Geopolítica y energía en el Caribe

Trump endurece el pulso con Maduro y amenaza con consecuencias “definitivas” si Venezuela “se pone dura”

La Casa Blanca eleva la presión sobre Caracas en plena ofensiva contra el comercio petrolero venezolano: nuevas incautaciones de buques, persecución de un tercer petrolero y un despliegue militar que ya inquieta a aliados y rivales. El cruce de advertencias abre un debate incómodo: ¿hasta dónde puede tensarse el tablero sin disparar el riesgo regional… y sin agitar el mercado de la energía?

EPA/DOUG MILLS / POOL
EPA/DOUG MILLS / POOL

La escalada verbal de Washington hacia Caracas ha dado un nuevo salto. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, advirtió que si Nicolás Maduro “se pone duro”, “será la última vez que pueda hacerlo”, en el marco de una campaña de presión que combina interdicciones marítimas, sanciones y demostración de fuerza en el Caribe. La frase, pronunciada desde Florida, no llega aislada: coincide con operaciones de la Guardia Costera para perseguir un tercer petrolero y con la confirmación de incautaciones recientes vinculadas, según la Administración, a redes de evasión de sanciones.

En lo inmediato, el mensaje busca transmitir disuasión. Pero en términos estratégicos, el movimiento plantea una pregunta más compleja: ¿está Estados Unidos intentando estrangular el principal canal de ingresos de Venezuela o está construyendo un “caso” político y operativo para una presión aún mayor? Trump, consultado sobre si el objetivo final era empujar a Maduro fuera del poder, sugirió que sería “inteligente” que el líder venezolano abandonara el cargo, dejando entrever que la presión podría intensificarse. La narrativa oficial estadounidense se apoya en dos pilares: el combate al narcotráfico y la necesidad de frenar flujos energéticos que, según Washington, ayudan a sostener estructuras ilícitas. 

El detonante: petroleros, “dark fleet” y un bloqueo que roza el límite

El telón de fondo de esta tensión es el mar. La Administración Trump ha convertido la interdicción de buques en un elemento central de su estrategia, describiendo parte del tráfico como una “flota oscura” (“dark fleet”) usada para eludir sanciones. En los últimos días, el operativo se ha acelerado: además de las incautaciones ya ejecutadas, autoridades estadounidenses han reconocido que perseguían un tercer petrolero, anticipando que “terminarán consiguiéndolo”.

Esta táctica, sin embargo, abre un flanco delicado: el debate legal. Medios estadounidenses han documentado que al menos una de las operaciones —el abordaje del petrolero Centuries— se realizó pese a que ni el buque ni su propietario estarían sancionados, lo que ha motivado críticas de expertos sobre la base jurídica de la actuación y la interpretación de qué constituye “actividad ilícita” bajo el paraguas de sanciones. Caracas, por su parte, califica estas acciones como piratería y violación del derecho internacional, y anuncia recursos en foros multilaterales. 

Rusia y China entran en escena: apoyo político y advertencias

La escalada no se queda en el eje Washington-Caracas. Rusia ha trasladado “pleno apoyo” al Gobierno venezolano y ha expresado preocupación por el impacto regional de una presión militar y marítima creciente. China, a su vez, ha condenado las incautaciones como una violación grave del derecho internacional y ha reiterado su oposición a acciones que afecten la soberanía y seguridad de terceros países. Estas reacciones añaden un componente de competencia entre potencias a un conflicto que, en origen, era presentado como un asunto de sanciones y narcotráfico. 

En paralelo, la presión estadounidense llega en un momento en que el propio Maduro intenta internacionalizar el conflicto. Según reportes, Caracas ha advertido que un bloqueo o acciones de “piratería” contra su comercio energético podrían impactar la oferta global de petróleo y elevar la inestabilidad de los mercados, buscando generar costes políticos indirectos para Washington y para terceros países. 

Colombia también se ve salpicada: el riesgo de una crisis regional más amplia

El choque verbal se amplifica con la dimensión regional. Trump ha cargado públicamente contra el presidente colombiano Gustavo Petro en el contexto de críticas desde Bogotá a las operaciones estadounidenses, vinculando su discurso a acusaciones sobre producción de cocaína. Más allá de la retórica, esta fricción complica la cooperación antinarcóticos y puede erosionar la coordinación diplomática en un momento en que el Caribe vuelve a ser un punto caliente. 

El riesgo para Washington no es solo operacional, sino reputacional: cuanto más se perciba la campaña como una estrategia de cambio de régimen o como una extensión unilateral del poder naval, más fácil será para Caracas reunir apoyos discursivos —y eventualmente logísticos— de actores externos. Para Caracas, en cambio, la amenaza es existencial: el petróleo sigue siendo el nervio central de su economía y cualquier interrupción prolongada presiona finanzas, importaciones y estabilidad interna.

Qué vigilar ahora: escenarios plausibles y señales de mercado

En el corto plazo, el mercado observará tres vectores. Primero, si la “caza” del tercer petrolero culmina en una nueva incautación, elevando el umbral de confrontación. Segundo, si aparecen medidas formales en Naciones Unidas u otros foros, que transformen el pulso en una disputa jurídica internacional. Tercero, si el discurso de “armada” y demostración de fuerza se traduce en reglas más amplias de abordaje, lo que incrementaría la prima de riesgo sobre rutas y cargas en el Caribe.

En suma, el episodio no es un titular más: es un recordatorio de que, cuando la geopolítica entra en el mercado energético por la puerta de la coerción, los efectos se transmiten rápido. Y en un cierre de año de liquidez reducida, cualquier nuevo incidente —un abordaje controvertido, una respuesta de Caracas o un gesto de apoyo de terceros— puede ser suficiente para tensar el hilo.

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