Ucrania

Bakhmut (Ucrania): así cambió la ciudad, antes y después

Las cicatrices de Bakhmut: una ciudad destruida al 80%
GoogleEarthfinds 
48°35′41″N 38°0′3″E
GoogleEarthfinds 48°35′41″N 38°0′3″E

Las imágenes de satélite antes y después revelan hasta qué punto la guerra ha borrado del mapa un núcleo industrial clave en el este de Ucrania y anticipan una factura de reconstrucción multimillonaria.

Las imágenes comparativas “antes y después”, accesibles en plataformas abiertas como Google Earth mediante las coordenadas 48°35′41″N 38°0′3″E, permiten apreciar de forma cruda la magnitud del daño. Lo que para el usuario medio es un ejercicio de curiosidad geográfica se ha convertido en una herramienta clave para analistas, humanitarios y aseguradoras que intentan cuantificar el coste económico de esta destrucción.

Antes de la invasión a gran escala, unos 70.000 habitantes vivían en Bakhmut; hoy apenas permanecen unos pocos miles entre ruinas, según recuentos de organismos internacionales y medios que han seguido la batalla metro a metro. La ciudad es, en la práctica, un laboratorio extremo de lo que significa reconstruir un tejido urbano desde casi cero.

Una ciudad borrada del mapa

Las imágenes históricas muestran una Bakhmut reconocible como muchas urbes industriales de Europa del Este: bloques soviéticos de cinco y nueve plantas, una red de carreteras secundarias, polígonos industriales ligeros y barrios residenciales de casas bajas. En los mosaicos actuales, gran parte de esos volúmenes han desaparecido o se reducen a esqueletos ennegrecidos.

Los informes oficiales ucranianos y los análisis de inteligencia occidental coinciden en que, tras los asaltos más intensos de 2023 y 2024, ocho de cada diez edificios presentan daños graves o han sido arrasados por completo. El centro urbano, donde se concentraban servicios, comercios y equipamientos públicos, es una sucesión de manzanas abiertas como cajas de cartón.

Este hecho revela algo más que el impacto físico de la artillería. Supone la destrucción funcional de una ciudad: sin escuelas, sin hospitales operativos, sin redes de agua y electricidad estables, la mera idea de retorno masivo de población se convierte en una entelequia a corto plazo. Bakhmut ha pasado de ser un nodo regional a un punto casi abstracto en el mapa, cuya realidad solo se entiende al superponer las imágenes de antes y después.

bakhmut
bakhmut GoogleEarthfinds

La guerra vista desde el satélite

La batalla de Bakhmut ha sido una de las más documentadas desde el espacio. Empresas privadas de observación terrestre, universidades y medios internacionales han publicado series temporales de imágenes en las que se aprecia la degradación progresiva del tejido urbano, con especial intensidad entre mayo de 2022 y mayo de 2023.

Las secuencias muestran cómo las primeras cicatrices se concentran en los accesos y zonas industriales, para extenderse después a los barrios residenciales. Lo que al principio eran impactos aislados en tejados y patios interiores termina convirtiéndose en manzanas completas convertidas en escombros. Las áreas arboladas, que en las fotografías de 2021 aportaban contraste verde a la trama gris, aparecen ahora como superficies desnudas y polvorientas.

Lo más grave es que estas imágenes no solo sirven como testimonio gráfico. También se han integrado en modelos de daño estructural y de coste de reconstrucción que utilizan aseguradoras, instituciones multilaterales y el propio Gobierno ucraniano. La guerra, así, deja de ser únicamente una sucesión de partes militares para convertirse en una base de datos geoespacial de destrucción masiva.

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bakhmut GoogleEarthfinds

De 70.000 habitantes a una ciudad fantasma

Antes de la invasión, Bakhmut era una ciudad mediana para estándares ucranianos: alrededor de 70.000 residentes, una economía basada en servicios, pequeñas manufacturas y algo de industria pesada en la región. Hoy, las estimaciones apuntan a que más del 80% de su población ha tenido que desplazarse, muchos de ellos en cadena, de refugio en refugio, dentro y fuera del país.

Los pocos miles que permanecen lo hacen en condiciones precarias, con infraestructuras básicas severamente dañadas. Organismos humanitarios han descrito situaciones en las que los vecinos se organizan para repartir agua, alimentos y combustible, en un entorno donde la red comercial local ha quedado prácticamente aniquilada.

La consecuencia es clara: la Bakhmut que muestren las estadísticas oficiales dentro de diez o quince años será otra ciudad, incluso si el nombre y la ubicación se mantienen. La estructura demográfica cambiará, la base productiva tendrá que reinventarse desde cero y parte de los antiguos residentes podrían no regresar jamás. El contraste con otras urbes ucranianas menos castigadas resulta demoledor: allí se habla de reconstrucción; aquí, de reinvención total.

