Los chorros ‘tambaleantes’ de 3I/ATLAS encienden el debate alienígena
El objeto interestelar 3I/ATLAS vuelve a sacudir la conversación científica y conspirativa a la vez. Nuevas imágenes del telescopio espacial Hubble, tomadas los días 12 y 27 de diciembre de 2025 con exposiciones de unos 170 segundos, muestran una estructura de doble chorro que cambia de brillo y forma en apenas dos semanas.
Para los astrónomos, se trata de una oportunidad única de estudiar física cometaria en estado “prístino” en un objeto que viene de fuera del Sistema Solar. Para el astrofísico de Harvard Avi Loeb, los datos encajan en un patrón de anomalías que merecen ser investigadas sin tabúes.
En paralelo, los foros de Reddit especializados en ovnis y anomalías espaciales celebran las imágenes como confirmación de filtraciones previas y alimentan una narrativa recurrente: un objeto “no solo natural” que se dirige “por accidente” justo hacia el radio de Hill de Júpiter.
Entre el entusiasmo y el ruido, el reto es distinguir qué hay realmente de nuevo en estas observaciones… y qué sigue siendo pura extrapolación.
Las nuevas imágenes que ponen a 3I/ATLAS bajo el microscopio
Las últimas imágenes del Hubble, procesadas con filtros de realce de contraste, muestran a 3I/ATLAS con una anti-cola dirigida hacia el Sol —un chorro estrecho, unas diez veces más largo que ancho— y un segundo chorro más débil apuntando en dirección opuesta. La anti-cola ya se había detectado meses antes, pero ahora el sistema aparece claramente “doble” y cambiante entre el 12 y el 27 de diciembre.
Loeb resume el hallazgo así: imágenes consecutivas revelan que la anti-cola domina el brillo en un momento, mientras el chorro opuesto se debilita, y dos semanas después la relación se invierte parcialmente. Esa especie de “vaivén” visual es lo que muchos han bautizado como “chorros tambaleantes”. La clave está en que los dos jets parecen oscilar alrededor del eje de rotación del objeto con un ángulo del orden de 7 grados, compatible con las variaciones periódicas de brillo —el “latido” de unas 16 horas— observadas meses antes desde telescopios terrestres.
Para la comunidad científica, el valor de estas imágenes no pasa tanto por el morbo alienígena como por algo más prosaico: la primera vez que se documenta una estructura de chorros tan compleja en un cometa interestelar, con datos simultáneos desde tierra, espacio y distintas longitudes de onda. Un laboratorio natural difícil de repetir.
Bidireccionalidad inesperada: ¿dos chorros, dos caras?
Las imágenes de diciembre plantean una pregunta técnica: ¿por qué se ven dos chorros bien definidos en lugar del clásico “abanico” difuso? Loeb plantea dos escenarios.
En el primero, los jets salen de lados opuestos del núcleo: uno desde la región que en julio estaba orientada hacia el Sol, ahora situada en la “noche” del cometa, y otro desde la cara diurna, ya en salida del sistema solar. En un cometa natural, esto podría explicarse por conducción de calor interna: la energía acumulada en perihelio se redistribuye y activa zonas que antes estaban inertes.
El segundo escenario apunta a que ambos chorros nazcan del mismo hemisferio, pero con composiciones distintas. La anti-cola estaría dominada por granos de polvo de unas 10 micras, capaces de viajar grandes distancias antes de ser frenados por la radiación solar, mientras el chorro más corto y débil estaría formado por partículas submicrométricas o gas, que se frenan y “dan la vuelta” mucho antes, generando una especie de flujo de retorno.
El diagnóstico es inequívoco: estamos ante una dinámica de chorros más compleja de lo habitual, pero que, en principio, aún cabe dentro del marco de la física cometaria avanzada. Lo extraordinario no es que una “roca” pueda producir estructuras así, sino que por primera vez podemos verlas con esta resolución en un cuerpo que llega de otra estrella.
Loeb frente al consenso: anomalías sí, nave no (de momento)
La figura de Loeb se ha convertido en el eje de la discusión. Por un lado, su lectura de 3I/ATLAS insiste en un catálogo de anomalías: anti-cola extremadamente colimada, aceleraciones no gravitatorias sutiles, rotación con “latidos” de brillo y ahora chorros tambaleantes que parecen pivotar alrededor del eje del objeto. Por otro, el propio Loeb puntúa la hipótesis artificial con un “4 sobre 10”: mayoritariamente natural, con anomalías que merecen atención.
En su último texto, vuelve a introducir la posibilidad de un “uso tecnológico” de los chorros, por ejemplo, como escudo contra el viento solar o mecanismo de navegación. Pero subraya que la manera de avanzar no es declarando dogmas, sino recogiendo más datos, en particular con espectroscopía de alta resolución que pueda medir diferencias de velocidad y composición entre los dos jets.
Mientras tanto, la mayor parte de los equipos que observan 3I/ATLAS —incluidos los que han analizado la oscilación del jet desde Canarias— se inclinan por una conclusión mucho más sobria: un cometa interestelar extremadamente raro, sí, pero aún compatible con modelos físicos exigentes. Las palabras “nave nodriza” y “maniobra controlada” siguen sonando, para casi todos, como hipótesis de frontera, no como diagnóstico.
