HIPOTECA

Dicen en el banco que tienen "aval" para la hipoteca y responden: "Eso ya no importa"

pexels-asphotograpy-101808 Hipoteca
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Durante años, pedir una hipoteca iba acompañado casi siempre de la figura del aval, normalmente un familiar dispuesto a responder en caso de impago. Sin embargo, esa práctica ha quedado prácticamente en desuso. Bancos como MyInvestor o Ibercaja confirman que lo que hoy determina la concesión de un préstamo hipotecario no es tanto la entrada ni la existencia de un aval, sino la estabilidad laboral y los ingresos mensuales del solicitante.

El aval, una fórmula del pasado

La experiencia de la crisis financiera de 2008 marcó un antes y un después. Entonces, muchos bancos ejecutaron avales que acabaron en forma de viviendas embargadas. El problema es que ese “ladrillo” se devaluó y resultó difícil de colocar en el mercado. En definitiva, los avales no proporcionaron la liquidez que las entidades necesitaban.

Por ello, las políticas de riesgo actuales han desplazado casi por completo esa figura. Como explican desde las entidades consultadas, el aval ya no garantiza nada si la base de la operación —los ingresos del titular— no es sólida.

Lo que realmente importa hoy

Los bancos ponen el foco en tres factores clave:

  • Ingresos estables: más allá de la cifra, se busca que haya recurrencia mes a mes.

  • Antigüedad en el trabajo: varios años en la misma empresa pesan más que un contrato reciente.

  • Estabilidad laboral: los contratos indefinidos, funcionariales o en sectores menos expuestos a crisis tienen mejor valoración que empleos temporales o con ingresos muy variables.

En este sentido, se da una paradoja: tener mucho dinero ahorrado no basta. Un ejemplo frecuente es el de solicitantes que aportan más del 20 % de entrada o incluso cifras como 100.000 euros en liquidez, pero que carecen de un empleo estable. En estos casos, la hipoteca será denegada igualmente.

El futuro del crédito hipotecario

La desaparición práctica del aval no implica que los bancos sean más flexibles, sino todo lo contrario: hoy se apuesta por un análisis más riguroso del perfil de riesgo del solicitante. En otras palabras, sin ingresos estables no hay hipoteca, aunque se disponga de capital o familiares dispuestos a responder.

La lección de 2008 parece haber calado: lo que las entidades quieren no es ladrillo ni avalistas, sino la garantía de que cada mes entrará dinero suficiente para cubrir la cuota.

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