El louvre reabre sus puertas por primera vez tras el gran robo

El Museo del Louvre ha reabierto sus puertas tras tres días de cierre y conmoción. La sustracción de ocho joyas de la corona francesa, valoradas en más de 88 millones de euros, ha sacudido a Francia y puesto bajo escrutinio la seguridad del museo más visitado del mundo. Mientras los responsables siguen prófugos, la investigación apunta a una operación meticulosamente planificada que duró menos de diez minutos.

 

El Louvre reabre por primera vez tras el robo - E PA / Y O A N V A L A T​
El Louvre reabre por primera vez tras el robo - E PA / Y O A N V A L A T​

Ni las paredes del museo más emblemático del planeta fueron suficientes. El pasado domingo, el Louvre amaneció con un nuevo capítulo en la historia del crimen artístico: una banda de cuatro personas, vestidas de operarios y con acceso a una plataforma elevadora, logró entrar en la prestigiosa Galerie d’Apollon, donde se exponen las joyas de la corona francesa. En apenas siete minutos, los ladrones rompieron vitrinas de seguridad, se llevaron ocho piezas de valor incalculable y escaparon antes de que la policía llegara al lugar.

Entre los objetos robados se encuentran un collar de esmeraldas y pendientes pertenecientes a la emperatriz María Luisa, una tiara de la reina María Amalia y un broche de la emperatriz Eugenia. Solo una de las piezas, la corona de Eugenia, fue hallada poco después, dañada, abandonada en una calle cercana. Las autoridades estiman que el valor de las joyas sustraídas asciende a unos 88 millones de euros, aunque su valor histórico y simbólico es imposible de calcular.

La directora del museo, Laurence des Cars, comparecerá ante la Comisión de Asuntos Culturales de la Asamblea Nacional para explicar los fallos de seguridad. La ministra de Cultura, Rachida Dati, ha defendido que los protocolos funcionaron “dentro de lo previsto”, aunque ha reconocido la necesidad de revisar los sistemas de vigilancia. En palabras de Dati, “el robo fue un golpe de efecto, pero también una lección sobre cómo la delincuencia evoluciona al ritmo de la tecnología”.

La reapertura del Louvre este miércoles ha devuelto la calma aparente a sus pasillos, aunque la célebre Galerie d’Apollon permanecerá cerrada hasta nuevo aviso. Miles de visitantes han regresado al museo, mientras las cámaras y sensores de seguridad han sido reforzados. Sin embargo, el daño a la reputación del Louvre y al prestigio de Francia como custodio del arte universal ya está hecho.

Según la fiscal de París, Laure Beccuau, el robo fue “quirúrgico” y probablemente ejecutado con apoyo interno. La policía francesa trabaja con Interpol para rastrear el posible destino de las joyas en el mercado negro, donde podrían ser fragmentadas o fundidas para ocultar su origen. Expertos consultados por Reuters advierten que las primeras 48 horas tras un robo de estas características son decisivas: si las piezas no se localizan en ese plazo, su recuperación se vuelve casi imposible.

El suceso ha provocado una reacción en cadena. El Gobierno francés ha ordenado una revisión inmediata de la seguridad en los principales museos nacionales, incluido el Palacio de Versalles y el Musée d’Orsay. La ministra Dati ha propuesto incluso la instalación de una unidad policial permanente dentro del Louvre, similar a las que operan en grandes aeropuertos o instituciones financieras.

Este robo no solo pone de manifiesto la vulnerabilidad de las instituciones culturales, sino también la sofisticación creciente del crimen organizado vinculado al arte. En los últimos años, Europa ha visto aumentar el tráfico ilegal de antigüedades, joyas y obras de arte, con redes que operan desde galerías privadas hasta subastas internacionales.

Para Francia, el golpe es simbólico. El Louvre no es solo un museo: es un emblema nacional y un símbolo del patrimonio universal. Su vulnerabilidad ha desatado un debate sobre si la tecnología, por sí sola, puede proteger la memoria histórica o si es necesario un enfoque más humano y preventivo, basado en la inteligencia y la anticipación.

Mientras tanto, el eco del robo sigue resonando en París. Entre las luces del atardecer sobre la pirámide de cristal, la pregunta que queda en el aire es inquietante: ¿cómo proteger un tesoro que pertenece al mundo entero?

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