Filtraciones, Reddit y la tentación del misterio
En este contexto han ganado visibilidad supuestas “filtraciones anónimas” como el documento Cassandra no clasificado, que ya describía hace semanas un patrón de “emisiones bidireccionales estructuradas” en 3I/ATLAS. Los foros de Reddit dedicados a ovnis y anomalías espaciales celebran ahora las imágenes del Hubble como prueba de que aquellas advertencias eran reales.
El hilo en r/UFOB que dispara esta nueva oleada mezcla la referencia al artículo de Loeb en Medium con preguntas retóricas del tipo: “¿Cómo una simple roca produciría tales características?” o “¿no es increíble que esta roca, por accidente, se dirija justo al radio de Hill de Júpiter?”. La narrativa es clara: datos complejos + jerga técnica + un puñado de coincidencias = relato de intencionalidad exótica.
El problema es doble. Primero, muchas de esas “filtraciones” son imposibles de verificar y no pasan por el filtro de la revisión por pares. Segundo, el salto desde “es raro” a “es artificial” ignora décadas de sorpresas cometarias que obligaron a reescribir los modelos sin necesidad de invocar tecnología alienígena. La consecuencia es evidente: el ruido conspirativo amenaza con tapar un debate científico legítimo sobre un objeto realmente excepcional.
Qué dice la física de cometas (y qué no dice)
Si se prescinde del ruido, lo que tenemos sobre la mesa es un cometa interestelar con chorros colimados, wobble medible y una anti-cola que apunta hacia el Sol. Nada de eso es, en sí mismo, incompatible con la física conocida. Anti-colas se han observado en otros cometas del Sistema Solar, aunque rara vez tan largas y bien definidas; chorros que oscilan o cambian de brillo también se explican por núcleos irregulares, rotación compleja y zonas activas que se encienden y se apagan.
Lo que hace singular a 3I/ATLAS es que combina varios de esos rasgos a la vez, y lo hace siendo solo el tercer objeto interestelar identificado tras ‘Oumuamua y 2I/Borisov. Además, las estimaciones del tamaño del núcleo —entre 0,5 y 0,7 kilómetros según algunos modelos— encajan razonablemente con los datos de masa perdida, densidad de polvo y aceleraciones no gravitatorias.
La física cometaria no explica todavía todos los detalles finos de las imágenes del Hubble, pero no necesita romper sus propias leyes para acercarse bastante. Pensar lo contrario es confundir “modelo incompleto” con “imposible”. Y ahí es donde el discurso se separa: entre quienes ven en cada anomalía un motivo para mejorar los modelos, y quienes la convierten en prueba de diseño inteligente.
El radio de Hill de Júpiter y la narrativa de la “cita” alienígena
Uno de los argumentos favoritos en los foros ufológicos es que 3I/ATLAS se dirige “exactamente” hacia el radio de Hill de Júpiter, es decir, la región —del orden de 50 a 60 millones de kilómetros de radio— en la que la gravedad del planeta domina sobre la del Sol. Desde esa perspectiva, la trayectoria se presenta casi como un “guiño intencional”: una nave que se acerca al gigantesco pozo gravitatorio joviano para desplegar sondas o aprovechar asistencia.
Los datos orbitales cuentan otra historia. 3I/ATLAS sigue una órbita hiperbólica determinada por su llegada desde el espacio interestelar y el tirón solar en perihelio. Que esa trayectoria atraviese el radio de Hill de Júpiter no es una línea fina trazada con regla, sino un volumen enorme: cualquier cometa o asteroide que cruce cerca de la órbita joviana tiene probabilidades razonables de pasar por esa región, sin que ello implique intención alguna.
En términos energéticos, es lógico que muchos objetos —naturales o artificiales— aprovechen la influencia de Júpiter para cambiar de velocidad o de dirección. La diferencia es que, en el caso de 3I/ATLAS, no hemos observado todavía maniobras que se salgan de lo compatible con la gravedad y los jets naturales. La tentación de leer esa aproximación como una “cita” alienígena dice más sobre nuestras ganas de relato que sobre los datos.
Lo que queda por delante: más datos y menos certezas rotundas
Mientras 3I/ATLAS se aleja ya de la Tierra, la atención se desplaza a su paso por las inmediaciones de Júpiter en marzo de 2026 y a los análisis detallados de los datos del Hubble, el James Webb y varias sondas que han seguido su trayectoria. Si se detectan diferencias claras de composición o velocidad entre los dos chorros, la hipótesis de doble origen —dos hemisferios frente a un único lado con partículas distintas— podrá empezar a resolverse.
En paralelo, algunos grupos presionan para que futuras misiones —a 3I/ATLAS o al “próximo 3I”— incluyan sondas rápidas capaces de interceptar objetos interestelares. Sería la única forma de pasar del juego de sombras de los jets y las anti-colas a medidas directas de superficie, composición y estructura interna.
Hasta entonces, la prudencia sigue siendo la mejor guía. 3I/ATLAS es, a la vez, un desafío para la física cometaria clásica y un imán para narrativas que van mucho más allá de los datos. Confundir una cosa con la otra sería perder una ocasión única: la de aprender de un visitante que, incluso si es “solo” un cometa, está obligando a la ciencia a hacer preguntas incómodas sin necesidad de encontrar respuestas fáciles.