Aviso a España

EEUU aprieta a España: Rubio exige más gasto militar y alejarse de China

Marco Rubio envía un contundente mensaje a España para aumentar su gasto militar y distanciarse de China, en medio de crecientes tensiones globales y un contexto geopolítico complicado, incluyendo la amenaza venezolana vinculada a Irán y el narcotráfico.

Marco Rubio durante su intervención, símbolo de la presión de EEUU a España en materia de defensa y política exterior.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Marco Rubio durante su intervención, símbolo de la presión de EEUU a España en materia de defensa y política exterior.

El tablero geopolítico suma una nueva presión sobre España. El senador estadounidense Marco Rubio, voz influyente en política exterior en Washington, ha lanzado un mensaje inequívoco: España debe aumentar su gasto en defensa y alinearse con mayor claridad con la OTAN, al tiempo que reduce su aproximación económica y tecnológica a China. El aviso llega en un momento delicado, con Europa en pleno rearme y con la guerra de Ucrania aún marcando la agenda. Pero el discurso de Rubio no se limita al Atlántico: también pone el foco en Venezuela, a la que describe como amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos. La consecuencia es clara: Madrid se ve atrapado entre su voluntad de “autonomía estratégica” europea y las líneas rojas crecientes de Washington.

Un aviso que llega desde Washington

Rubio no es un senador cualquiera. Miembro de comités clave y con larga trayectoria en asuntos de seguridad y América Latina, sus mensajes suelen reflejar corrientes de opinión influyentes dentro del establishment de Washington, especialmente en el ala más dura del Partido Republicano. Cuando señala a España por “no hacer lo suficiente” en defensa, no habla solo para consumo interno: lanza una advertencia a un aliado que considera imprescindible en el flanco sur de la OTAN.

Su exigencia es doble. Por un lado, reclama a Madrid que cumpla de manera plena los compromisos adquiridos en la Alianza, empezando por el objetivo del 2% del PIB en gasto militar, todavía lejano para España, que se mueve en el entorno del 1,3%–1,4%. Por otro, pide un distanciamiento claro de China, tanto en materia de infraestructuras críticas como en tecnología 5G, energía y puertos.

Este hecho revela el verdadero fondo del mensaje: no se trata solo de “pagar más” por la defensa común, sino de elegir bando sin matices en un mundo cada vez más polarizado entre Washington y Pekín.

España, a la cola del gasto en defensa

El reproche de Rubio se apoya en una realidad incómoda. Pese a los aumentos de los últimos años, España sigue por debajo de la media de la OTAN en inversión militar. Alcanzar el umbral del 2% del PIB implicaría incrementar el presupuesto de Defensa en entre 10.000 y 12.000 millones de euros anuales respecto a los niveles actuales, una cifra que compite directamente con prioridades como pensiones, sanidad o transición energética.

Además, buena parte del esfuerzo adicional comprometido por el Gobierno se ha canalizado a través de programas especiales de armamento a largo plazo (fragatas, carros de combate, sistemas antiaéreos), que generan empleo industrial, pero no siempre se traducen en disponibilidad inmediata de capacidades: tropas, munición, mantenimiento o ciberdefensa. Ahí es donde Washington percibe un déficit.

Rubio, al elevar la voz, no solo señala una insuficiencia presupuestaria. Sugiere que España, pese a albergar bases clave como Rota y Morón y a ser corredor crítico hacia el Mediterráneo y el Sahel, no está cargando con el peso que le correspondería en el nuevo contexto de confrontación con Rusia y de contención a China. La crítica es tanto contable como estratégica.

El frente chino: comercio, tecnología y recelos

La segunda pata del mensaje de Rubio apunta a la relación de España con China. En la última década, el gigante asiático se ha consolidado como segundo socio comercial mundial de la UE y como un actor cada vez más presente en infraestructuras, telecomunicaciones y energía. España no es una excepción: las exportaciones e importaciones bilaterales superan ya los 40.000 millones de euros anuales, y compañías chinas participan en proyectos portuarios, logísticos y de renovables.

