Diplomacia bajo presión en plena crisis de Oriente Medio

España e Israel intensifican su choque diplomático tras nuevas acusaciones de antisemitismo

El gobierno español ha vuelto a convocar a la embajadora israelí, Dana Erlik, después de que el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Sar, acusara a Madrid de ser “enemigos de la verdad” y de mantener posturas antisemitas. La tensión bilateral se enmarca en el apoyo de España al pueblo palestino y la reciente cancelación de un acuerdo de armas valorado en 700 millones de euros.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de España ha convocado nuevamente a la embajadora de Israel, en menos de una semana, tras las duras declaraciones del ministro israelí Gideon Sa’ar, quien acusó al gobierno de Pedro Sánchez de antisemitismo y de ser "enemigos de la verdad".

La relación entre España e Israel atraviesa uno de sus momentos más tensos de las últimas décadas. El Ministerio de Asuntos Exteriores convocó por segunda vez en menos de una semana a la embajadora israelí en Madrid, Dana Erlik, en respuesta a unas declaraciones del ministro de Exteriores de Israel, Gideon Sar. En sus palabras, el gobierno español sería “enemigo de la verdad” y estaría incurriendo en actitudes antisemitas.

Se trata de la segunda citación en apenas unos días. La semana anterior, el ministro José Manuel Álvarez había llamado a consultas a la embajadora israelí tras unas manifestaciones procedentes de la oficina del primer ministro Benjamín Netanyahu, consideradas calumniosas por el Ejecutivo español. El cruce de declaraciones y reproches refleja el deterioro acelerado de una relación que históricamente ha oscilado entre la cooperación institucional y las discrepancias políticas en torno al conflicto palestino-israelí.

El punto de inflexión llegó con la postura pública de Madrid en apoyo al pueblo palestino, acompañada por la decisión de anular un contrato de armas con Israel valorado en 700 millones de euros. La medida, confirmada en las últimas semanas, supone no solo un mensaje político contundente, sino también un impacto en las relaciones económicas y comerciales entre ambos países. Israel ha interpretado esta cancelación como un gesto hostil en medio de una crisis regional que exige apoyos diplomáticos más sólidos.

Para España, la decisión responde a un intento de alinear su política exterior con los principios de defensa de los derechos humanos y con la presión interna de sectores sociales y políticos que demandan mayor compromiso con la causa palestina. Sin embargo, el paso ha generado un efecto inmediato en el tablero diplomático: un aumento de la tensión bilateral y un intercambio de acusaciones que se amplifican en los medios internacionales.

El choque se produce además en un momento en el que la comunidad internacional está especialmente atenta al desarrollo de los acontecimientos en Oriente Medio. Los ataques en Gaza y las operaciones militares israelíes han intensificado el debate global sobre la proporcionalidad de las acciones y la necesidad de impulsar mecanismos efectivos de mediación. España, que se ha posicionado como uno de los gobiernos europeos más críticos con la gestión del conflicto por parte de Israel, ha trasladado su respaldo político al reconocimiento del Estado palestino como paso hacia una solución de dos Estados.

Israel, por su parte, percibe estas acciones como una amenaza directa a su legitimidad y acusa a Madrid de sumarse a una corriente internacional que deslegitima su derecho a defenderse de grupos armados como Hamás. El lenguaje utilizado por el ministro Gideon Sar refleja el nivel de crispación alcanzado, al recurrir a términos como antisemitismo para calificar la posición española.

Más allá del choque diplomático, las repercusiones económicas son también significativas. El contrato de 700 millones de euros cancelado era un ejemplo de cooperación en defensa que podía haber estrechado los vínculos entre ambas naciones. Su anulación no solo afecta al sector industrial, sino que envía un mensaje al resto de socios europeos y a los mercados internacionales sobre la disposición de España a asumir costes económicos a cambio de sostener una posición política firme.

En este contexto, el futuro de la relación bilateral queda en entredicho. Mientras España busca reforzar su papel en la política exterior europea como un actor crítico con la gestión israelí en Gaza, Israel intenta contener la ola de críticas internacionales y defender su imagen en el plano diplomático. La tensión acumulada, sumada al impacto económico, anticipa un escenario en el que el distanciamiento podría prolongarse en el tiempo si no se abren canales de diálogo efectivos.

Lo cierto es que, en un mundo interconectado, la diplomacia y la economía nunca se separan del todo. El enfrentamiento entre Madrid y Jerusalén no es solo una disputa de declaraciones, sino una muestra de cómo la política exterior condiciona inversiones, alianzas y confianza internacional. El desenlace dependerá de si ambas partes optan por mantener el pulso o buscar un terreno común que reduzca la tensión y permita reconstruir una relación que, hoy por hoy, atraviesa un serio punto de inflexión.
 

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