Drones rusos dañan instalaciones clave en la región ucraniana de Cherkasy: un nuevo paso en la escalada bélica
En la madrugada, varios drones de ataque lanzados por Rusia alcanzaron instalaciones consideradas como infraestructura crítica en la región de Cherkasy, Ucrania. Aunque el alcance exacto de los daños aún no ha sido determinado, las autoridades locales advierten sobre posibles consecuencias operativas y humanitarias, en medio de una situación cada vez más tensa.
Una vez más, la región de Cherkasy —en el centro de Ucrania— ha sido escenario de un ataque que pone en evidencia los retos que plantea la guerra moderna y las vulnerabilidades de los sistemas esenciales. De acuerdo con Ihor Taburets, jefe de la administración militar regional, durante la noche del 16 al 17 de septiembre varios vehículos aéreos no tripulados lanzados por fuerzas rusas impactaron lo que han definido como “infraestructura crítica”.
Los reportes oficiales no ofrecen hasta ahora un balance detallado: no se ha precisado cuántas instalaciones han sido afectadas, ni la extensión de los daños estructurales ni operativos. Taburets simplemente señaló que los drones “causaron consecuencias en infraestructura crítica”.
Sin embargo, medios de prensa ucranianos indican que algunos sistemas de suministro eléctrico podrían estar entre los afectados, así como infraestructuras vinculadas al transporte o comunicaciones. Si bien no se ha confirmado ninguna víctima mortal ni heridos hasta ahora, la incertidumbre se cierne sobre la población local que depende de esos servicios.
Este episodio no es aislado. A lo largo del conflicto, la estrategia de usar drones Shahed y otros UAVs para apuntar instalaciones energéticas, redes eléctricas y otras infraestructuras vitales ha sido recurrente. En enero de 2025, por ejemplo, otra oleada de drones atacó Cherkasy y dejó partes de la región sin suministro eléctrico, tras dañar líneas de transmisión.
Desde el punto de vista estratégico, este tipo de ataques buscan erosionar no solo la capacidad física de los sistemas sino también generar efectos psicológicos que amplifican la tensión civil. Deteriorar la infraestructura crítica implica interrupciones en servicios básicos, inseguridad en el abastecimiento y mayores costes económicos para reparar o sustituir los sistemas afectados.
Mientras las autoridades ucranianas reúnen datos técnicos para evaluar el alcance del daño, organizaciones internacionales monitorean la situación, pues la protección de infraestructuras esenciales se ha convertido en uno de los frentes menos visibles pero más decisivos del conflicto. En paralelo, crece la presión diplomática para que la comunidad internacional refuerce mecanismos de defensa contra amenazas aéreas no convencionales, así como la provisión de recursos para la reconstrucción.
Para los ciudadanos de Cherkasy esta nueva agresión supone una prueba de resistencia: administraciones locales reportan tensiones. Las poblaciones en comunidades que han sufrido apagones u otros cortes podrían enfrentarse a días críticos si no se restablecen los servicios esenciales con prontitud.