El coste económico de reconstruir Bakhmut

Traducir la devastación en cifras es un ejercicio incómodo, pero imprescindible. Si se asume que el parque edificatorio destruido ronda el 80% de la superficie urbana y que el coste medio de reconstrucción puede situarse fácilmente por encima de 1.200 euros por metro cuadrado, el resultado es una factura que se mide en miles de millones de euros solo para devolver la ciudad a un estándar básico de habitabilidad.

Los planes globales de reconstrucción de Ucrania ya cifran en centenares de miles de millones el coste total del país. Bakhmut, pese a su tamaño relativamente modesto, se convierte en un símbolo de la parte más cara: reconstruir infraestructuras cuando no queda prácticamente nada que rehabilitar, sino que hay que levantarlo todo desde los cimientos.

Además, la inversión no se limita a ladrillo y hormigón. Será necesaria una reconstrucción institucional y económica: atraer empresas, reabrir escuelas, hospitales y transporte público, ofrecer incentivos fiscales para que el capital privado acepte el riesgo. Cada barrio arrasado que hoy se ve desde el satélite implica, mañana, un paquete de proyectos de inversión complejos y de retorno incierto.

El laboratorio de la cartografía digital de guerra

Bakhmut también se ha convertido en un campo de pruebas para una nueva forma de contar los conflictos: la cartografía digital en tiempo (casi) real. Equipos académicos que ya han seguido con radar y satélite la destrucción en otras guerras, como en Gaza o en diferentes ciudades ucranianas, utilizan técnicas similares para monitorizar cambios de volumen y textura en el suelo urbano.

A partir de series de radar de satélite se detectan variaciones en el rebote de la señal que delatan derrumbes, incendios prolongados o movimientos masivos de tierra. En Bakhmut, ese patrón se ha repetido con una intensidad rara vez vista en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. “Las ciudades dejan de ser solo puntos en un mapa y se convierten en series históricas de daño y reparación”, resumía recientemente un investigador implicado en estos proyectos.

El diagnóstico es inequívoco: esta capa de datos será esencial para priorizar inversiones de reconstrucción, justificar ayudas internacionales y documentar posibles responsabilidades en futuras causas judiciales. La guerra se dibuja, literalmente, en píxeles.

Qué cuentan las coordenadas 48°35′41″N 38°0′3″E

Teclear 48°35′41″N 38°0′3″E en un buscador cartográfico ya no es un gesto neutro. Es situarse en el corazón de una ciudad que ha pasado de la normalidad a la devastación total en menos de tres años. Las vistas históricas permiten alternar la Bakhmut de antes de 2022 con la que dibujan las últimas capturas: calles reconocibles, pero sin vida; edificios en pie, pero vaciados.

Esa funcionalidad “antes y después”, que en otras latitudes se usa para seguir la expansión urbanística o el retroceso de la costa, en Bakhmut sirve como registro forense de la guerra. Cada mejora en la resolución de las imágenes añade detalles incómodos: tejados colapsados, patios convertidos en aparcamientos improvisados de material militar, zonas residenciales transformadas en campos de ruinas.

Lo más inquietante es que, incluso cuando el frente se desplace definitivamente, el “después” seguirá presente durante años. La memoria visual de la destrucción quedará a un clic de distancia, como recordatorio permanente de lo que puede ocurrir cuando un conflicto se enquista sobre una ciudad mediana cualquiera.

bakhmut
bakhmut

Lo que viene después de las ruinas

Bakhmut encarna ya tres historias simultáneas: la del desastre humanitario, la del reto económico y la del experimento tecnológico en monitorización de daños. La reconstrucción exigirá coordinar a gobiernos, instituciones financieras, aseguradoras y empresas constructoras en un entorno donde el riesgo político seguirá siendo elevado incluso después del último disparo.

En el mejor de los escenarios, parte de las inversiones que hoy se discuten para la recuperación de Ucrania priorizarán ciudades como Bakhmut, donde la destrucción es tan extensa que cualquier proyecto puede diseñarse desde cero con criterios de eficiencia energética, transporte público moderno y vivienda más resiliente. En el peor, quedará atrapada en un limbo de promesas, con un retorno lento y parcial de la población.

Entre tanto, las imágenes “antes y después” que circulan en redes y plataformas de mapas seguirán cumpliendo una función incómoda pero necesaria: recordar que detrás de cada coordenada hay una economía rota, una comunidad dispersa y una factura de reconstrucción que alguien tendrá que asumir.

bakhmut
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