Charlamos con José María Madiedo

3I/ATLAS, el cometa interestelar que intriga a los astrónomos pero no amenaza a la Tierra

Entrevista exclusiva con el investigador José María Madiedo sobre el cometa interestelar 3I/ATLAS, su naturaleza, comportamiento y la ciencia detrás del tercer objeto interestelar identificado que genera gran expectación entre astrónomos.

Imagen del cometa 3I/ATLAS captada desde un telescopio durante su paso cercano al Sol.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Imagen del cometa 3I/ATLAS captada desde un telescopio durante su paso cercano al Sol.

En medio de la inmensidad espacial, el cometa 3I/ATLAS recorre el sistema solar como un viajero interestelar con historia propia, despertando a la vez alarma, incertidumbre y fascinación. Se trata solo del tercer objeto de este tipo detectado procedente de fuera del sistema solar, un cuerpo que, pese a su comportamiento llamativo, se explica mediante procesos estrictamente naturales. Así lo subraya José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía, que desmonta las especulaciones sobre riesgos para la Tierra o señales de inteligencias extraterrestres y reivindica el enorme valor científico de este visitante cósmico.

Lejos de cualquier guion de ciencia ficción, 3I/ATLAS se comporta como un cometa cuya actividad —superficie cambiante, emisiones de material y señales de radio— encaja en los modelos conocidos por la astrofísica. Su singularidad reside en su origen alrededor de otra estrella y en la oportunidad que brinda para estudiar cómo se forman y evolucionan estos cuerpos en otros sistemas estelares, ampliando el conocimiento sobre la diversidad de objetos del universo.

Un visitante con identidad propia

3I/ATLAS no es un cometa más de la larga lista de cuerpos que se aproximan al Sol. Su trayectoria hiperbólica revela que procede de más allá del sistema solar, lo que lo sitúa en el selecto grupo de objetos interestelares observados hasta la fecha. Esa procedencia le confiere una identidad propia: no nació en nuestro vecindario cósmico, sino en torno a otra estrella, en condiciones físicas y químicas potencialmente distintas.

Según explica Madiedo, este origen lejano ayuda a entender por qué su composición es variada y única, sin dejar por ello de ajustarse a las leyes conocidas de la física. La clave está en que, aunque su “acta de nacimiento” sea externa al sistema solar, se rige por los mismos principios que los cometas formados en regiones como el cinturón de Kuiper o la nube de Oort.

Actividad visible, procesos conocidos

Una de las características más llamativas de 3I/ATLAS es su superficie dinámica, que parece cambiar a medida que el cometa se acerca al Sol. Desde la Tierra se observan jets de material expulsados hacia el exterior, un comportamiento que podría interpretarse como exótico, pero que, según Madiedo, responde a un mecanismo bien comprendido: la sublimación de hielos.

Cuando el cometa recibe más radiación solar, parte de sus hielos se calientan y pasan directamente de estado sólido a gas, generando chorros de material y envolturas de polvo y gas que le dan esa apariencia tan espectacular. Se trata de un proceso habitual en cometas de muy distinto origen, que en este caso se amplifica por el interés que suscita su naturaleza interestelar.

Tamaño y composición de un “gran cometa”

Otro rasgo relevante de 3I/ATLAS es su tamaño, comparable al de algunos de los cometas más grandes del sistema solar. Este dato cuestiona la idea de que todo lo que procede del espacio interestelar deba ser necesariamente pequeño o extraordinariamente exótico. Al contrario, muestra que el universo produce cuerpos de escala similar en distintos entornos estelares.

Su composición, vinculada a su formación alrededor de otra estrella, introduce matices y particularidades, pero no rompe con los fundamentos de la dinámica cósmica conocidos. Más bien, ofrece un laboratorio natural para contrastar teorías sobre cómo se agrupan los materiales en los discos protoplanetarios de otros sistemas y cómo esos cuerpos pueden acabar expulsados al espacio interestelar.

Emisiones de radio sin misterio extraterrestre

Una de las cuestiones que más titulares ha generado es la detección de emisiones de radio asociadas a 3I/ATLAS. Para el público general, este tipo de señales despierta de inmediato conjeturas sobre posibles civilizaciones avanzadas. Sin embargo, la explicación que aportan los astrofísicos es mucho más sobria y, al mismo tiempo, reveladora.

Las emisiones registradas están relacionadas con la presencia de radicales hidroxilo (OH), derivados del vapor de agua que se libera cuando los hielos del cometa se subliman. Estos radicales interactúan con la radiación solar y emiten señales de radio que pueden ser detectadas por antenas terrestres. Es un fenómeno conocido en el estudio de cometas, que en este caso resulta especialmente interesante por tratarse de un objeto de fuera del sistema solar, pero que no implica en absoluto la existencia de inteligencias alienígenas.

Un paso seguro y sin riesgos para la Tierra

La espectacularidad de las imágenes y el carácter interestelar de 3I/ATLAS han alimentado también temores infundados sobre posibles impactos o catástrofes. Los cálculos orbitales descartan de plano ese escenario. El máximo acercamiento del cometa tendrá lugar el 19 de diciembre, a una distancia de más de 200 millones de kilómetros de la Tierra, muy superior a la que nos separa del Sol.

Desde esta perspectiva, cualquier inquietud sobre riesgos directos puede despejarse con contundencia. Los astrónomos aprovechan este paso para estudiar el objeto en detalle y, al mismo tiempo, para desmentir rumores sensacionalistas o teorías conspirativas que circulan en redes sociales. La ciencia convierte así un supuesto motivo de alarma en una oportunidad de observación única.

Un actor clave en el teatro científico

Más allá del ruido mediático, el verdadero valor de 3I/ATLAS reside en el conocimiento científico que puede aportar. Como subraya Madiedo, analizar cómo se forman y evolucionan estos cometas en otros sistemas estelares abre una ventana privilegiada a la evolución cósmica, a la diversidad de objetos que pueblan la galaxia y, en última instancia, a nuestra propia historia dentro del universo.

Este cometa interestelar se convierte así en un extraordinario actor en el teatro científico: un cuerpo que no trae amenazas ni misterios sobrenaturales, sino datos, señales y pistas sobre procesos que aún estamos aprendiendo a descifrar. Su paso por el sistema solar recuerda que, incluso en la aparente rutina orbital, el cosmos sigue ofreciendo oportunidades para ampliar los límites de lo que sabemos y replantear preguntas fundamentales sobre nuestro lugar en él.

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