El gobierno israelí al filo de la navaja tras el histórico acuerdo de alto el fuego

Ben-Gvir amenaza con derribar al Ejecutivo: “No votaremos por liberar a asesinos” — el plan de paz con Hamas al borde del colapso

El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, anunció que su partido Otzma Yehudit votará en contra del acuerdo de intercambio de prisioneros con Hamas y advirtió que, si la organización no es desmantelada, su formación podría forzar la caída del Gobierno. La amenaza añade una nueva fractura a una coalición ya golpeada por las tensiones internas y complica la ratificación del pacto que pretende devolver a decenas de rehenes.

EPA/ATEF SAFADI
EPA/ATEF SAFADI Ben-Gvir amenaza con derribar al Ejecutivo: “No votaremos por liberar a asesinos” — el plan de paz con Hamas al borde del colapso

La estampida en el gabinete israelí por el plan de alto el fuego y la liberación de prisioneros ha cobrado un nuevo protagonista: Itamar Ben-Gvir. El controvertido ministro de Seguridad Nacional dejó claro que Otzma Yehudit no respaldará el acuerdo si en la práctica se permite la supervivencia de Hamas, y subrayó que no apoyará la puesta en libertad de “asesinos”. Su rechazo público supone una amenaza directa a la estabilidad del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu, que necesita cohesión interna para aprobar la hoja de ruta pactada con mediadores internacionales. 

El texto del acuerdo, impulsado por mediación estadounidense y regional, contempla la liberación escalonada de rehenes a cambio de la puesta en libertad de miles de presos palestinos y pasos hacia una retirada parcial de las fuerzas israelíes de Gaza. Las fuentes internacionales describen el pacto como una primera fase crítica para encauzar la tregua y permitir el acceso humanitario a la Franja. Pero el camino legal y político hacia su aprobación se ha topado con la resistencia de la extrema derecha dentro del propio gabinete. 

Ben-Gvir fue incluso más lejos en su advertencia: dijo que su partido está dispuesto a “desmantelar el gobierno” si se comprueba que Hamas sigue operando bajo otra forma una vez concluido el intercambio. El mensaje es doble: por un lado, pretende marcar una línea roja ante la opinión pública de su base; por otro, ejerce presión sobre Netanyahu para forzar garantías adicionales respecto al futuro desarme y desaparición de la estructura militar de Hamas. 

La oposición de Ben-Gvir no está aislada: otros ministros de la derecha dura, encabezados por figuras como Bezalel Smotrich, también han expresado dudas o rechazo al paquete tal y como fue formulado, y se valora la posibilidad de que varios actores del bloque conservador abandonen la coalición si el acuerdo se aprueba sin condiciones más estrictas. Pese a ello, desde el entorno de Netanyahu insisten en que cuentan con el respaldo suficiente para llevar el pacto al voto del gabinete y, posteriormente, al Knesset. 

El riesgo político es alto. Un gobierno debilitado o fragmentado tendría implicaciones inmediatas para la implementación del acuerdo y para la credibilidad de Israel frente a los mediadores. Además, la tensión interna podría traducirse en episodios de inestabilidad que dificulten la gestión de la seguridad y la reconstrucción humanitaria en Gaza. Analistas señalan que, aunque el acuerdo abre una ventana para la liberación de rehenes y la reducción de la violencia, su éxito dependerá tanto del cumplimiento de las garantías de seguridad como de la capacidad del Ejecutivo para mantener una mayoría parlamentaria que respalde las fases del plan. 

En las próximas horas se espera la votación en el gabinete y luego en el Knesset; ambas serán una prueba de fuego para Netanyahu y una posible bisagra en la política israelí. Si Ben-Gvir y sus aliados cumplen su amenaza y abandonan la coalición o promueven una moción contra el Gobierno, el país podría enfrentarse a una crisis política que, en medio de la espera por la liberación de rehenes, tendría efectos imprevisibles en el terreno diplomático y militar. Por ahora, la cuenta atrás hacia la votación agranda la incertidumbre: la paz prometida depende tanto de lo que firmen en las salas diplomáticas como de lo que decidan en los pasillos del poder en Jerusalén.

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