la narrativa dominante.

En otras palabras, Dalio invita a pensar como un gestor de riesgo, no como un apostador. “Las burbujas suelen ir más lejos de lo que el sentido común sugiere, pero eso no significa que debamos entrar en ellas con los ojos cerrados”, viene a decir.

La clave está en aceptar que el timing perfecto no existe y que la prioridad no es adivinar el día del pinchazo, sino evitar que el eventual ajuste destruya permanentemente el capital.

Los “alfileres” que pueden pinchar la burbuja

Si la burbuja está al 80%, la pregunta obvia es qué podría activar el 20% restante y precipitar el estallido. Dalio apunta a varios posibles “alfileres”:

  • Un endurecimiento abrupto de la política monetaria, si la inflación repunta y obliga a los bancos centrales a subir tipos o a frenar los recortes previstos.

  • Una crisis de apalancamiento en segmentos concretos: fondos de private equity, crédito privado, vehículos de financiación de centros de datos u otras formas de deuda en la sombra.

  • Un shock de liquidez global provocado por un evento geopolítico de gran magnitud: escalada en Ucrania, crisis en Oriente Medio, tensiones financieras en China o en el sistema bancario en la sombra.

Cualquiera de esos elementos puede pasar de ser un riesgo teórico a una realidad en cuestión de semanas. En ese momento, los modelos empiezan a marcar “reducción de riesgo”, los gestores venden lo que pueden —no siempre lo que quieren— y la burbuja se transforma en búsqueda desesperada de efectivo.

El mensaje implícito es que, en un entorno así, no tener plan es el mayor riesgo. Quien espere a decidir qué hacer cuando el pánico se haya desatado, probablemente ya llegue tarde.

Cómo sobrevivir a una burbuja sin dejar de invertir

La gran lección del análisis de Dalio es que la respuesta no es blanco o negro. No se trata de elegir entre “todo bolsa tecnológica” o “todo liquidez”, sino de reestructurar la cartera para que pueda sobrevivir a varios escenarios: prolongación de la euforia, corrección gradual o ajuste violento.

Algunas claves que se desprenden de su enfoque:

  • Rebajar el apalancamiento personal y corporativo: menos deuda, más margen de maniobra.

  • Revisar la concentración en historias perfectas (IA, disrupción, temáticas hiperpopulares) y diversificar hacia activos menos glamourosos pero más sólidos.

  • Aumentar el peso de activos que históricamente han ofrecido protección parcial en entornos de estrés: metales preciosos, liquidez, algo de renta fija de calidad.

  • Alargar el horizonte temporal: quien necesita recuperar el dinero en 12 meses tiene un problema distinto al de quien puede esperar 10 años.

La consecuencia es clara: la advertencia de Dalio no es un llamamiento al apocalipsis, sino un manual de prudencia en un mercado que huele a exceso. La historia dirá si este 80% de burbuja se convierte en un 100% con estrépito o si el ajuste se gestiona de forma más ordenada. Pero, para cuando lo sepamos, la diferencia entre haber gestionado el riesgo o no será ya imposible de corregir.

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