Beyoncé se une al exclusivo club de los milmillonarios de la música
Durante años, la duda no era si Beyoncé ya era milmillonaria, sino cuándo lo reflejarían las cifras. Ahora, las estimaciones sitúan su patrimonio en torno a los 1.000 millones de dólares, lo que la convierte en una de las pocas artistas que alcanza una fortuna de diez cifras desde la música: se suma a Jay-Z, Taylor Swift, Rihanna y Bruce Springsteen. El dato es relevante, pero lo es aún más el camino: Beyoncé ha tratado la música no como un producto que se licencia, sino como una infraestructura que se posee, apoyada en el control de su catálogo, la integración de su empresa Parkwood Entertainment y giras globales que han redefinido la economía del directo.
De “Renaissance” a “Cowboy Carter”: giras que reescriben el negocio
El último impulso hacia la barrera de los 1.000 millones llegó con un giro tan arriesgado como inesperado: “Cowboy Carter”, un álbum de inspiración country que desafió los límites del género y abrió un nuevo frente comercial. A ese lanzamiento le siguió la gira “Cowboy Carter Tour” en 2025, concebida como una serie de mini-residencias en grandes estadios, con pocas fechas y altísima demanda.
La gira superó los 400 millones de dólares en venta de entradas, a los que se suman unos 50 millones en merchandising, con márgenes inusualmente altos gracias a que Parkwood asumió la producción de forma interna. Para la mayoría de artistas, la “Renaissance World Tour” de 2023 —que rozó los 600 millones de dólares de recaudación— habría sido el punto máximo de una carrera; para Beyoncé fue, simplemente, el prólogo de una segunda ola aún más rentable.
Parkwood: un imperio construido desde la independencia
El músculo financiero de Beyoncé no se entiende sin Parkwood Entertainment, la compañía que fundó en 2010 para concentrar bajo un mismo techo su música, giras, proyectos visuales y cinematográficos. El modelo es claro: asumir más riesgo y más coste por adelantado a cambio de propiedad a largo plazo y participación en todos los ingresos posteriores.
«Cuando decidí gestionarme a mí misma, era importante no irme a una gran empresa de management», explicó en 2013. Su referencia era el modelo de Madonna: construir un “imperio propio”, con control estratégico sobre todos los eslabones de la cadena de valor. En una industria que históricamente ha explotado la creatividad negra mientras negaba la propiedad a los artistas, esa estructura convierte la valoración milmillonaria de Beyoncé en algo más que un éxito individual: es una inversión invertida de poder.
Álbunes como eventos, no como inventario
Desde el lanzamiento sorpresa de “Beyoncé” en 2013, la artista ha trabajado para transformar cada proyecto discográfico en un evento cultural. “Beyoncé” redefinió el estreno simultáneo digital; “Lemonade” (2016), con su formato de álbum visual respaldado por HBO, consolidó la idea de la obra total, multiplataforma.
En 2018, su actuación en Coachella, posteriormente lanzada como “Homecoming”, congregó a cientos de miles de espectadores en directo y dio pie a un documental para Netflix valorado en torno a los 60 millones de dólares. Cada uno de estos movimientos reforzó la misma lógica: no ceder el control del contenido, quedarse con la propiedad y negociar desde una posición de fuerza sobre el reparto de ingresos.
Diversificación: marcas propias, riesgos calculados
En paralelo, Beyoncé ha ensayado la expansión hacia otros sectores con resultados diversos pero estratégicos. Entre ellos destacan su marca de cuidado capilar Cécred, un whisky premium (SirDavis) y la línea deportiva Ivy Park, cuya alianza se dio por finalizada en 2024.
Estas iniciativas han sumado al patrimonio global, pero según las estimaciones el núcleo de su riqueza sigue procediendo de la música: la propiedad de su catálogo, los derechos asociados y, sobre todo, el poder de convocatoria de sus giras. Sólo en 2025 habría ingresado en torno a 148 millones de dólares antes de impuestos, situándose como la tercera artista mejor pagada del mundo, pese a que sus ventas equivalentes en streaming no siempre lideran las listas frente a otros nombres de la era digital.
Un modelo para la era del directo y lo que viene después
La carrera de Beyoncé confirma una tendencia central en el entretenimiento contemporáneo: el directo de gran formato se ha convertido en una de las actividades más lucrativas del sector. En el escenario pospandemia, llenar estadios con producciones gigantescas se consideraba, durante años, económicamente inviable; Beyoncé ha demostrado que, con la escala adecuada y el control de la producción, esa ecuación puede girar a favor del artista.
En entrevistas recientes, la cantante ha apuntado que “Renaissance” y “Cowboy Carter” son las dos primeras partes de una trilogía de géneros, y ha avisado de que sus futuras giras serán más selectivas, adaptadas a la vida familiar. «Ninguna cantidad de dinero vale mi paz», ha dicho.
La etiqueta de milmillonaria, por tanto, no cierra su trayectoria, sino que la refrenda: no sólo como una de las artistas más influyentes de su tiempo, sino como una de sus arquitectas más disciplinadas, capaz de convertir la creatividad en una estructura empresarial de largo plazo sin renunciar al control de su obra.