3I/ATLAS

Puzia enfría las teorías extravagantes sobre 3I/ATLAS: «Es un objeto natural, no una megaestructura»

El astrofísico defiende el rigor científico ante las hipótesis que inflan el tamaño y el origen del tercer objeto interestelar detectado en el Sistema Solar.

Imagen del objeto 3I/ATLAS captada por telescopios, destacando su reciente paso por el sistema solar y el interés científico que genera.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Imagen del objeto 3I/ATLAS captada por telescopios, destacando su reciente paso por el sistema solar y el interés científico que genera.

El reciente paso del objeto interestelar 3I/ATLAS por el Sistema Solar ha disparado la imaginación de parte de la comunidad, con teorías que van desde megaestructuras del tamaño de Manhattan hasta artefactos de origen artificial. Frente a este ruido, el astrofísico Thomas Puzia ha reclamado volver a los datos: las estimaciones actuales, basadas en observaciones con telescopios como el Hubble, sitúan el diámetro del objeto entre unos cientos de metros y 5,6 kilómetros, un rango que encaja plenamente con un cuerpo natural. A su juicio, todo lo que se salga de ahí es, por ahora, pura especulación sin respaldo empírico.

Lejos de restar importancia a 3I/ATLAS, Puzia considera que este nuevo visitante interestelar es una oportunidad excepcional para estudiar material procedente de otros sistemas planetarios. Pero insiste en que esa relevancia científica no justifica saltos sin red hacia hipótesis exóticas que no superan el filtro del método científico.

Las observaciones realizadas con grandes telescopios, incluido el Hubble, permiten acotar el tamaño de 3I/ATLAS en una horquilla relativamente amplia, pero claramente alejada de las cifras que circulan en algunas teorías sensacionalistas. Los datos disponibles apuntan a un diámetro comprendido entre varios centenares de metros y unos 5,6 kilómetros, coherente con el de un cometa o asteroide interestelar.

Este rango, subraya Puzia, descarta de facto las interpretaciones que hablan de una estructura gigantesca, comparable a una gran ciudad terrestre. No hay ninguna medición observacional que respalde esas magnitudes, ni en brillo, ni en dinámica, ni en la forma en que el objeto refleja la luz solar. Cualquier afirmación que multiplique ese tamaño, advierte, se sitúa fuera del terreno del análisis científico y entra en el de la especulación.

Para el astrofísico, la clave es recordar que en astronomía los márgenes de error no son una invitación a “rellenar huecos” con imaginación, sino un recordatorio de que los datos son aún incompletos y deben interpretarse con prudencia.

Origen natural frente a teorías exóticas

En lo referente a su naturaleza, Puzia es igualmente claro: todas las observaciones apuntan a que 3I/ATLAS es un objeto natural. Su trayectoria, su brillo y su comportamiento general encajan con lo que cabría esperar de un cuerpo helado o rocoso procedente de otro sistema estelar, similar en espíritu —aunque no necesariamente en detalle— a ʻOumuamua o 2I/Borisov, los dos primeros objetos interestelares identificados.

Frente a este consenso, han ganado visibilidad algunas propuestas que sugieren un origen artificial o exótico, en la línea de las ideas defendidas en otras ocasiones por el astrofísico Avi Loeb. Puzia recuerda que esos planteamientos carecen de evidencia directa y, sobre todo, no se someten con la suficiente seriedad al contraste con los modelos aceptados por la comunidad.

A su juicio, este tipo de discursos, cuando se presentan al mismo nivel que las hipótesis apoyadas en datos, pueden erosionar la confianza del público en la ciencia, creando la falsa impresión de que “todo vale” y de que todas las teorías son igualmente válidas, con independencia de la evidencia.

El perigeo, una ventana para medir mejor

La próxima gran oportunidad para afinar el conocimiento sobre 3I/ATLAS llegará con su perigeo, previsto para el 19 de diciembre. Será entonces cuando el objeto pase a una distancia mínima relativa que permitirá obtener mediciones más precisas de su brillo, su curva de luz y, potencialmente, pistas adicionales sobre su composición.

Puzia subraya que este tipo de efemérides son cruciales: permiten combinar observaciones desde múltiples observatorios y mejorar los modelos sobre su tamaño, densidad y comportamiento físico. Cada nuevo dato contribuye a transformar un “misterio” en un caso de estudio cuantificable, sometido a las mismas reglas que el resto de la astrofísica.

Lejos de restar atractivo al fenómeno, esta aproximación convierte a 3I/ATLAS en un laboratorio natural para poner a prueba teorías sobre la formación y evolución de cuerpos pequeños en otros sistemas planetarios.

Vera Rubin y la próxima era de los visitantes interestelares

Más allá del caso concreto de 3I/ATLAS, Puzia pone el foco en el futuro inmediato. La entrada en funcionamiento del Observatorio Vera Rubin, prevista para 2026, promete cambiar por completo el panorama de la astronomía de objetos cercanos y visitantes interestelares.

Gracias a su capacidad para escanear el cielo de forma sistemática y profunda, Rubin podría permitir la detección de múltiples objetos interestelares cada año, frente a los contados casos que se han identificado hasta ahora. Esto abriría una etapa en la que los astrónomos no dependerán de hallazgos aislados, sino que podrán estudiar poblaciones enteras de estos cuerpos y comparar sus propiedades estadísticas.

Ese salto cuantitativo tendrá, inevitablemente, un impacto cualitativo: con una muestra más amplia, será posible reconstruir con más detalle los procesos de formación planetaria en distintos entornos de la Vía Láctea, y entender hasta qué punto 3I/ATLAS es representativo o excepcional.

Un anticipo de la diversidad cósmica

En opinión de Puzia, 3I/ATLAS debe verse menos como un enigma aislado y más como un adelanto de la diversidad cósmica que está por descubrirse. Cada nuevo visitante interestelar aporta una pieza al puzle de cómo se forman, migran y se expulsan cuerpos de los sistemas planetarios.

La tentación de recurrir a explicaciones extraordinarias, reconoce, es comprensible cuando se trata de fenómenos que rompen con la experiencia cotidiana. Pero, precisamente por eso, el astrofísico defiende que el mejor antídoto contra la confusión es mantener el rigor científico como brújula. En un escenario en el que telescopios como Vera Rubin multiplicarán los descubrimientos, 3I/ATLAS puede acabar siendo recordado como el ensayo general de una nueva era en la astronomía interestelar, en la que los datos —y no las conjeturas— dicten el relato de lo que ocurre más allá de nuestro Sistema Solar.

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