Washington considera que esta interdependencia creciente entraña riesgos de seguridad: acceso potencial a datos sensibles, dependencia de componentes críticos y capacidad de presión política en momentos clave. De ahí que el mensaje de Rubio se interprete como una advertencia: si España quiere mantener el paraguas de seguridad estadounidense, deberá poner límites más claros a su aproximación a Pekín, especialmente en sectores como 5G, inteligencia artificial, redes eléctricas y puertos de interés estratégico.

El contraste es evidente. Mientras el discurso oficial en Madrid habla de “autonomía estratégica abierta” y de diversificar socios para reducir vulnerabilidades, la lectura que llega desde Washington es casi la inversa: cada puerto, contrato tecnológico o inversión relevante que se abre a China se percibe como un agujero en el escudo occidental.

Europa rearma la OTAN y mira al sur

El contexto europeo amplifica la presión. La guerra en Ucrania ha reactivado la OTAN y ha empujado a países tradicionalmente prudentes —Alemania, Italia, los nórdicos— a anunciar incrementos significativos de gasto militar. Para aliados del Este como Polonia o los bálticos, que ya superan el 3% del PIB en defensa, la paciencia con los socios remolones es cada vez menor.

En ese escenario, España tiene una posición peculiar. Por geografía y presencia militar, es clave en el flanco sur, el que mira a Marruecos, Argelia, el Sahel y las rutas migratorias hacia Europa. Pero el foco político y mediático de la OTAN sigue en el Este, frente a Rusia. La exigencia de Rubio se puede leer también como un recordatorio de que la seguridad del sur no es una excusa para el bajo gasto, sino un área donde Washington y Bruselas quieren ver más medios, más barcos, más patrullas y más inteligencia desplegada.

La tensión es evidente: rearmarse mientras se lidia con un déficit público elevado y una economía aún frágil no es políticamente sencillo. De ahí que los mensajes que llegan desde Estados Unidos se perciban en Madrid como algo más que recomendaciones: son líneas rojas implícitas que condicionarán presupuestos y prioridades durante toda la legislatura.

Venezuela, Irán y el tablero latinoamericano

Rubio no se queda en Europa. En sus intervenciones, ha vuelto a colocar a Venezuela en el centro de la preocupación estadounidense, describiendo al régimen de Nicolás Maduro como una amenaza directa para la seguridad nacional de Estados Unidos. Sus argumentos se apoyan en tres vectores: el apoyo de Rusia, la creciente relación con Irán y la implicación en redes de narcotráfico internacional.

Este discurso tiene consecuencias indirectas para España. Por un lado, reabre el debate sobre la política española hacia Caracas, donde coexisten intereses económicos, una enorme comunidad de origen venezolano y discrepancias internas dentro del propio Gobierno. Por otro, refuerza la idea de que Latinoamérica vuelve a ser un escenario de competencia estratégica, no solo entre Washington y Moscú o Pekín, sino también entre distintos modelos políticos.

El mensaje de Rubio es nítido: mientras Estados Unidos concentra recursos militares y diplomáticos frente a Rusia y China, no está dispuesto a tolerar un “vacío de seguridad” en su propio hemisferio. Y espera que aliados europeos con vínculos históricos en la región, como España, adopten posiciones alineadas con esta visión.

La encrucijada estratégica de La Moncloa

España queda así atrapada en una encrucijada triple. En primer lugar, debe decidir hasta qué punto está dispuesta a acercarse al objetivo del 2% del PIB en defensa en un contexto de presión social por más gasto en políticas sociales y de consolidación fiscal. En segundo lugar, necesita definir un marco claro de relación con China, que preserve el acceso a un mercado gigantesco y a inversiones relevantes, sin cruzar líneas rojas en materia de seguridad tecnológica.

Por último, debe recalibrar su papel en Latinoamérica, donde la competencia entre modelos y aliados se intensifica. Intentar jugar simultáneamente a socio europeo moderado, aliado atlántico fiable y puente privilegiado con América Latina exige una precisión diplomática que se verá sometida a prueba cada vez que figuras como Rubio eleven la voz.

Lo más delicado es que estas decisiones no se toman en el vacío. Cada gesto —un contrato portuario, una visita oficial a Pekín, un retraso en el aumento del gasto militar— será leído desde Washington como señal a favor o en contra de su estrategia global. La política exterior española pierde margen de ambigüedad.

Comentarios